La pena de muerte
He le¨ªdo las manifestaciones hechas a los peri¨®dicos sobre la pena de muerte, y hay alguna frase que me ha causado, no sorpresa, dada su procedencia, pero s¨ª indignaci¨®n y pena.?La abolici¨®n de la pena de muerte no se considera oportuna, por el sentimiento de indefensi¨®n y miedo de la sociedad actual...?
Si una sociedad necesita, para sentirse segura y defendida, el derecho a matar a sus semejantes esa es, en mi opini¨®n, una sociedad enferma y peligrosa, porque, como se ha comprobado mil veces, la pena de muerte no evita la delincuencia ni ejemplariza a nadie, pero puede y de hecho es as¨ª muchas veces, convertirse en un instrumento de venganza, y un modo de eliminar legalmente a todos aquellos que supongan un peligro o una amenaza para la perpetuaci¨®n de los privilegios de determinadas clases sociales que, curiosamente, nunca pertenecen a las llamadas clases populares.
La seguridad, la paz, la convivencia sin temores, hemos de encontrarla a trav¨¦s de una aut¨¦ntica libertad y de una verdadera justicia. Y los primeros en pedir la abolici¨®n de ese irreparable atropello del primero de los derechos humanos, el derecho a la vida, deber¨ªan ser los cat¨®licos, mayor¨ªa, seg¨²n la Iglesia, junto con el Gobierno, ya que se declara cristiano, para pedirla con tanto ardor al menos como el que han puesto para defender el derecho de los a¨²n no nacidos. Por pura l¨®gica, y para que no parezca que la ley de Dios, ese Dios al que dicen servir y amar, es papel mojado para ellos, al menos en lo que a su quinto mandamiento, que dice bien claro: ?No matar¨¢s.?
Hagamos entre todos una sociedad que no conlleve la opresi¨®n ni la marginaci¨®n y la miseria, fuente de delincuencia, de todos modos infinitamente menor que la propia corrupci¨®n, que es tambi¨¦n delincuencia, que engendra todo poder desp¨®tico y autoritario en su propio seno, miremos a nuestro semejante, no como un peligro o un enemigo al que hay que suprimir, sino con respeto y amor, y tendremos esa seguridad y confianza que hoy nos falta. Borremos de nuestras leyes y c¨®digos esa verg¨¹enza colectiva, esa espantosa responsabilidad de decidir qui¨¦n tiene o no derecho a la vida, y habremos dado un paso m¨¢s, un importante paso hacia la convivencia y el entendimiento de todos los espa?oles.
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