La amenaza del Partido Agrario
No es dif¨ªcil comprobar en los medios rurales la irritaci¨®n existente por el abandono y olvido en que las fuerzas pol¨ªticas actualmente importantes del pa¨ªs han dejado y dejan los problemas agrarios. Y no es esta situaci¨®n extra?a en la historia de Espa?a. Tradicionalmente la poblaci¨®n rural ha sido v¨ªctima de mimos demag¨®gicos en los per¨ªodos electorales para ser indefectiblemente postergada en las ¨¦pocas de explotaci¨®n del ¨¦xito electoral; por eso ha sido tambi¨¦n tradicional en Espa?a la aparici¨®n de partidos agraristas, casi siempre de signo conservador, que han sabido aprovechar el malestar existente y han ara?ado sustanciosos porcentajes en los comicios legislativos y, m¨¢s a¨²n, en los municipales.En los ¨²ltimos a?os, y muy particularmente en 1977, las movilizaciones campesinas de protesta han sido importantes; la huelga de los tractores del pasado marzo fue un primer aldabonazo del despertar democr¨¢tico del campo. En vista de ello no hubo partido pol¨ªtico que no incluyera en su campa?a electoral flamantes cap¨ªtulos de pol¨ªtica agraria elaborados, salvo honrosas excepciones, en la precipitaci¨®n de ¨²ltima hora. Los m¨ªtines en los pueblos, aunque no muy concurridos, se multiplicaron en la primavera del 77. De todas formas, el partido gubernamental, UCD, contaba con todas las cartas en la mano para alzarse con una clara victoria en los medios rurales por el conservadurismo esperado en los agricultores, todav¨ªa traumatizados por la era del control pol¨ªtico y sindical de las hermandades, y por el desprestigio profundo en el que se encontraban los antiguos caciques del r¨¦gimen anterior, encuadrados en Alianza Popular. La izquierda poco pudo hacer, a no ser en algunas provincias andaluzas y catalanas, en donde estaba algo m¨¢s implantada.
Hasta aqu¨ª todo normal. Pero en los meses transcurridos desde el 15 de junio, la din¨¢mica propia del malestar campesino ha seguido derroteros que poco tienen que ver con la evoluci¨®n pol¨ªtica general del pa¨ªs. La falta de una consolidaci¨®n pol¨ªtica del sector agrario, la d¨¦bil implantaci¨®n en el de las nuevas formas de relaci¨®n pol¨ªtica de corte democr¨¢tico y su ya preocupante aislamiento cultural, han ido profundizando la gran brecha que separa el mundo rural y el mundo urbano. Mientras tanto, los partidos pol¨ªticos estaban demasiado ocupados en otros menesteres para interesarse por esta evoluci¨®n.
Pol¨ªtica del Gobierno
La victoriosa UCD no ha tenido gran capacidad de maniobra en pol¨ªtica agraria. Entregado el Gobierno a una pol¨ªtica estabilizadora de corte parecido a la de 1959 (no se olvide que buena parte de sus impulsores son los mismos de entonces), hab¨ªa de sacrificar ciertos sectores de actividad y a la cabeza de ellos, por supuesto, se encuentra el agr¨ªcola. Ni siquiera merece la pena comentar esta decisi¨®n, una vez m¨¢s, equivocada; simplemente lo constatamos como lo han constatado ya, con preocupaci¨®n, muchos de los diputados del partido gubernamental que deben su esca?o a los votos rurales.
Posici¨®n del PSOE
El Partido Socialista Obrero Espa?ol improvis¨® un programa agrario ut¨®pico, e incluso, algo surrealista y, que sepamos, todav¨ªa no ha emprendido una revisi¨®n a fondo de tal programa. Su implantaci¨®n entre los agricultores aut¨®nomos no es importante; en cambio, ha desarrollado una considerable actividad de captaci¨®n en los jornaleros (sin tierra o propietarios de peque?as parcelas) con resultados dif¨ªciles de predecir. El PSOE, de acuerdo con su estrategia de alternativa de Poder, necesita controlar los distintos eslabones que permiten consolidar dicho poder, y uno de ellos es el sindical.
Pero en el campo las cosas son distintas, y el relativo ¨¦xito del lanzamiento de la UGT no parece tan evidente cuando se trata del sector agrario. Es as¨ª como el partido se encuentra en una cierta situaci¨®n de incertidumbre; por un lado, tiene reparos a la hora de apoyar alternativas como la de las Uniones de Agricultores y Ganaderos, porque no las controla y, por otro lado, importantes sectores de base campesina del PSOE no ven claro el ¨¦xito en el lanzamiento de la Federaci¨®n de Trabajadores de la Tierra, prefiriendo integrarse en un movimiento campesino unitario e independiente. Parece evidente que el Partido Socialista deber¨¢ adoptar en breve plazo una cierta soluci¨®n de compromiso entre sus intereses partidistas y las limitaciones y peculiaridades de la agricultura. En cualquier caso, toda esta incertidumbre en la actuaci¨®n no ha beneficiado en nada a la imagen del partido en el campo.
El PCE
En cuanto al PCE, ¨¦ste contaba con un programa bastante elaborado y realista. Su concepci¨®n del movimiento sindical campesino tambi¨¦n parec¨ªa m¨¢s correcta y ajustada a la realidad agraria. Sin embargo, a pesar de la justa teorizaci¨®n de las principales l¨ªneas de la pol¨ªtica sindical en el campo, no parece que ¨¦sta haya sido comprendida por todos sus militantes, especialmente en lo que se refiere a m¨¦todos de trabajo y a la independencia del movimiento. Algunos sectores del PCE han actuado con un cierto af¨¢n de control de la acci¨®n sindical empleando t¨¢cticas ya en desuso en una sociedad democr¨¢tica. Ello ha creado algunos problemas a las Uniones de Agricultores y Ganaderos en su lucha por mantener a toda costa la autonom¨ªa respecto a los partidos pol¨ªticos y tampoco ha beneficiado la imagen del PCE en los medios rurales.
El uso m¨¢s generalizado y agudizado de t¨¢cticas partidistas y manipuladoras por parte de otros partidos de izquierda explican su escasa o nula incidencia en un movimiento que, como el campesino, es extremadamente sensible a los intentos de control y manejo por parte de cualquier formaci¨®n pol¨ªtica.
Esta lamentable actuaci¨®n de los principales partidos, junto con otras causas (entre las m¨¢s importantes de las cuales est¨¢ la escasa conciencia pol¨ªtica de los agricultores), contribuye a que las organizaciones sindicales del campo tiendan m¨¢s y m¨¢s a presentar alternativas propias e independientes que pudieran ser el germen de uno o varios partidos agrarios. Ello es especialmente importante si las elecciones municipales se celebran, como parece, antes de las generales. A esta tendencia espont¨¢nea de las propias uniones de campesinos hay que a?adir la creciente tentaci¨®n de numerosos diputados rurales de UCD en el sentido de asumir con oportunismo las plataformas reivindicativas de las organizaciones sindicales de su provincia y regi¨®n y asegurarse su reelecci¨®n como independientes agrarios hasta tanto el tiempo o la autoridad no lo impidan.
Es dif¨ªcil analizar a qui¨¦n favorecer¨ªa la formaci¨®n de un partido agrario. A corto plazo, y ante las municipales, es posible que los partidos m¨¢s perjudicados -por ser a los que tal partido puede restar m¨¢s votos- sean UCD y PSOE, ya que AP y PCE tienen clientelas bastante fijas. Sin embargo, a la larga, los principales afectados ser¨¢n los partidos de izquierda, ya que, hist¨®ricamente, los partidos agrarios acaban casi siempre convirti¨¦ndose en un juguete en manos de la derecha. Y una parte importante de la culpa la tendr¨¢n los propios partidos de izquierda; en un pa¨ªs que camina hacia la consolidaci¨®n de la democracia y con un Parlamento libremente elegido, la oposici¨®n no puede pensar ya, como antes, que cualquier movimiento de protesta se dirige s¨®lo contra el Gobierno. Aunque en principio ocurra de este modo, si los partidos de la oposici¨®n no hacen nada por apoyar noblemente tales movimientos, el descontento se acaba volviendo tambi¨¦n contra ellos. Y esto es precisamente lo que est¨¢ ocurriendo.
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