El sur de L¨ªbano, tierra arrasada para los palestinos
Al cabo de diez d¨ªas de iniciada la devastaci¨®n de Tiro, al sur del r¨ªo Litani, todo parece indicar que el ej¨¦rcito israel¨ª, de 30.000 hombres, no se retirar¨¢ del sur de L¨ªbano hasta que Siria y el Gobierno de Beirut concluyan un acuerdo con Jerusal¨¦n mediante el cual Siria, Israel y L¨ªbano impidan la reconstrucci¨®n de lo que, hasta el 15 de marzo, se llamaba Fatahland (patria palestina), donde viv¨ªan, entre la poblaci¨®n libanesa, m¨¢s de 100.000 refugiados palestinos, entre ellos 15.000 ¨® 20.000 guerrilleros armados y entrenados para la guerra de desgaste y el terrorismo.Ese acuerdo, que seg¨²n se asegur¨® a EL PAIS en los medios pol¨ªticos que rodean al presidente El¨ªas Sarkis (derechista) cuenta con el visto bueno de Estados Unidos, no ser¨¢ posible sin el apoyo, t¨¢cito o manifiesto, de la Uni¨®n Sovi¨¦tica, mentora militar y estrat¨¦gica -por el momento- de Siria y de otros pa¨ªses importantes del frente ¨¢rabe del ?rechazo?, como Irak. Pero Siria ya ha alejado a sus ?cascos verdes?, o fuerza ¨¢rabe de pacificaci¨®n, hasta las cercan¨ªas de Saida, y los ?cascos azules? de las Naciones Unidas, con sus seiscientos franceses y doscientos suecos, mantienen, por ahora, s¨®lo una presencia simb¨®lica pocos kil¨®metros m¨¢s al sur de Nabatiy¨¦ Talita o Ras Siddirte el Bahr, incluido el propio puerto de Tiro.
Campamentos y aldeas palestinos de tanta envergadura como Rachidiye o puestos fedayines como los de Kana (Cannan) o Ras el Ain, han desaparecido pr¨¢cticamente del mapa del sur liban¨¦s. Otro tanto ha ocurrido, al Este, con Hasbaya, Marjayoun, y hasta Solimor y Yohmor. La costa Oeste, desde Tiro hasta Nakoura, ya sobre la antigua frontera israel¨ª, se encuentra a¨²n hoy bajo el control de los phantoms, de los ca?ones 175 y de la infanter¨ªa y los paracaidistas jud¨ªos. Este hecho, y la forma en que ha sido consumado, ha dado como resultado la creaci¨®n de una tercera ?zona tamp¨®n? en Oriente Pr¨®ximo, que junto con la del Sina¨ª y la del Gol¨¢n -sin contar la ribera occidental del Jordan y la franja de Gaza-, el primer ministro israel¨ª, Menahem Begin, podr¨¢ negociar con el presidente egipcio, Anuar el
'Sadat. Por eso, el sur de L¨ªbano, tanto como el Sina¨ª, constituye hoy una de las principales cuestiones que Ezer Weizmann, ministro de Defensa de Begin, llev¨® a Egipto para tratar con Sadat.
Tierra calcinada
Israel, con ?cascos azules? o sin ellos -m¨¢s bien sin ellos-, ocupa o tiene bajo la mira de su artiller¨ªa pesada, casi el 20% del territorio liban¨¦s, es decir, 2.000 kil¨®metros cuadrados sobre 10.000. Algunas ?katiouschas? palestinas camufladas en los bosques del Este siguen a¨²n disparando sobre las colonias jud¨ªas del norte de Israel. Pero se trata de un hostigamiento simb¨®lico, ordenado por Yasser Arafat desde los subterr¨¢neos del campamento palestino de El Sabra, en pleno sector musulm¨¢n de Beirut. ?Arafat tiene que mantener vivo el fuego -dijo a este diario uno de los colaboradores del doctor Habasch, jefe del Frente de Liberaci¨®n, rival de la OLP-, y lo mantendr¨¢ aunque el propio Assad (presidente de Siria) ordene lo contrario. Nosotros tambi¨¦n haremos lo mismo, y lo que los jud¨ªos llaman terrorismo seguir¨¢ hincando el diente en su territorio.? Los ataques simb¨®licos de los palestinos con trastan y contrastar¨¢n, as¨ª, con la pacificaci¨®n simb¨®lica de la ONU.
Sin embargo, el sur de L¨ªbano es ya tierra calcinada, perfectamente ?planchada?, incluso hasta los recodos de los caminos de tercer orden, por las bombas israel¨ªes. Tal circunstancia demuestra que el estado mayor de Weizmann y del general Gour, jefe de operaciones del ej¨¦rcito de Israel en L¨ªbano, aplic¨® en la regi¨®n los mismos principios t¨¢cticos y estrat¨¦gicos que el ej¨¦rcito norteamericano en Vietnam, entre 1973 y 1975. Aun que en peque?a escala, para Israel se ha tratado ah¨ª de desarticular hasta sus ra¨ªces la geograf¨ªa ?palestina? en L¨ªbano, sus medios na turales de comunicaci¨®n y de refu gio, los senderos, los dep¨®sitos de agua, las arboledas, los manantiales, las estribaciones del terreno, y ciertas ciudades que, como Tiro, abandonadas en masa por los libaneses, pudieran transformarse en el futuro en una ?trinchera? guerrillera.
Se explican as¨ª los bombardeos masivos, concentrados a veces en ¨¢reas de no m¨¢s de quinientos metros de di¨¢metro, como las que algunos periodistas europeos y nortearnericanos pudimos observar -y sufrir- entre el 19 y el 21 de marzo. El domingo 19, en Ras el Ain, a unos diez kil¨®metros de Tiro, mi ch¨®fer Neif (¨¢rabe chita, conservador) y yo, fuimos sometidos a ese tratamiento durante me dia hora. Esa ma?ana, despu¨¦s de la ca¨ªda de Cannan, las l¨ªneas avanzadas de paracaidistas is rael¨ªes se hab¨ªan extendido, pese a los comunicados optimistas de la OLP, hasta m¨¢s all¨¢ de Hanauiye, a unos doscientos metros del fin del camino secundario que sale de la carretera principal del oeste, a la altura de Rachidiye, y conduce hacia el Este, en pleno bosque. Poco antes de llegar a la desembocadura del camino, frente a una peque?a plantaci¨®n de eucaliptos, ya casi arrasada, vimos los restos de dos taxis que hab¨ªan servido de transportes a un comando palestino. Los restos calcinados y retorci dos de lo que quedaba de aquellos hombres y de sus bazookas y fusiles ametralladores, a¨²n humeaban. El ruido del motor de nuestro Buick atrajo inmediatamente la atenci¨®n de los paracaidistas jud¨ªos, que en seguida empezaron a ?puntear nos? o a ?localizarnos? con sus ametralladoras y ca?ones cortos, desde el otro lado del bosquecillo. Neif, que fue soldado durante la guerra civil de 1976, me dijo que lo mejor era no moverse, ni siquiera respirar. Para evitar la localizaci¨®n respirar, para evitar la localizaci¨®n exacta por medio de los obuses, y el ?barrido? posterior de los 155, em plazados en las alturas del sudeste. ?Es in¨²til tratar de entregarse -me dijo Neif- porque ellos tiran, sin ver, a todo lo que se mueve, hasta al mismo viento y a las hojas de los ¨¢rboles.? Seguramente nos salv¨® el repetido besuqueo del Cor¨¢n, que Neif apretaba sobre su cabeza y la m¨ªa.
Al d¨ªa siguiente, el lunes 20 por la noche, las escuadrillas de phantoms y mirages israel¨ªes, m¨¢s cuatro o cinco ca?oneras situadas frente a lacosta bombardearon Tiro por cuarta vez, cuando ya toda la poblaci¨®n -excepto cuatro o cinco periodistas, entre ellos el de EL PAIS- hab¨ªa huido hacia el norte, junto con la mayor¨ªa de los guerrilleros palestinos. La operaci¨®n fue siempre la misma: primero la localizaci¨®n de un solo objetivo -esta vez con trazadoras- y luego su destrucci¨®n absoluta, hasta la ¨²ltima piedra. Desde un semis¨®tano en el puerto vi como un peque?o edificio de tres pisos, completamente desierto, a cien metros de mi refugio, fue bombardeado una y otra vez, hasta ser pulverizado; y as¨ª casa por casa, a lo largo de la rambla del puerto, hacia el norte, durante tres horas, y tambi¨¦n el barrio norte de la ciudad, hasta las ruinas romanas, en las cercan¨ªas de la carretera de la costa, a cien metros de un puesto avanzado de la Cruz Roja, en Biut Bass. Un m¨¦dico y su enfermera libanesa, que dos d¨ªas antes me hab¨ªan dado un sobre con sedantes a mi paso por la carretera de Tiro, desaparecieron esa noche, con su peque?a cl¨ªnica, entre las ruinas del puerto.
Un nuevo problema, los refugiados
Esta pol¨ªtica de tierra arrasada ha producido a su vez otro fen¨®meno que a juicio de muchos libaneses puede provocar una segunda guerra civil, m¨¢s sangrienta a¨²n que la de 1976: la de los 200.000 refugiados, libaneses y palestinos, que han invadido estos d¨ªas Beirut.
Los chitas musulmanes del sur y los cristianos del norte, comprendidos muchos miembros del gabinete de Sarkis, deseaban abiertamente hace unos d¨ªas que los israel¨ªes entraran en el propio Beirut. Todos ellos est¨¢n armados hasta los dientes, igual que los palestinos y los musulmanes de izquierda, cada uno con su ej¨¦rcito privado de miles de hombres -y de ni?os de doce a quince a?os-, con ca?ones yugoslavos, rusos, americanos, y bazookas, ametralladoras pesadas y dep¨®sitos secretos de municiones, hasta en los s¨®tanos de los hoteles o de los edificios de oficinas p¨²blicas.
Hace unas horas, para demostrar su poder¨ªo, los palestinos de la OLP y del Frente de Habasch cortaron durante sesenta minutos la carretera del centro de la ciudad al aeropuerto. Los sirios (30.000 soldados), cuyo presidente dispone en el Beirut financiero de varios negocios bancarios, multiplican d¨ªa a d¨ªa sus puestos de ametralladoras en el centro. L¨ªbano, de acuerdo con Israel y quiz¨¢s con Siria, est¨¢ creando tambi¨¦n un nuevo ej¨¦rcito de mayor¨ªa cristiana, para controlar el sur. Pero los franco tiradores cristianos y musulmanes han vuelto a aparecer en la ciudad, y de tanto en tanto, sobre todo de noche, disparan desde las azoteas sobre alg¨²n coche rezagado, como me ocurri¨® a m¨ª en el trayecto desde Cehab Hadeth, en zona cristiana, hasta el Carlton, en el oeste ?¨¢rabe?.
?Los cristianos -reconoci¨® el propio primer ministro Chamoun- pueden volver a intentar ahora un golpe de mano.? ?Los palestinos -asegur¨® Assaad Rizk, ministro de Educaci¨®n- tambi¨¦n pueden querer darlo, acaso para que la inevitable r¨¦plica siria mantenga a raya a los cristianos.?
Todo depende, pues, de que la ?partici¨®n? del L¨ªbano entre Siria e Israel, con una independencia s¨®lo formal asegurada por ambos, se concrete o no en las pr¨®ximas semanas. Damasco, cuya ambig¨¹edad en el ?frente del rechazo? ha sido sugerida ya por Libia y Argelia, puede estar dando ya, a pesar de sus declaraciones beligerantes, muchos y efectivos pasos en direcci¨®n de Jerusal¨¦n. Quiz¨¢s Sadat, tras su conversaci¨®n con Weizmann, se decida a negociar el asunto con Assad. Pero, por el momento, todo sigue en el aire, incluso la guerra; aunque esta vez con una tercera ?zona tamp¨®n? para Israel.
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