Bipartidismo y bifranquismo
?Importa destacar esta l¨ªnea de conducta en un momento de la pol¨ªtica espa?ola que parece dominado por eso que se ha dado en llamar la er¨®tica del poder. La ambici¨®n es un factor que juega en pol¨ªtica como en tantos otros aspectos de la vida. Pretender lo contrario ser¨ªa volver la espalda a la realidad. Pero lo malo de los per¨ªodos de transici¨®n es que en ellos cualquier objetivo parece alcanzable; las ambiciones se desatan y para satisfacerlas se realizan las m¨¢s incre¨ªbles piruetas, se olvidan los m¨¢s solemnes juramentos, se persigue sin rebozo el poder por el poder.Quienes as¨ª proceden olvidan que el poder no es un juguete para la diversi¨®n de la clase pol¨ªtica. Que en una democracia ¨¦sta tiene que estar al servicio del pueblo, reflejar sus preocupaciones y problemas, y ofrecerle soluciones reales y factibles. Es fundamental aprobar una nueva Constituci¨®n, democratizar la vida pol¨ªtica local, restaurar los derechos y libertades p¨²blicos en su integridad y dar paso a unas organizaciones sindicales y empresariales libres y efectivas. Pero todo ello con la mira puesta en el espa?ol de a pie, en el ciudadano al que han de servir las instituciones, y no con el objetivo de aprovechar el proceso para acaparar cada vez mayores parcelas de poder y para cercenar de nuevo el pluralismo pol¨ªtico tan duramente conquistado, dej¨¢ndolo reducido a un bipartidismo que se va pareciendo alarmantemente a un bifranquismo.
Piensen los partidarios de ese bipartidismo forzado que la soluci¨®n de la crisis portuguesa ha sido posible precisamente por dos cosas: porque en el vecino pa¨ªs no existe esa hegemon¨ªa ni en la derecha ni en la izquierda, y porque democristianos y socialistas han sabido comprender que el bien Com¨²n tiene que estar por encima de una visi¨®n alicorta de los intereses de partido. ?
11 marzo
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