Pan, trabajo y libertad
LAS DEMANDAS de pan, trabajo y libertad, coreadas en la concentraci¨®n de parados que culmin¨® el pasado domingo en Madrid, son algo m¨¢s que el grito ret¨®rico y usual de una manifestaci¨®n reivindicativa. Constituyen la dram¨¢tica exigencia de m¨¢s de un mill¨®n de espa?oles que se resisten -con pleno derecho- a seguir siendo ciudadanos de segunda categor¨ªa, privados no s¨®lo de su posibilidad de contribuir al modelo productivo social, sino mayoritariamente de una vida digna y estable.La conducci¨®n ejemplar de la marcha de parados ha evidenciado el grado de madurez de convocantes y convocados. De la misma manera, significativas ausencias -centrales mayoritarias y partidos- han mostrado los diversos grados de preocupaci¨®n que subyacen en las intenciones program¨¢ticas de nuestras fuerzas pol¨ªticas. Su inhibici¨®n ante la convocatoria se comenta por s¨ª sola y no merece siquiera mayor consideraci¨®n. El electorado, ahora o en cualquier otro momento, deber¨¢ tomar buena nota y dar cumplida respuesta cuando corresponda.
Afirmar que el incremento del paro es consecuencia inevitable del proceso de ajuste que precisa la econom¨ªa espa?ola puede parecer l¨ªcito en pura t¨¦cnica econ¨®mica, pero cuando se traduce en la indigencia de m¨¢s de un mill¨®n de trabajadores y sus familias, acudir a ello es un ejercicio de irresponsabilidad y cinismo pol¨ªtico. El otro latiguillo al uso se?ala que el fen¨®meno del paro es com¨²n a todas las econom¨ªas occidentales, pero oculta puerilmente que las dotaciones al desempleo son, en Espa?a, dignas de un pa¨ªs subdesarrollado. Si admitimos que el paro es inevitable -y posiblemente lo sea-, es inmediatamente exigible del Gobierno y las fuerzas pol¨ªticas la articulaci¨®n de dos medidas fundamentales: una pol¨ªtica real de est¨ªmulo al empleo y una dotaci¨®n al seguro de paro racional y suficiente. Hoy, en Espa?a, s¨®lo perciben un insuficiente subsidio de paro el 25 % de los parados reales.
Hasta ahora, el Gobierno se ha limitado a destinar cantidades importantes de fondos p¨²blicos y a emitir abstractas disposiciones, am¨¦n de pomposas declaraciones de que el paro ocupa lugar fundamental en su calendario de preocupaciones. Nada de todo eso se ha traducido en lo que se precisa: una pol¨ªtica de imaginaci¨®n que de verdad estimule la, creaci¨®n de puestos de trabajo. Nunca se debe olvidar que, en tanto este pa¨ªs se rija por las leyes de la econom¨ªa capitalista, el empresario procurar¨¢ que la creaci¨®n de un nuevo puesto d¨¦ trabajo le sea rentable. En esta l¨ªnea, el Gobierno debe proveer los instrumentos para que var¨ªe la tendencia actual; pues lo que hoy sucede en Espa?a es que los empresarios andan obsesionados con la reduci¨®n de puestos de trabajo, lo que de alguna manera es m¨¢s rentable a corto plazo para sus resultados. No puede decirse que exista o haya existido una aut¨¦ntica pol¨ªtica de empleo.
Tampoco el seguro de desempleo ha sido m¨¢s afortunado. A partir de sus ¨ªnfimas dotaciones, la irregularidad de los censos y la picaresca imperante, se ha convertido en un detractor de fondos p¨²blicos que en muy escasas ocasiones alcanza a remediar la s¨ªtuaci¨®n de quienes lo precisan. En primer lugar, no existen estad¨ªsticas fiables respecto al n¨²mero de parados en Espa?a. No se contradicen solamente las cifras de Administraci¨®n y centrales sindicales, sino tambi¨¦n las facilitadas por los distintos Ministerios. En segunda instancia, la complejidad del acceso de los trabajadores a las prestaciones deja fuera de ellas a numerosos parados. Esto ocurre de modo generalizado a aquellos j¨®venes que buscan su primer empleo y que se estima pueden incluso llegar a alcanzar el 50 % del total detrabajadores desocupados del pa¨ªs. Por ¨²ltimo, la picaresca contribuye notablemente a viciar la estructura del seguro. Son muchos los trabajadores que simultanean la percepci¨®n delparo con un trabajo remunerado en una empresa. Es tarea urgente de los responsables de la Seguridad Social eliminar y perseguir estas irregularidades, no s¨®lo sancionando a los trabajadores que recurren a ello, sino -y en mayor medida- a los empresarios que aceptan incorporar a sus plantillas realei a los defraudadores sin notificar sus altas a la SS, con lo que entre otras cosas eluden el pag¨® de las cotizaciones.
Por encima de afirmaciones ret¨®ricas y concepciones de a?ejo liberalismo manchesteriano, el Gobierno debe instrumentar cuanto antes una pol¨ªtica racional de empleo y dotar un seguro de paro racional y suficiente. Las expectativas de reestructuraci¨®n sectorial que se plantean a corto plazo en la industria espa?ola aconsejan colocar -esta vez de verdad- esos objetivos por delante de cualquier otros.
Una sociedad que camina hacia su consolidaci¨®n democr¨¢tica puede permitirse -si no hay m¨¢s remedio- un n¨²mero de parados protegido y adecuadamente atendido, siempre que el esfuerzo por crear nuevos puestos de trabajo sea permanente y prioritario. Abandonar el mercado de trabajo a su suerte, trampeando con subvenciones apresuradas y declaraciones de principios espectaculares, s¨®lo provoca un fen¨®meno que, en castellano sincero, podemos denominar hambre. Y esto ya no es un factor soportable, es un crimen social del que casi todos seremos, al fin, responsables.
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