La insulina, un medicamento esencial
Las agencias acaban de lanzar al mundo la noticia del fallecimiento de Charles H. Best, cuyo nombre queda para siempre ligado al descubrimiento de la insulina, el otro codescubridor, Banting, le precedi¨® en el paso al otro mundo hace m¨¢s de treinta a?os.El descubrimiento de la insulina constituye un conspicuo ejemplo de hasta qu¨¦ punto la perseverancia y la entrega al servicio de una idea s¨®lidamente madurada puede alcanzar, y eso a despecho de dificultades e incomprensiones que en el caso citado estaban representadas por la actitud de un profesor canadiense, jefe directo de Banting y Best.
Fue durante las vacaciones estivales de 1921 cuando Best, un joven estudiante que apenas hab¨ªa rebasado los veinte a?os, conoci¨® a un m¨¦dico s¨®lo algo mayor que ¨¦l, Banting. Durante unos meses se aplicaron a trabajar sobre p¨¢ncreas de perros en busca de la sustancia hormonal que de modo decisivo interviene en el metabolismo de la glucosa. Meses m¨¢s tarde, en febrero de 1922, publicaron su sorprendente descubrimiento.
Lo dem¨¢s es pura an¨¦cdota que tiene dos caras bien distintas. Una francamente defraudante: el premio Nobel fue discernido a Mac Leod y a Banting, dejando fuera a Best. La otra cara es, por el contrario, ejemplar: Banting y Best renunciaron a los beneficios que dieran corresponderles en la reparaci¨®n comercial de la insulina.
Desde entonces, el tiempo se ha ido desgranando en 56 a?os. A todo lo largo de este tiempo el nombre de Best ha continuado las p¨¢ginas de revistas cient¨ªficas y de libros con nuevas y fruct¨ªferas aportaciones, con toda justicia, ha figurado durante muchos a?os como presidente de honor de la Federaci¨®n Internacional de Diab¨¦ticos.
De la trascendencia del descubrimiento de la insulina est¨¢ en el ¨¢nimo de todos que tal substancia terap¨¦utica puede ser incluida entre las tres o cual m¨¢s efectivas entre todo el arsenal farmacol¨®gico actual. A mis alumnos les digo a menudo que hay tres medicamentos que merecen la titulaci¨®n de santos: digital, la hidracida y, por supuesto, la insulina. Los diab¨¦ticos y los m¨¦dicos que estamos a cuidado sabemos muy bien cu¨¢n distinto es el panorama de enfermedad diab¨¦tica actual relaci¨®n con lo que debi¨® ser la era pre-insul¨ªnica.
Si en nuestros tiempos puede decirse que el diab¨¦tico est¨¢ en condiciones de conseguir una larga supervivencia y, con pocas excepciones, una adecuada capacidad social y laboral, ello se debe muy en primera l¨ªnea a la insulinoterapia.
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