La OUA en sus desprop¨®sitos
La mayor parte de los l¨ªderes africanos tienen s¨®lo una idea aproximada de la situaci¨®n geogr¨¢fica de las islas Canarias. Son todav¨ªa menos los preocupados por la historia, la cultura o el componente demogr¨¢fico de las islas: recuerdo todav¨ªa la sorpresa de un director pol¨ªtico de la OUA cuando, al regresar de un viaje a Canarias, me confesaba no haber encontrado un solo individuo de raza negra. Son esos mismos l¨ªderes los que se acogen a las normas de derecho internacional cuando as¨ª les conviene, para rechazarlas, tambi¨¦n seg¨²n su conveniencia, en virtud de la referencia a ?otra civilizaci¨®n? -distorsionando as¨ª una verdad posible e introduci¨¦ndola en un sistema de duplicidades. Todo ello en un contexto donde la descolonizaci¨®n ha sacralizado su significado en funci¨®n de datos raciales o puramente de ilusa uni¨®n continental. La OUA, que nace en 1963 en medio de l¨®gico entusiasmo derivado de las reci¨¦n estrenadas independencias, ha contado ya con quince a?os para demostrar su impotencia en la prosecuci¨®n de sus fines principales: la promoci¨®n de una unidad entre los estados africanos, la elevaci¨®n del nivel de vida y la supresi¨®n del colonialismo en todo el continente.Comenc¨¦ mi vida profesional como diplom¨¢tico en Addis Abeba, en 1967, y me llegaron a herir como propias las frustraciones de un continente que acced¨ªa a la libertad sin haber superado los enfrentamientos tribales, que deb¨ªa mantener las fronteras artificiales del colonialismo en evitaci¨®n de otro gigantesco reparto, que apenas contaba con la econom¨ªa de supervivencia que las potencias coloniales hab¨ªan tolerado, que luchaba con palabras contra la presencia soberana extranjera y extracontinental cuando de hecho los actores pasivos y activos de la dependencia nunca se vieron sustancialmente alterados.
Impotencia ante los grandes temas.
Por lo dem¨¢s, ?no era la Etiop¨ªa de Haile Selassie la potencia colonizadora de Eritrea y otras regiones marginales en el Imperio?; ?qu¨¦ se hizo de Biafra, sino condenarla al exterminio?; ?de las diversas intervenciones armadas extranjeras que desde entonces se han producido y se siguen produciendo?; ?d¨®nde est¨¢n los pronunciamientos de la OUA sobre esas nuevas encarnaciones sanguinarias de los tradicionales reyezuelos de aldea, ll¨¢mense Bokassa o Amin o Macias?; ?d¨®nde est¨¢ la participaci¨®n de la OUA en el tema del Sahara?...
Impotencia en los grandes temas, incapacidad de acci¨®n conjunta, imposibilidad de resolver disputas entre los estados miembros, sobrecarga ideol¨®gica y emocional, instrumentalizaci¨®n interesada por parte de los estados m¨¢s radicalizados: esa es la OUA que en sus tiempos conoc¨ª. Esa es la que, seg¨²n todos los indicios, sigue funcionando, en el olvido consciente y continuo de las necesidades reales de todo un continente.
Creo aberrante la postura que la Organizaci¨®n de la Unidad Africana est¨¢ siguiendo sobre todo el tema canario. Y estoy convencido de que al espa?ol medio, en la Pen¨ªnsula o en las islas, ese sentimiento de aberraci¨®n le embarga cuando le llegan las noticias de las recientes reuniones de la Organizaci¨®n en Tr¨ªpoli. No ser¨¢n pocas las voces que carguen esas decisiones a las insuficiencias de una pol¨ªtica exterior, a una indebida selecci¨®n de prioridades o al tema del Sahara. No faltar¨¢n otros que, en tono lastimero, estimen con fatalismo lo que pudiera ser un nuevo moj¨®n en las tradicionales desventuras internacionales de nuestro pa¨ªs. Por supuesto, no faltar¨¢ partido en la oposici¨®n que acuse al Gobierno de ser el responsable de la situaci¨®n por haber propiciado la ratificaci¨®n del acuerdo pesquero con Marruecos -como si la espa?olidad de las Canarias pudiera ser negociable con Argelia a cambio de sus intereses.
Argelia, principal instigador.
Congreso y Senado han demostrado que, por encima de las fronteras partidistas, existe un consenso b¨¢sico para rechazar las decisiones de la OUA sobre el tema -y por parte del Gobierno la voluntad declarada para impedir que cualquier tipo de amenaza pueda concretarse en las islas. S¨ª puede en cambio ocurrir que, al socaire de las decisiones de la OUA, Argelia, que una vez m¨¢s se ha convertido en el principal impulsor del tema, aumente los efectivos materiales y t¨¦cnicos con que hasta ahora ha venido ayudando al terrorismo canario. Argel ha contado con la complacencia de ciertas fuerzas pol¨ªticas que, fascinadas por el atractivo de la fraternidad ideol¨®gica, han colaborado gustosa e ingenuamente en una bien preparada maniobra de pol¨ªtica exterior paralela -cuyo resultado m¨¢s visible han sido las decisiones de Tr¨ªpoli-. Ciertamente, esas mismas decisiones pueden ser achacadas a las insuficiencias en el planteamiento de la pol¨ªtica exterior del Gobierno, sobre todo si por esas insuficiencias se entiende no ser tan partidario de las tesis argelinas como el PSOE lo hubiera deseado. ?Pero es que ha logrado el PSOE de los argelinos el que las Canarias dejaran de ser objeto de sus tradicionales presiones y chantajes? Y si nos remontamos a un planteamiento africano general, ?no reconoc¨ªa Emilio Men¨¦ndez, en un art¨ªculo recientemente publicado en EL PA?S, que el tanzano M'bita, secretario del Comit¨¦ de Liberaci¨®n, se mostr¨® voluntariamente sordo a los argumentos en pro de unas Canarias inequ¨ªvocamente espa?olas en una conversaci¨®n celebrada hace ya bastantes meses? M'bita es una buena muestra de la deshonestidad pol¨ªtica e intelectual a que se puede llegar desde el radicalismo frustrado, pero me temo que entre el absentismo de unos, la ignorancia de otros y la voluntad instrumentalizadora de unos terceros, el tema en la OUA era inevitable. La pol¨ªtica exterior del Gobierno no puede ser tachada en este sentido de inadecuada o de inexistente, y s¨®lo con un claro abuso de los t¨¦rminos se puede hacer esa pol¨ªtica exterior continuadora de la conducta en tiempos pasados. Olvidando adem¨¢s que la primera conclusi¨®n operativa a que a todos los niveles deber¨ªa llegarse es ¨¦sta: las Canarias no son un tema de pol¨ªtica exterior y el pa¨ªs no depende de sus relaciones internacionales para afirmar que las islas son parte integrante e irrenunciable del territorio nacional.
Las decisiones del Consejo de Ministros de la OUA deben ser todav¨ªa ratificadas por la cumbre de jefes de Estado, que habr¨¢ de tener lugar dentro de pocos meses en Jartum. Desde el punto de vista formal, las decisiones del Consejo de Ministros no ser¨¢n operativas hasta su endoso por los jefes de Estado, y ello marca un comp¨¢s de espera que el Gobierno espa?ol habr¨¢ de aprovechar para que los africanos hagan verdad lo que el presidente en ejercicio de la OUA, Bongo, dijo hace pocos meses en Madrid: ?No me cabe la menor duda sobre la espa?olidad de las Canarias. ? Comp¨¢s de espera que previsiblemente el Gobierno argelino utilizar¨¢ para reforzar la presi¨®n y los intentos de retorsi¨®n en el sempiterno intento de alterar el equilibrio de los planteamientos espa?oles en su propio beneficio. De momento las posturas argelinas, como en tantas otras ocasiones, parecen buscar el efecto contrario al l¨®gicamente deseado, de ?cuanto peor mejor?. Porque ?qui¨¦n en este pa¨ªs puede mostrarse en desacuerdo con las declaraciones oficiales de Marruecos y Mauritania afirmando la espa?olidad de las Canarias?
Perder una ocasi¨®n.
Comp¨¢s de espera para la reflexi¨®n desde las perspectivas de las mutuas conveniencias. En su aislamiento diplom¨¢tico actual, Argelia nada gana con el enconamiento de unas relaciones ya suficientemente tensas con apa?a. El Gobierno, a trav¨¦s de su ministro de Asuntos Exteriores, hab¨ªa manifestado su prop¨®sito de profundizar los lazos con los pa¨ªses africanos. ?Puede interesar a la OUA que ese prop¨®sito quede aplazado indefinidamente ante muestras intolerables de animosidad? Entre los pa¨ªses africanos, hemos tenido tradicionalmente buenas razones de entendimiento con los ¨¢rabes. Seg¨²n informaciones fragmentarias, Libia se ha mostrado neutral en la discusi¨®n, pero ?qu¨¦ se ha hecho de T¨²nez, Egipto, Sud¨¢n y Somalia? ?Es esa toda la atenci¨®n que nuestras causas merecen en momentos de cierta dificultad, cuando precisamente las comunes de la naci¨®n ¨¢rabe han sido objeto de permanente atenci¨®n y defensa por parte espa?ola?
En conjunto, la OUA me preocupa bien poco. Me inquieta, sin embargo, que entre el activismo interesado de los argelinos, la pureza revolucionaria de alg¨²n tanzano, el absentismo de bastantes y la sonriente inhibici¨®n ignorante de muchos, los africanos se embarquen en un camino tan declamatorio como los acostumbrados y pierden la ocasi¨®n de entrar en contacto profundo y fruct¨ªfero con un pa¨ªs, que sin hip¨¦rbole, puede ser calificado como el m¨¢s africano de los europeos y el m¨¢s europeo de los africanos.
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