Correos en AIcobendas
La semana pasada recib¨ª un telegrama y, al no encontrarme en casa, me dejaron un volante en el que indicaban las horas en que pod¨ªa recogerlo o, si quer¨ªa, que llamase al tel¨¦fono indicado para que me adelantasen el texto. Pero en el volante no hab¨ªa ning¨²n tel¨¦fono. En la oficina el empleado me inform¨® que la oficina de Tel¨¦grafos no ten¨ªa tel¨¦fono. Que la de Correos (que est¨¢ al lado, separada por un tabique) s¨ª ten¨ªa.Que por esta causa ten¨ªan innumerables quejas y dificultades, pero segu¨ªan sin tel¨¦fono. Esto sucede, en el siglo de las comunicaciones, en la oficina d¨¦ Tel¨¦grafos de Alcobendas-San Sebasti¨¢n de los Reyes, a diecisiete kil¨®metros de la Puerta del Sol, con dos pueblos que deben sumar m¨¢s de 70.000 habitantes. El crecimiento de estos dos pueblos ha sido constante en los ¨²ltimos. cuatro a?os, instal¨¢ndose numerosos bancos comerciales, f¨¢bricas y casas de vecinos. La oficina de Correos y Tel¨¦grafos sigue igual, sin espacio y sin empleados suficientes. Las sacas de correspondencia (cont¨¦ catorce) estaban desparramadas por el diminuto vest¨ªbulo, junto a dos motos que ayudaban a entorpecer el imposible paso. Detr¨¢s del mostrador se apilan paquetes, sacas, cartas, libros, anuncios, cajas, un maremagnum... Sorteando motos y pisoteando sacas se amontona el p¨²blico en una cola informal llena de tensi¨®n y disgusto. Los empleados, a quienes hay que felicitar por su buena disposici¨®n, tratan de superar la situaci¨®n tan penosa con comentarios y alg¨²n que otro chiste.
Es inadmisible que con un Correos y Tel¨¦grafos tan caro tengamos unas instalaciones y un servicio tan p¨¦simo. Y qu¨¦ frustraci¨®n para los pobres empleados, al tener que pasar tantas horas diarias en semejante covacha. Ser¨ªa interesante conocer las condiciones de trabajo del director general de Correos y otros altos jefes.
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