El orden p¨²blico y la libertad
El tema del orden p¨²blico preocupa a muchos sectores de la sociedad. Otros lo utilizan como pretexto para una campa?a de desestabilizaci¨®n a trav¨¦s de la desorientaci¨®n y de la inseguridad que producen sus profec¨ªas y sus bulos catastrofistas. En todo caso, por lo que tiene el problema de real como por el valor pol¨ªtico de la deshonesta y parcial utilizaci¨®n que sectores de la derecha hacen de ¨¦l, es oportuna una reflexi¨®n desde la perspectiva del socialismo democr¨¢tico.Con car¨¢cter, previo al an¨¢lisis del problema debemos rechazar el planteamiento nost¨¢lgico, interesado y err¨®neo que consiste en afirmar que durante la dictadura hab¨ªa orden p¨²blico. En los primeros a?os de la posguerra el -orden p¨²blico no comprend¨ªa al ?estraperlo?, al mercado negro, ni evit¨® graves esc¨¢ndalos, como el del consorcio de la panader¨ªa. El orden p¨²blico pol¨ªtico se mantuvo a base de docenas de miles de encarcelamientos, fusilamientos y exilios. Si observamos los ¨²ltimos a?os ya ni siquiera la tranquilidad en la calle era una realidad. Las memorias de la fiscal¨ªa del Supremo desde los a?os sesenta constatan esta afirmaci¨®n. Por otra parte, los asesinatos, el terrorismo y el desorden estaban a la orden del d¨ªa. Y lo que era a¨²n m¨¢s grave, la aparente paz se manten¨ªa a base de la represi¨®n de la mitad de la poblaci¨®n y del desconocimiento de libertades elementales y de la seguridad jur¨ªdica.
Las visitas nocturnas de la polic¨ªa, los estados de excepci¨®n, la persecuci¨®n del adversario pol¨ªtico a trav¨¦s de los procedimientos y de los tribunales de excepci¨®n, como el de Orden P¨²blico, las multas gubernativas y el arresto sustitutorio, eran los instrumentos utilizados para defender el orden de la dictadura. Pero eso no era orden democr¨¢tico, eso no era orden ni seguridad en beneficio de todos, sino que era la fuerza y la violencia al servicio del mantenimiento de la dictadura y de los intereses de una minor¨ªa. Era la paz del silencio y de la muerte. Con esos supuestos no se puede construir una sociedad de hombres libres, ni el orden p¨²blico que necesitamos puede estar mirando hacia atr¨¢s con nostalgia de dictadura. Como dice Rousseau en el ?Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres?, ?es la m¨¢xima fundamental de todo el derecho pol¨ªtico que los pueblos se han dado jefes para que defiendan su libertad y no para que los esclavicen ?.
Todos los que miran en este campo hacia atr¨¢s, hacia los ¨²ltimos cuarenta a?os, son estatuas de sal que se enga?an o nos quieren enga?ar. Se enga?an los que con esp¨ªritu de sumisi¨®n, como esclavos felices, prefieren entregar su libertad y su seguridad a un jefe preclaro para que piense por ellos y les asegure una tranquilidad, por otra parte bastante discutible. Es un modelo preliberal, hobbesiano propio del Estado absoluto e imposible en el siglo XX. Nos quieren enga?ar los que pretenden colocar a la idea autoritaria del orden p¨²blico como modelo para la Espa?a democr¨¢tica. S¨®lo puede servir para proteger los intereses de unos pocos y su supremac¨ªa, mientras que la sumisi¨®n de la mayor¨ªa ser¨ªa inexorable y conducir¨ªa a la servidumbre voluntaria. No se puede ocultar la gran responsabilidad que la mayor¨ªa tendr¨ªa tambi¨¦n si aceptase, por comodidad, esos planteamientos. Jaspers ser¨¢ muy duro es una obra de reflexi¨®n reci¨¦n acabada la segundaguerra mundial ?Die Schuldfrage?, ?La. atm¨®sfera de sumisi¨®n engendra ya una culpabilidad colectiva.?
El miedo a la libertad no es fundamento de ninguna sociedad humana de nuestro tiempo.
Es evidente que las dificultades son importantes porque la falta de ruptura mantiene vivas a las fuerzas antidemocr¨¢ticas que intentan desestabilizar la situaci¨®n espa?ola, y que, como dec¨ªamos, en este campo del orden p¨²blico colaboran a su deterioro y adem¨¢s intentan despu¨¦s explotar la situaci¨®n en su beneficio. Sin embargo, s¨®lo la profundizaci¨®n de la democracia y de las libertades puede ser el camino para la existencia de un aut¨¦ntico orden p¨²blico y de una real seguridad.
El orden p¨²blico democr¨¢tico descansa en la libertad y la utiliza, no la desconoce ni la disminuye, solamente la define y organiza su ejercicio. El orden p¨²blico no es el cementerio de la libertad. Una medida en materia de orden p¨²blico no debe tener en cuenta solamente los beneficios que produce para la seguridad sino tambi¨¦n el da?o que puede producir a la libertad. Por eso la realidad de las libertades es un componente esencial del orden. Las medidas de orden p¨²blico, en ese sentido, deben respetar el contenido esencial de las libertades. As¨ª, el orden se define por la libertad que garantiza a los ciudadanos y la libertad por la posibilidad de su ejercicio ordenado. No debe existir ninguna contradicci¨®n.
El orden p¨²blico democr¨¢tico tiene la misi¨®n principal de proteger la libertad.
Por eso debe huirse de esa concepci¨®n a la vez restrictiva y negativa del orden p¨²blico que lo identifica con el orden en la calle y que pretende mantenerlo s¨®lo a base de prohibiciones. Eso que han hecho todos los ministros de la Gobernaci¨®n del franquismo no es orden p¨²blico democr¨¢tico.
El orden p¨²blico es mucho m¨¢s amplio que el orden en la calle. Es el orden en la sanidad, en el urbanismo, en los transportes, en el comercio interior, en las comunicaciones, y de ese orden se preocupaba muy poco el franquismo, que favoreci¨® en esos campos el privilegio y la corrupci¨®n. Los nost¨¢lgicos se limitan a la polic¨ªa en la calle cuando piensan en el orden p¨²blico, y los ¨²nicos delitos que les preocupan son los que afectan a ese campo. Siempre olvidan las que derivan de esos otros.
La prohibici¨®n no es la forma m¨¢s adecuada para el mantenimiento del orden p¨²blico. La censura para la prensa, la prohibici¨®n de las manifestaciones, la ilegalidad de los partidos pol¨ªticos son un camino para defender el ?orden p¨²blico? autoritario pero no sirven para el orden p¨²blico democr¨¢tico.
Libertad y orden p¨²blico son inseparables. Desde la democracia se puede combatir racionalmente la violencia y el desorden. Una sociedad democr¨¢tica no es una sociedad inerte, es, por el contrario, la ¨²nica sociedad fuerte donde el poder pol¨ªtico que fundamenta la validez de las normas se contruye por los mismos que luego tienen que obedecer esas normas. Los creadores del derecho y los destinatarios son los mismos, y el perfeccionamiento de la democracia lleva a que cada vez este proceso sea m¨¢s puro y m¨¢s real. Por eso hay que sostener que frente a delincuencia y frente a violencia, democracia, y que el orden p¨²blico posible y racional es el que garantiza y organiza la libertad.
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