El d¨ªa del colapso circulatorio en Madrid
Si las matem¨¢ticas no mienten, el 25 de noviembre de 1980, martes, ser¨¢ el momento del colapso. Ese d¨ªa, los problemas circulatorios de Madrid se ver¨¢n agravados por una complicaci¨®n inapelable: la impenetrabilidad de la materia. Sobre las nueve de la ma?ana, es decir, en el apoteosis de las horas-punta, el parque m¨®vil de la ciudad se convertir¨¢ obligatoriamente en un parque inm¨®vil: el n¨²mero de coches habr¨¢ crecido tanto que los veh¨ªculos carecer¨¢n de espacio para desplazarse, las luces de los sem¨¢foros carecer¨¢n de sentido, y los brazos de los guardias urbanos, de autoridad. Las zonas practicables de la ciudad estar¨¢n totalmente ocupadas: si alguien se mueve en cualquier direcci¨®n, golpear¨¢ ineludiblemente al que le preceda o al que le siga. Entonces, un experto ordenar¨¢ que los coches sean dirigidos, uno a uno, hacia el exterior de la ciudad, con lo que, sin pretenderlo, exigir¨¢ que los bur¨®cratas se dispersen. Decidir¨¢ que las constantes biol¨®gicas de Madrid no puedan mantenerse. La soledad de los ministerios y los bancos.Esta es, al menos, la conclusi¨®n a la que ha llegado un matem¨¢tico neutral: el ordenador electr¨®nico ?HB 62/40? de que dispone la secci¨®n de Proceso de batos de EL PA?S, cuyos circuitos est¨¢n al margen de las elecciones municipales, la especulaci¨®n del suelo y otros feroces par¨¢metros de la sociedad de consumo.
A la vista de sus c¨¢lculos, alguien dir¨¢ ?seguro que eso no va a suceder: las autoridades encontrar¨¢n una soluci¨®n?.
Alguien dir¨¢ exactamente lo mismo que se ha venido diciendo desde hace veinte a?os.
Hay una fecha
Es evidente, sin embargo, que el colapso de Madrid no est¨¢ llamado a producirse en una fecha concreta, sino por aproximaciones. Si hoy mismo los due?os de todos los veh¨ªculos del parque actual fueran convocados en el sector determinado por el Segundo Cintur¨®n, las 849.000 unidades se pondr¨ªan en marcha y ocupar¨ªan setecientas hect¨¢reas de superficie de calle. Bastar¨ªa que un loco lanzara el s¨²bito rumor de que uno de nuestros millonarios est¨¢ dispuesto a repartir su cuenta corriente entre los ciudadanos que primero lleguen a la puerta del Sol para que los problemas arteriales de Madrid se agravaran inmediatamente: comenzar¨ªan a aparecer trombos de metal en distintos puntos de convergencia; en ciertas encrucijadas, los coches llegados desde todos los barrios jet, colonias y suburbios cerrar¨ªan espirales hoces, cruces gamadas y c¨ªrculos viciosos. Dar¨ªan un primer plazo del caos.
Pero al ordenador no le hemos pedido aproximaciones, sino resultados absolutos. Le hemos preguntado ?cu¨¢ndo?, a partir de la hip¨®tesis de trabajo de que en el futuro se va a seguir haciendo lo mismo que hasta ahora para remediar el crecimiento demogr¨¢fico del caballo de vapor; o sea, decir seguro que alguien buscar¨¢ una soluci¨®n. Algunos datos han tenido que ser estimativos, pero se los ha seleccionado con una frialdad y rigor que garanticen un equilibrio entre los errores por exceso y los errores por defecto. En caso de que la fecha no fuera exacta, al menos sabemos que la fecha existe.
Y si nadie hiciera nada por evitarla, habr¨ªa que tomar decisiones heroicas. Seria aconsejable elevar plegarias a San Francisco de As¨ªs para que moderase la plaga de la contaminaci¨®n, y a San Crist¨®bal para pedirle un doble y contradictorio milagro: que multiplicase las gr¨²as municipales y que dividiese los cepos. Y sobre todo, habr¨ªa que adelantar la Navidad.
Llegada la fecha, sus consecuencias ser¨ªan incalculables. Seguramente, la sospecha de que los planes urban¨ªsticos y el ¨¢rea metropolitana eran s¨®lo un caso particular de los planes de desarrollo y el ¨¢rea de penalti llevar¨ªan a las hordas automovil¨ªsticas en fuga hacia las zonas verdes: invadir¨ªan el Retiro y el Campo del Moro, y abatir¨ªan los setos y los macizo de flores. En tal paroxismo, los carteros no podr¨ªan cumplir con la urgencia de las cartas urgentes, ni los repartidores con su reparto; las sirenas de las ambulancias se confundir¨ªan con las bocinas, y ni siquiera habr¨ªa espacio para el motorista encargado de llevar la dimisi¨®n del alcalde al Ministerio del Interior.
D¨¦se prisa, don Jos¨¦ Luis.
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