Cuando se cierran las puertas tras el proyecto de Constituci¨®n
Secretario general del Partido Comunista Obrero Espa?ol
El proyecto de texto constitucional traspas¨® el umbral del Congreso. Expir¨® el plazo para que los partidos parlamentarios presentaran Sus enmiendas. Podr¨ªamos decir que es el final del comienzo de la elaboraci¨®n del proyecto. Pero el hombre de la calle se ha quedado boquiabierto de asombro ante las mil y pico enmiendas hechas por las mismas fuerzas que han intervenido en su confecci¨®n.
La prensa sensacionalista ha anunciado a grandes titulares que se ha roto el consenso.
La verdad sea dicha, las enmiendas no modifican en lo esencial el texto que le¨ªmos en el Bolet¨ªn de las Cortes. El consenso entre la derecha y la izquierda con representaci¨®n parlamentaria contin¨²a. Algunas enmiendas est¨¢n destinadas al escaparate de la publicidad; las m¨¢s, con vistas a las pr¨®ximas elecciones municipales; las menos -puramente oportunistas-, manifestando de antemano apat¨ªa en su defensa y pocas esperanzas de verlas plasmadas en la realidad. Y, en conclusi¨®n, todas las enmiendas son el exponente claro de los desvelos de los partidos parlamentarios por dorar la p¨ªldora para que el pueblo trague mejor el proyecto de Constituci¨®n.
Si miramos de cara a la realidad, no podemos por menos de constatar que el proyecto de texto constitucional produce una insatisfacci¨®n general, no goza de audiencia popular, no satisface ni a tirios ni a troyanos. Y se trata, nada m¨¢s y nada menos, que de la ley fundamental que ha de fijar el r¨¦gimen socioecon¨®mico y estatal del pa¨ªs, determinar las estructuras de los ¨®rganos de poder y de la Administraci¨®n y regular su actividad, establecer el sistema electoral y se?alar los derechos y deberes de los ciudadanos. ?Ah¨ª es nada la cuesti¨®n!
Por lo visto, ni el Gobierno del se?or Su¨¢rez ni los partidos con representaci¨®n parlamentaria est¨¢n interesados en que los ciudadanos tomemos directamente la palabra, demos nuestra opini¨®n y hagamos las objeciones que suscita el proyecto de Constituci¨®n.
El problema no estriba, a nuestro juicio, en que los ciudadanos digamos ?si? o ?no? al proyecto de texto constitucional; estriba en interesar en ¨¦l al pa¨ªs entero, en ponerlo a debate p¨²blico para que todo el mundo pueda exponer, sin cortapisas, sus respectivos puntos de vista, y, sobre todo, para saber en qu¨¦ medida ese proyecto responde a lo que quiere la inmensa mayor¨ªa de la poblaci¨®n y recoge sus inquietudes y anhelos m¨¢s sentidos.
Creemos que esa es la v¨ªa m¨¢s democr¨¢tica para elaborar un texto constitucional y conseguir un aut¨¦ntico consenso popular.
Justamente por ello he tomado la pluma para dar la opini¨®n que merece a mi partido, y a m¨ª personalmente, el proyecto de Constituci¨®n. No es mi prop¨®sito adentrarme en el frondoso bosque del Derecho constitucional. Por las p¨¢ginas de EL PAIS desfilan prestigiosos especialistas en Derecho, jurisconsultos y juristas, que ofrecen con maestr¨ªa ideas y reflexiones de diversa ¨ªndole. Mi objetivo es m¨¢s modesto y limitado.
El Derecho de una ¨¦poca determinada ha de ser expresi¨®n -si no fiel, aproximada- de la realidad de esa misma ¨¦poca. De lo contrario, puede ser cualquier cosa menos Derecho. Pero ?acaso el proyecto de Constituci¨®n es el reflejo de la actual realidad espa?ola, de la sociedad democr¨¢tica y avanzada que necesitamos hoy, y acorde con los tiempos que corren? Naturalmente que no.
Por eso, el X Congreso del PCOE, celebrado recientemente, ha declarado sin equ¨ªvocos que ¨¦sa no es nuestra Constituci¨®n, la Constituci¨®n de los comunistas, que no hemos renunciado ni al marxismo ni al leninismo, para la presente etapa democr¨¢tica, dentro del acontecer hist¨®rico del mundo y de nuestro pa¨ªs. A nuestro modo de ver, el proyecto de Constituci¨®n es de hechura francamente burguesa occidentalista, dirigido a mantener en lo fundamental el modelo de sociedad que ha venido salvaguardando los ?sacrosantos? intereses de un pu?ado de oligarcas que tienen en sus manos el poder econ¨®mico real de Espa?a.
No pretende avanzar
Es un proyecto de Constituci¨®n timorato, exponente del ?conservadurismo? de sus progenitores, que no pretende avanzar por la senda del progreso social. En suma, manifestaci¨®n del compromiso pol¨ªtico contra¨ªdo con la derecha espa?ola por los partidos de izquierda con representaci¨®n parlamentaria, a espaldas de los trabajadores y de las masas populares en general.
Para hacer una calificaci¨®n breve del proyecto de texto constitucional, digamos que ¨¦ste representa un retroceso respecto a la Constituci¨®n de la Segunda Rep¨²blica, y desde entonces ha pasado mucha agua bajo los puentes.
El proyecto de Constituci¨®n se parece m¨¢s a un programa, a un dec¨¢logo de prop¨®sitos e intenciones, que a una Constituci¨®n. Un programa formula lo que todav¨ªa no existe, lo que debe alcanzarse en lo porvenir; es decir, se refiere al futuro; en tanto que una Constituci¨®n es todo lo contrario: ha de recoger lo que ya existe, lo que se ha conseguido; o sea, el presente.
El proyecto no va m¨¢s all¨¢ del reconocimiento formal de derechos fundamentales de los ciudadanos, sin que se hayan establecido previamente las condiciones, las posibilidades y los medios para su ejercicio pleno. Pero, incluso, sin que existan a¨²n, el texto deber¨ªa ser expl¨ªcito en cuanto a las medidas efectivas que se prev¨¦n para el ejercicio de los derechos y libertades que reconoce el proyecto.
Pongamos un ejemplo: el proyecto proclama el derecho al trabajo y a la cultura, cuando hoy existen m¨¢s de un mill¨®n de parados, cuando -seg¨²n cifras oficiales- m¨¢s de 200.000 j¨®venes no han trabajado nunca por falta de colocaci¨®n, cuando millares de muchachos y muchachas no pueden ejercer sus carreras -a las que han dedicado a?os de esfuerzo y en las que han puesto sus ilusiones-, vi¨¦ndose obligados, en el mejor de los casos, a aceptar puestos de trabajo que no tienen nada que ver con su profesi¨®n, ni con sus gustos y aspiraciones.
?Y qu¨¦ podemos decir en cuanto a la proclamaci¨®n del derecho a la cultura, que choca brutalmente con la realidad de nuestros d¨ªas? Decenas de millares de ni?os carecen de escuelas, y los que las frecuentan lo hacen en muchas que son inadecuadas y carentes de posibilidades para impartir una ense?anza moderna. S¨®lo un n¨²mero ¨ªnfimo de hijos de trabajadores tiene acceso a la ense?anza superior, e, incluso, a la ense?anza media; las familias modestas necesitan ineludibiemente la aportaci¨®n de salarios y sueldos de sus miembros j¨®venes para cubrir agujeros en sus presupuestos dom¨¦sticos. Y ante este panorama pavoroso, el debate sobre la cultura se desplaza a una ?libertad de ense?anza? sui generis. Nosotros somos, por supuesto, partidarios de la libertad de ense?anza, libertad para que los padres puedan determinar si sus hijos deben recibir o no ense?anza religiosa, sin menoscabo de los estudios generales.
Hasta el ?derecho a la propiedad privada?, proclamado en el proyecto de Constituci¨®n, no est¨¢ asegurado para todos los ciudadanos. El proceso de concentraci¨®n de la producci¨®n y de centralizaci¨®n del capital -fen¨®menos que contemplamos en estos momentos con la fusi¨®n de bancos- acelera la expropiaci¨®n de medianos y peque?os empresarios o les hace vivir en constante mutaci¨®n, ora aurruinados o absorbidos por el gran capital, los monopolios, y las multinacionales; ora redivivos para satisfacer necesidades de las propias grandes empresas, pero siempre con una tendencia a convertirlos, cada vez m¨¢s, en ap¨¦ndices de ¨¦stas.
Estos son s¨®lo botones de muestra que permiten preguntar: ?d¨®nde est¨¢ la tan cacareada igualdad de oportunidades? Unos lo poseen todo, otros no tienen nada o casi nada. Estos sufren la inseguridad; aqu¨¦llos gozan de la seguridad. ?C¨®mo puede establecerse una verdadera convivencia entre quienes pueden ejercer los derechos y los que carecen de esa posibilidad?
Los art¨ªculos del proyecto de Constituci¨®n que se refieren a las libertades democr¨¢ticas est¨¢n llenos de reservas y restricciones, que, en muchos casos, las minimizan por temor a que se deteriore el ?orden social establecido? y la integridad del r¨¦gimen socioecon¨®mico capitalista. Aunque durante a?os se ha querido negar la lucha de clases, es una realidad tan incontrovertible que no pod¨ªa pasar inadvertida a los autores del proyecto.
Alfa y omega de la vida del hombre
Te¨®ricamente, la libertad es el alfa y el omega de la vida del hombre; pero en el proceso real de la pr¨¢ctica hist¨®rica, la libertad de unos supone la limitaci¨®n de la libertad de otros: por ejemplo, la libertad de los trabajadores, obreros, campesinos, empleados, intelectuales, es la limitaci¨®n de la de los capitalistas, banqueros, grandes industriales y terratenientes. Los problemas de la libertad del individuo y de la democracia separados de los problemas de las clases sociales, llevan inevitablemente a una contradicci¨®n indisoluble. Y es parad¨®jico que no se ha aprobado a¨²n la Constituci¨®n y se habla ya de recortar todav¨ªa m¨¢s las libertades que el proyecto reconoce con leyes ?antiterroristas? y de ?excepci¨®n?. Para ello se esgrimen como argumento los actos de violencia que se producen hoy en Espa?a, exagerados de modo exorbitante por determinados c¨ªrculos de la derecha, cuando no es ella misma quien, en algunos casos, los protagoniza para atizar una campa?a de descr¨¦dito de la democracia.
En realidad, el clima de violencia y delincuencia en Espa?a es inferior al existente, por ejemplo, en EEUU y en algunos pa¨ªses de Europa occidental. Las causas que han creado ese clima son, como es sabido, de orden general y de orden particular. Entre las primeras figuran la profunda crisis pol¨ªtica, econ¨®mica, social y moral que sufre el mundo capitalista, graves problemas demogr¨¢ficos, el paro -especialmente el de la juventud-, que origina una verdadera miseria moral, las escandalosas desigualdades sociales y, no en peque?a medida, la exaltaci¨®n de la violencia que, en los medios de comunicaci¨®n, adquiere tales dimensiones que constituye un atentado a la libertad y la sensibilidad de las personas.
Esas causas generales se dejan sentir en Espa?a y se unen a las particulares del proceso pol¨ªtico de democratizaci¨®n del pa¨ªs, pero en modo alguno los actos terroristas -que todos condenamos- pueden achacarse a la inseguridad que ?crea? la libertad, a la amnist¨ªa, a los jueces, a la pol¨ªtica auton¨®mica de nacionalidades y regiones y a otros absurdos por el estilo.
La seguridad nace de la libertad; cuanto mayores son los derechos y las posibilidades de ejercerlos, m¨¢s s¨®lida es la seguridad, y por eso, en opini¨®n de nuestro partido y en opini¨®n personal m¨ªa, es preciso acelerar el proceso de democratizaci¨®n del pa¨ªs, ahondando en ¨¦l hasta el m¨¢ximo, modificando aspectos esenciales del actual ?orden social establecido?, y no en la medida que lo hace el proyecto de Constituci¨®n.
S¨ª: los comunistas, los leninistas, vamos hacia el socialismo a trav¨¦s de la democracia; es decir, en un proceso de unidad dial¨¦ctica de las transformaciones democr¨¢ticas y socialistas. De ah¨ª que resulta muy extra?o que se nos exijan pruebas de convicci¨®n democr¨¢tica por gentes de dudosas concepciones liberales, que nunca levantaron un dedo contra la tiran¨ªa y la ferocidad del fascismo. Los comunistas tenemos una hoja de servicios limpia, heroica y consecuente en defensa, de las libertades democr¨¢ticas.
Las soluciones a nuestros problemas no pueden provenir, a nuestro entender, de una ?econom¨ªa social de mercado?, de un ?modelo de sociedad de inspiraci¨®n personalista?, de una presunta conjunci¨®n de ?econom¨ªa social de mercado-democracia?, que propugnan determinados sectores de la derecha, ni tampoco del inmovilismo.
El X Congreso del Partido Comunista Obrero Espa?ol ha presentado soluciones serias a trav¨¦s de la estructuraci¨®n de un modelo de sociedad democr¨¢tica, antimonopolista en lo econ¨®mico y popular en lo pol¨ªtico, y una forma de Estado en congruencia con ese modelo. Como es sabido, nuestra opci¨®n en cuanto a la forma de Estado es republicana y federalista, y no por enemiga contra determinadas personas, dignas de respeto, sino por nuestro convencimiento de que es la forma estatal m¨¢s id¨®nea y conveniente.
La reactivaci¨®n depende de las inversiones
El modelo de sociedad que ha trazado nuestro X Congreso puede crear las condiciones para salir del c¨ªrculo vicioso en que se encuentra nuestra econom¨ªa nacional: la reactivaci¨®n depende de las inversiones; ¨¦stas, de la confianza, y para crear esa confianza, el Gobierno y los partidos con representaci¨®n parlamentaria no se atreven a aplicar un tratamiento eficaz para curar los males que aquejan hoy a nuestra econom¨ªa. Nuestro partido, dentro de la legalidad a que nos hemos acogido, har¨¢ los mayores esfuerzos por propagar el modelo de sociedad democr¨¢tica antimonopolista y popular, que entra?a profundos cambios estructurales en lo pol¨ªtico, lo econ¨®mico, lo social y lo cultural; cambios que encontrar¨¢n, no nos cabe duda, su sanci¨®n jur¨ªdica en una futura Constituci¨®n, muy distinta al actual proyecto de texto constitucional que pasa a discusi¨®n en las Cortes. Ni que decir tiene que el PCOE, su direcci¨®n, sus organizaciones y militantes apoyar¨¢n todo aquello que contribuya al desarrollo de la democracia y pueda acercar la perspectiva socialista en Espa?a.
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