Un gestor para el INI
LA SUSTITUCION del presidente del Instituto Nacional de Industria, que parece decidida en las m¨¢s altas instancias gubernamentales, es una de las decisiones m¨¢s importantes que el Ejecutivo tiene planteadas en estos momentos El peso espec¨ªfico del primer conglomerado empresarial p¨²blico del pa¨ªs, su destacada. presencia en los sectores en situaci¨®n m¨¢s cr¨ªtica, y el papel del sector p¨²blico que se perfila en la econom¨ªa mixta que aqu¨ª se plantea, confieren al tema vital importancia, por lo que no es extra?o que el Gobierno -sus dirigentes m¨¢s directamente implicados- calibre detenidamente todas y cada una de las posibilidades.Por si todo ello fuera poco, est¨¢ pendiente de elaboraci¨®n el proyecto de estatuto de la empresa p¨²blica, a sancionar por las Cortes, que deber¨¢ ser remitido a los parlamentarios antes del pr¨®ximo 30 de junio, seg¨²n se pact¨® en los acuerdos de la Moncloa. El titular del INI deber¨¢, obviamente, velar por la aplicaci¨®n del estatuto, por lo que se antoja un tanto prematuro decidir la sustituci¨®n, cuando la persona designada no podr¨¢ en modo alguno conocer a priori el esquema filos¨®fico en el que deber¨¢ encuadrar la gesti¨®n de las 63 empresas en las que el Instituto participa directamente y las m¨¢s de doscientas en las que lo hace de modo indirecto, cuando menos.
Seg¨²n todos los indicios, el Gobierno busca en estos momentos a un empresario capaz y brillante, para encomendarle la presidencia del holding estatal, con la idea firme de incorporar criterios de estabilidad y profesionalizaci¨®n a la gesti¨®n del Instituto. Ya ser¨ªa hora, porque no en vano son ya cinco los presidentes que el INI ha tenido en los ¨²ltimos cuatro a?os. Lo que resulta especialmente grave, dada la configuraci¨®n org¨¢nica del Instituto, que dificulta notablemente la toma de contacto de todo nuevo presidente con los problemas reales del grupo de empresas. As¨ª, se ha dado el caso de que alg¨²n presidente ha cesado en sus funciones sin haber tenido oportunidad de atajar ninguno de los males que aquejan al funcionamiento del Instituto y sus empresas. Todo ello ha repercutido notablemente en la marcha del INI, que no acaba de encontrar su papel en la coyuntura que se avecina, y arrastra excesivas. implicaciones pol¨ªtico-burocr¨¢ticas que pueden llegar a desvirtuar la primitiva idea d¨¦ su creador, el ex ministro -ya fallecido- Suances.
El primer objetivo de cualquier reforma del Instituto Nacional de Industria debe ser profesionalizar la c¨²spide de sus empresas. Las recompensas pol¨ªticas, los amiguismos, y la retribuci¨®n de favores, han sido y siguen siendo -por fortuna, en menor grado-, elementos desvirtuadores de la gesti¨®n y factor de desmoralizaci¨®n para los cuadros-aut¨¦nticamente t¨¦cnicos del INI y de sus empresas. Las incompatibilidades entre empresa privada y p¨²blica deben tambi¨¦n incorporarse a la filosof¨ªa inmediata a seguir. Los consejos de administraci¨®n del INI suelen ser panacea envidiable, no s¨®lo por su remuneraci¨®n -escasa en muchos casos-, sino por las prebendas que incorporan y la posibilidad de presionar a la hora de fijar contratos de suministro, ayuda, cooperaci¨®n o, incluso, incidir en el mercado que, como es sabido, no ha sido libre en las ¨²ltimas cuatro d¨¦cadas. Tampoco estar¨ªa de m¨¢s revisar la composici¨®n del consejo directivo del Instituto, plagado en estos momentos de subsecretarios que s¨®lo pueden dedicar tiempos marginales, detra¨ªdos de sus ocupaciones ministeriales, para atender las reuniones de tr¨¢mite del organismo. En tanto no se profesionalicen con mayor amplitud los puestos directivos de la Administraci¨®n, acaso fuera conveniente rebajar la dignidad de los consejeros del Instituto, para evitar su provisionalidad y lograr que realmente constituyeran un elemento de apoyo a la gesti¨®n del grupo de empresas.
Otro elemento de meditaci¨®n para el Gobierno, a la hora de proponer el futuro estatuto de la empresa p¨²blica, es la conveniencia de unificar las distintas participaciones estatales en empresas de todos los sectores, actualmente dispersas por, al menos, seis departamentos, evitando las contradicciones, oposiciones e interferencias acostumbradas entre aquellas sociedades que, siendo de car¨¢cter p¨²blico, concurren en un mismo sector provenientes de distintos ministerios.
Con la salvedad de la oportunidad antes se?alada, si el Gobierno busca en estos momentos un nuevo presidente para el INI deber¨¢, forzosamente, propiciar una sinton¨ªa entre aquellos factores que configuran su proyecto de empresa p¨²blica y la trayectoria del designado. Adem¨¢s, la presencia internacional de Espa?a, las implicaciones financieras exteriores del Instituto -en ¨¦l est¨¢ centrado el 20% de la deuda exterior espa?ola- y la futura integraci¨®n en la Comunidad Econ¨®mica Europea exigen del presidente del primer holding empresarial del pa¨ªs una dimensi¨®n empresarial de corte moderno, ¨¢gil, imaginativo y europeo, capaz de desempe?ar con efectividad el puesto por un per¨ªodo m¨¢s o menos dilatado, al margen de todo desgaste pol¨ªtico. Capaz, en suma, de gestionar la filosof¨ªa del Gobierno de turno -no olvidemos el contexto democr¨¢tico- con honestidad, transparencia y eficacia, aplic¨¢ndola al poderoso instrumento que quedar¨¢ depositado en sus manos. Huelga decir que, por desgracia, candidatos no sobran. Por ello, la elecci¨®n es doblemente dif¨ªcil y el acierto enormemente importante.
De cualquier forma, dos elementos parecen claves. Estabilidad e independencia. Estabilidad de no menos de cuatro a?os para que la cabeza del holding pueda ejecutar una pol¨ªtica coherente. En este sentido, el paso por el Congreso del nombramiento del presidente no ser¨ªa una novedad desde?able. Independencia, en cuanto a la gesti¨®n, que debe estar dentro de los objetivos de pol¨ªtica econ¨®mica e industrial aprobados por el Gobierno, pero con margen amplio de aplicaci¨®n. El INI es demasiado importante para dejarlo al arbitrio de los sucesivos Gobiernos que, previsiblemente, se ir¨¢n sucediendo con el paso de los meses. Un presidente por a?o, es un lujo que no est¨¢ al alcance de los espa?oles.
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