El oro
Llega el conde de Lavern (ap¨®crifo) a un quiosco y pregunta:-Ave Mar¨ªa Pur¨ªsima, ?tiene revistas pornogr¨¢ficas?
Y le dan Private, con portada catalana para distraer la atenci¨®n, y con un interior lleno de charcuter¨ªa sexual. Pero como todo el dinero no se lo pueden gastar en porno, nuestros condes de la sangre, de la fortuna o de la pol¨ªtica, la gente anda pensando en qu¨¦ invertir. Viene a verme un se?or que ha estado siempre entre ejecutivo multinacional y comisionista de droguer¨ªa:
-Le vendo oro.
-No, gracias. Tengo las muelas completas.
Me explica que no es eso, que el oro ha desbordado los honestos l¨ªmites de la odontolog¨ªa para invadir toda la vida nacional. Que el oro se les ha escapado a los dentistas. Efectivamente, se ve menos oro en las bocas de la gente. Como la gente hab¨ªa estado cuarenta a?os sin abrir la boca, no nos hab¨ªamos percatado de la desaparici¨®n del oro. Ya no es de buen gusto tener el oro en la muela, sino en Suiza. Suiza va siendo la muela de Europa.
-En M¨¦xico se quitan los dientes sanos y se los ponen de oro, que luce m¨¢s lindo -me contaba una vez Carmen Platero, cuando ven¨ªa de all¨¢.
-En M¨¦xico est¨¢ prohibido el vello femenino, de modo que all¨ª vendemos otros desnudos -me cuenta Antonio Asensio, que ha empezado a sacar un Interviu mexicano.
Los mexicanos est¨¢n todav¨ªa con la obsesi¨®n del oro y nosotros estamos con la obsesi¨®n del sexo. Durante cuarenta a?os, aqu¨ª no hab¨ªa m¨¢s oro que el que no hab¨ªa, o sea el oro de Mosc¨². Ahora, como nadie se f¨ªa de esta democracia con marcapasos, la gente quiere invertir en algo seguro para cuando vengan Pinochet por un lado y Cubillo por el otro, que dice que van a coincidir a tiros en el centro geogr¨¢fico y geom¨¦trico del kil¨®metro cero, o sea en Sol.
Como uno publica art¨ªculos y libros, la gente piensa que uno est¨¢ engordando el calcet¨ªn, y todo el mundo me viene estos d¨ªas con propuestas de inversiones, como si el oro de Mosc¨² me lo hubiesen devuelto a m¨ª:
-Petrolitos, sobrino. Nada como petrolitos -me dice mi t¨ªa.
Mi t¨ªa, la pobre, se ha quedado en la era gloriosa, burs¨¢til y-franquista de los petrolitos. Otro que viene mucho es el tipo de las parcelas. Pero compras una parcela y siempre sale debajo un cementerio republicano, y como ahora a los muertos republicanos les dan pensi¨®n, yo no quiero hacerme cargo de los muertos que vos mat¨¢is ni de la viudedad de sus viudas. Tambi¨¦n se puede invertir en apartamentos, pero acaban convirti¨¦ndose en piso franco de los grapos, en c¨¢rcel del pueblo o en invernadero de marihuana y otras hierbas.
-Nada como el oro -don Francisco, insiste el ejecutivo-droguero.
Yo no tengo un duro, o m¨¢s bien sigo la vieja consigna de un duro y quietos, pero dejo pasar por delante de mi puerta la fiebre del oro y la fiebre del heno dorado y me siento en la cresta de la ola, sabiendo que, como dijo el otro, la ola la he levantado yo. ?Nada tiene m¨¢s ¨¦xito que el ¨¦xito?, escribi¨® alguien, y nada vale m¨¢s dinero que el dinero, hoy, en Espa?a. Los Bancos com pran dinero, que es la cuadratura infernal del c¨ªrculo econ¨®mico, el ludibrio del bodrio, pero los adinerados no venden su dinero, que ya no se flan de los Bancos, porque, quebrado uno, quebrados todos, y as¨ª es como hemos dado en el oro.
El oro se est¨¢ divirtiendo siempre, dec¨ªa un poeta. El papel-peseta est¨¢ caro porque la gente no da ni toma billetaje, ni invierte en pisos vac¨ªos, que te los ocupa el lumpen, y entre Mart¨ªn Villa y Garrigues no se aclaran si hay que despejar a los ocupantes o no. Hemos tocado fondo, hemos tocado oro en el bache del p¨¢nico econ¨®mico nacional. Cuando se recurre al oro, al siniestro y fr¨ªo oro, que ya no sirve ni para empastar muelas, es que nadie se fia de nadie ni de Su¨¢rez. Ni con todo el oro del Rhin socialdem¨®crata van a poder forrar los alemanes la vieja muela de Iberia. Hasta a Su¨¢rez le duelen de vez en cuando las muelas.
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