Batalla jur¨ªdica por acotar el espacio
La distancia que los ocho pa¨ªses reclaman como perteneciente a su territorio nacional, no fue escogida al azar, aunque a simple vista la propuesta unilateral, crear fronteras extraterrestres, suena a pretenciosa. Sin embargo, los 36.000 kil¨®metros en l¨ªnea vertical sobre la Tierra es la altura exacta que los cient¨ªficos calculan como el radio m¨ªnimo que un sat¨¦lite tiene que dibujar en su ¨®rbita terrestre para no tropezarse con accidentes como los del Cosmos 954 sovi¨¦tico. Es decir, ser¨¢ la distancia a que una nueva generaci¨®n de sat¨¦lites gigantes circular¨¢ en una ¨®rbita fija con relaci¨®n a un punto determinado de la Tierra.Desde ese punto imaginario de nuestro cosmos m¨¢s cercano, los cient¨ªficos han fijado la llamada ?frontera extraespacial? y cualquier espacio o punto que supere esa l¨ªnea imaginaria ser¨ªa propiedad de todos. Si se aplicara la terminolog¨ªa mar¨ªtima, dice el proyecto de estos ocho pa¨ªses, los 36.000 kil¨®metros primeros ser¨ªan como el ?espacio territorial? de cada pa¨ªs -exactamente, las 200 millas mar¨ªtimas- mientras que el territorio superior ser¨ªa el ?espacio internacional?.
Vistas as¨ª las cosas, el proyecto de estos ocho pa¨ªses, que de hecho ya lo han ratificado e impuesto unilateralmente desde hace dos a?os, puede dar lugar dentro de las Naciones Unidas a una nueva Conferencia del Espacio, muy similar a la que ahora se desarrolla sobre el mar. Pero, seg¨²n opinan expertos jur¨ªdicos internacionales, lo m¨¢s probable que este nuevo c¨®nclave de discusiones, de llevarse a cabo (aparte de las negociaciones ya iniciadas dentro del marco de la ONU sobre el espacio extraterrestre), acabe como el rosario de la aurora. Discusiones y m¨¢s discusiones, con cada pa¨ªs actuando a su antojo.
La raz¨®n es muy sencilla. La Uni¨®n Sovi¨¦tica y Estados Unidos son los dos ¨²nicos pa¨ªses, pr¨¢cticamente, que poseen un nivel de tecnolog¨ªa capaz de instalar, a dicha altura, sat¨¦lites que dispongan de elementos y artefactos ¨²ltiles de obtener informaci¨®n valiosa y rentable econ¨®mica y cient¨ªficamente. Hasta que la competencia se extienda a otras naciones, su actitud ante estas ideas es de esperar que sea la de retrasar cualquier imposici¨®n internacional de normas jur¨ªdicas que les restrinjan el enorme campo del espacio.
Pero el temor o la prevenci¨®n de estos ocho pa¨ªses va por otros lares. Para ellos, evidentemente, existe el problema de la propiedad del espacio, pero lo que tambi¨¦n debe evitarse es que nuestro espacio m¨¢s cercano, comprendido en esta primera distancia de los 36.000 kil¨®metros, se convierta en una autopista sin reglas ni normas de la circulaci¨®n de ning¨²n tipo. En fin, alegan, se trata de inventarse un c¨®digo de la circulaci¨®n espacial, con se?ales propias, l¨ªmites de velocidades y jolgorios de este tipo, que permita circular a sat¨¦lites de cualquier origen.
Algo de esto, en realidad, ya se tem¨ªa la NASA norteamericana (agencia USA del espacio) que en el mismo mes, diciembre de 1976, que los ocho pa¨ªses decidieron extender unilateralmente sus ?espacios extraterrestres?, public¨® un estudio sobre las ?Necesidades de apoyo orbital y sistemas avanzados del espacio? (a?os 1980-2000), que consideraba por encima este problema y propon¨ªa respuestas a los primeros problemas surgidos en el tr¨¢fico espacial.
Uso de sat¨¦lites
Por de pronto, la NASA parte que el espacio es de todos y alega que existen por lo menos cuatro tratados internacionales que inhiben a un pa¨ªs concreto de adue?arse de cualquier ?cuerpo? o espacio que circule por nuestro cosmos. El llamado Tratado de Ley Espacial, de 1967, impedir¨ªa, pues, que una naci¨®n se extendiera de esta forma por el espacio y que, incluso, pudiera adue?arse por su cuenta y riesgo de algunas riquezas descubiertas en otros planetas o en sat¨¦lites naturales como la Luna.Claro que, desde que Norteam¨¦rica ha sido el primer pa¨ªs que ha colocado (en 1969, con el Apolo II) a un vecino terrestre en nuestro ¨²nico sat¨¦lite, ciertos abogados espaciales norteamericanos argumentan todo lo contrario, y mantienen que, en casos de este tipo, una naci¨®n puede adue?arse moment¨¢neamente de riquezas extraterrestres no reclamadas por nadie de una manera efectiva. Para resolver el entuerto, quiz¨¢, las Naciones Unidas han emprendido recientemente discusiones sobre un quinto tratado internacional que reglamente el desarrollo -incluido el urbano- de la Luna.
El punto m¨¢s controvertido de este nuevo Tratado, parece situarse, en estos momentos, en los usos sobre la Tierra del Espacio. Basta mirar, en esta l¨ªnea, lo que pas¨® con el Cosmos 854 sovi¨¦tico. Este sat¨¦lite realizaba funciones de espionaje mar¨ªtimo desde el espacio, y el hecho de que se accident¨®, al descender inexplicablemente su ¨®rbita, permiti¨® conocer que funcionaba con energ¨ªa nuclear, con riesgos incalculables, y que vigilaba a todo viviente terrestre.
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