Las oposiciones
Los socialistas y otros enemigos de la sociedad pretenden suprimir las oposiciones de la vida nacional, de la carrera profesional, de la biograf¨ªa gris marengo del espa?ol medio.Una de tantas medidas demag¨®gicas de la izquierda, porque gracias a las oposiciones tradicionales -oposiciones a c¨¢tedra, a notar¨ªas, a auxiliar administrativo, a todo-, los noviazgos duraban m¨¢s, las familias se establec¨ªan m¨¢s tarde y as¨ª les quedaba menos tiempo para rezar unidos y permanecer unidos hasta que el infarto nos separe.
Adolfo Marsillach ha escrito una bella y desencantada carta a su viuda, lo cual es doblemente surrealista si consideramos que ¨¦l no tendr¨¢ viuda, puesto que ha salido ilesamente soltero de sus m¨²ltiples matrimonios. Un escritor dec¨ªa que el espa?ol pasea al mismo tiempo con su mujer y con su viuda. Bueno, pues todo eso, una larga tradici¨®n de aburrimiento honesto y quinquenios, se viene abajo si quitamos las oposiciones, como quieren los socialistas, que seguramente no han ganado nunca una oposici¨®n, y de ah¨ª el resentimiento.
Porque, vamos a ver, ?cu¨¢ntas oposiciones a funcionario del Catastro ha ganado Felipe Gonz¨¢lez? Y aunque hubiese ganado alguna, eso qu¨¦ es al lado de los expedientes de Fraga, n¨²mero uno de su promoci¨®n y de otras promociones que ni siquiera son la suya. La derecha da n¨²meros uno de su promoci¨®n, y la izquierda da incendiarios, en este pa¨ªs. As¨ª vamos. Porque lo de menos en la oposici¨®n es la oposici¨®n, se?ores socialistas: lo importante son los valores eternos, como en todo. O sea que el opositor, mientras est¨¢ en la biblioteca del Ateneo, alop¨¦cico y melanc¨®lico, estudiando sus temas, no da en partidismos, ni bander¨ªas, ni en delincuencia juvenil, ni en experiencias prematrimoniales, ni en violador del fin de semana, ni en atracador de gasolineras, ni se hace de Tierno Galv¨¢n o de cosas peores.
La oposici¨®n, en mis tiempos, era una manera casta de pasar la juventud sin tentaciones, ocios, discotecas ni enfermedades. La oposici¨®n era una especie de monacato ambulante, y todos los chicos and¨¢bamos por la calle con nuestra oposici¨®n dentro, como un raro y largu¨ªsimo embarazo masculino, que al cabo de los a?os daba uno de s¨ª un notario, un perito o un inspector del Timbre que era uno mismo, pero vestido ya de novio.
Antes del Opus y otros institutos seculares, la oposici¨®n era el voto de castidad, ayuno y abstinencia que hac¨ªamos los j¨®venes espa?oles, porque todav¨ªa, no hab¨ªa salido Camino, para guiarnos en la vida, y nos gui¨¢bamos por el Derecho Administrativo, que no estaba mucho peor escrito que Camino y resultaba, si no m¨¢s casto, s¨ª m¨¢s ¨¢rido.
Miguel Delibes cuenta siempre que aprendi¨® a escribir en los textos de Garrigues. Lo que pasa es que Miguel llevaba dentro el instinto del idioma para entenderse con las perdices y con sus amigas las truchas, pero, por muy bien escrito que estuviera el Garrigues, la mayor¨ªa de los castos muchachos de los a?os cuarenta y cincuenta ten¨ªan ese texto y otros como libro de horas para meditar en la complejidad y eficiencia de la Administraci¨®n Local, cuando les asaltaba la locura de la carne, la crucifixi¨®n rosada de Henry Miller, del que entonces no sab¨ªamos ni de o¨ªdas.
Ha habido ¨²ltimamente mucho t¨®pico contra el franquismo, la Formaci¨®n Pol¨ªtica y los consilianos de Acci¨®n Cat¨®lica, pero lo que realmente nos templaba a los j¨®venes opositores del franquismo era eso, la oposici¨®n, las catorce horas-culo diarias, el tener siempre la cabeza ocupada en los 2.000 temas de la oposici¨®n, salvo la media hora vespertina, en que sac¨¢bamos a la novia a hacer pis, como si fuera un caniche.
Aprobada la oposici¨®n, montaba uno un hogar cristiano con el caniche, y a vivir y procrear. Ayer mismo, una joven profesora me contaba sus penas e infortunios de la virtud frente al omn¨ªmodo se?or Ruiz Elvira, asistida ella pror Vian Ortu?o, Garc¨ªa Calvo y otros varones en su tan desigual como complutense batalla. ?Y qu¨¦ puede una pobre opositora operada contra un magno decano? (No es culpa m¨ªa si las dignidades acad¨¦micas tienen apelativos de co?ac.) Nada, no puede nada. Pero no por eso vamos a quitar las oposiciones memor¨ªsticas y kafkianas, que evitan el pensamiento cr¨ªtico en el opositor, y no digamos el pensamiento l¨²brico. Contra el porro, el punk, el aborto, el auto-stop y otras perdiciones de la juventud, el remedio recio y franquista de unas largas oposiciones.
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