Los presos britanicos, aislados del exterior y sin derechos civiles
Los 42.000 reclusos en las c¨¢rceles brit¨¢nicas son un conjunto de individuos privados de la casi totalidad de sus derechos civiles y aislados del mundo exterior por un muro impenetrable de silencio burocr¨¢tico. Un libro aparecido esta semana, del que los medios informativos se han hecho poco o nulo eco, descubre un sistema penitenciario en los ant¨ªpodas del que reclama una sociedad evolucionada y democr¨¢tica. Un comit¨¦ parlamentario especial estudia estos d¨ªas su posible reforma.El libro Prisons secrets, de los profesores Stan Cohen, de la Universidad de Essex, y Laurie Taylor, de la de York, revela lo habitual de pr¨¢cticas como la censura de cartas y peri¨®dicos, la prohibici¨®n de escribir desde la c¨¢rcel para cualquier tipo de publicaci¨®n y la imposici¨®n de un riguroso secreto oficial sobre lo que sucede en las prisiones del pa¨ªs a todos cuantos trabajan para el sistema carcelario.
Los presos pueden recibir una sola visita al mes, de media hora de duraci¨®n, y seleccionada por las autoridades de la c¨¢rcel de una lista previa. Una carta a la semana es lo m¨¢ximo que se les permite enviar o recibir y aun as¨ª puede serles devuelta censurada si, a juicio de los oficiales de la prisi¨®n, contiene material objetable. Nada escrito o dibujado sobre la vida cotidiana en una c¨¢rcel brit¨¢nica puede salir de ella con su inquilino. Veintiocho d¨ªas antes de que el recluso sea puesto en libertad, se revisan sus notas personales y, en su caso, se censuran. No se puede elevar ninguna queja sobre el trato carcelario de un recluso a los representantes parlamentarios sin que las autoridades de la prisi¨®n hayan investigado previamente la denuncia. La comunicaci¨®n con abogados y diputados est¨¢ restringida por una cortina de formalidades burocr¨¢ticas, que llegan hasta la necesidad de un permiso expreso del ministro del Interior autorizando las entrevistas, permiso que suele llegar meses despu¨¦s de haber sido solicitado.
El Departamento de Prisiones funciona, seg¨²n los profesores Cohen y Taylor, como un engranaje militar cuyo objetivo final es preservar el secreto carcelario del conocimiento del enemigo: los propios reclusos y los ciudadanos en general. Todos cuantos trabajan para una prisi¨®n y sus visitantes ocasionales han de darse por enterados de la ley de secretos oficiales, bajo cuyas previsiones pueden ser perseguidos.
El comportamiento de los reclusos brit¨¢nicos est¨¢ regulado por m¨¢s de cuatrocientas disposiciones, cuya interpretaci¨®n est¨¢, a su vez, contenida en prolijas ¨®rdenes y circulares. A los peri¨®dicos e investigadores, en general, no les es f¨¢cil obtener informaci¨®n que vaya m¨¢s all¨¢ de la estad¨ªstica sobre la vida en las c¨¢rceles de este pa¨ªs. El argumento esgrimido es siempre la necesidad de preservar la seguridad, a pesar de que una buena parte de la poblaci¨®n reclusa cumple s¨®lo condenas menores, que no exceden de un a?o.
El libro de Cohen y Taylor sugiere alternativas radicales para humanizar y dignificar el sistema penitenciario brit¨¢nico.
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