Bingo
LA LEGALIZACION del juego fue una medida necesaria para movilizar otros recursos de atracci¨®n en zonas tur¨ªsticas, abrirle a Hacienda nuevos campos impositivos y para arrumbar parte de la moralina tutelar que pretend¨ªa hacer santa y buena a la sociedad mediante el sacramento de los decretos-leyes. Empero no se debe pasar de la santurroner¨ªa contraria a los juegos de azar al extremo contrario. Las medidas que acaba de tomar el Gobierno Civil de Madrid, dejando pr¨¢cticamente a la ciudad sin bingo por tres meses (49 salas han sido cerradas temporalmente, de 58) nos parecen muy bien si, en efecto, se estaban infringiendo los reglamentos del juego o elementales normas gubernativas sobre su funcionamiento. Es de caballeros el jugar sin trampas.Pero este hurac¨¢n gubernativo que se ha desatado sobre una modalidad de juego en alza popular y que amenaza potencialmente con hacerle seria competencia a las quinielas y a la loter¨ªa estatal, puede servir de pretexto para una reflexi¨®n sobre el juego organizado.
Al parecer, s¨®lo en Madrid, se juegan al bingo m¨¢s de 38 millones de pesetas diarias, de los que unos seis van a parar a las arcas de Hacienda. Son cifras mayores, m¨¢xime si tenemos en cuenta que el bingo est¨¢ a¨²n en su per¨ªodo de crecimiento y expansi¨®n legal. Por una parte, salta a la vista la alegr¨ªa con que los espa?oles apuestan su dinero al tapete del azar en momentos de inflaci¨®n, y c¨®mo todas las capacidades adquisitivas concurren a este juego, desde el modesto cart¨®n de doscientas pesetas, a otros, en algunos casos de hasta 5.000, con tres millones de, premio. La organizaci¨®n de este flujo de jugadores y de dinero debe ser seriamente controlada. Y para qu¨¦ hablar de los llamados juegos mayores, como ruleta y bacarr¨¢, que se han de instalar en los casinos. La legalizaci¨®n del juego, que es un acierto, dar¨¢ sin duda pie a la aparici¨®n de nuevas figuras de delito y fraude, que es preciso perseguir.
La Administraci¨®n debe garantizar al m¨¢ximo la limpieza y el cumplimiento de las reglas. Pero no necesariamente a base de golpes espectaculares, como el de este fin de semana, sino con una acci¨®n de vigilancia y control permanentes.
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