Marta Mart¨ªnez Mu?oz, soci¨®loga: ¡°La infancia no puede seguir siendo concebida como un lapso de preparaci¨®n para la vida¡±
La soci¨®loga ha participado en una investigaci¨®n que explora lo que ni?os y adolescentes de varios pa¨ªses perciben de la relaci¨®n que mantienen con las personas adultas que les rodean, plasmando sus hallazgos en el libro ¡®Adultocentrismo¡¯
Aunque la palabra adultocentrismo se ha colado en los ¨²ltimos a?os en muchos discursos en defensa de la infancia, el diccionario de la Real Academia Espa?ola a¨²n no se ha decidido a incluirlo. S¨ª cree que es importante que se incluya esta definici¨®n la soci¨®loga Marta Mart¨ªnez Mu?oz (Madrid, 57 a?os) para quien el t¨¦rmino explica una situaci¨®n hacia los m¨¢s j¨®venes ¡°violenta y opresiva¡±, pero tambi¨¦n ¡°invisible¡±. Porque, seg¨²n se?ala, se trata de un sistema dif¨ªcil de percibir incluso para las personas adultas m¨¢s comprometidas con el bienestar de la infancia y la juventud por haber sido educadas para reproducir esa desigualdad. Junto al soci¨®logo argentino Santi Morales (Buenos Aires, 35 a?os), ha investigado sobre el tema, entrevistando a casi 200 chicos y chicas de pa¨ªses como Argentina, M¨¦xico, Espa?a, Chile y Colombia que han reflexionado sobre su relaci¨®n con los adultos. Los resultados los han recogido en Adultocentrismo (Octaedro, 2024), un libro ¡ªel primero¨D que adem¨¢s de reflexiones acad¨¦micas y activistas de personas adultas, da voz a quienes viven el adultismo de manera cotidiana.
¡°El adultocentrismo es una tarea compleja definir lo que a¨²n ni siquiera tenemos consensuado¡±, prosigue Mart¨ªnez, ¡°en este estudio, nosotras lo definimos como un sistema de dominio que organiza y estructura las relaciones en las diferentes capas de edad en la estructura social y en todas las instituciones de nuestra sociedad: escuelas, familias, y en los ¨¢mbitos donde chicas y chicos transitan su ni?ez y su proceso de socializaci¨®n¡±. ¡°Adem¨¢s, este concepto estructura el modo en que tienen lugar los v¨ªnculos intergeneracionales, casi siempre basados en desigualdades de poder¡±.
Pregunta. Una desigualdad que no es f¨¢cil percibir para las personas adultas¡
Respuesta. Totalmente. Se trata de un complejo entramado de violencia y opresi¨®n que es dif¨ªcil percibir porque incluso las personas adultas m¨¢s comprometidas con el bienestar y dignidad de las nuevas generaciones hemos sido educadas para reproducirlo. La relaci¨®n entre adultocentrismo y adultismo es muy similar a la establecida entre patriarcado y machismo. Dicho de otra manera, el adultismo es al adultocentrismo lo que el machismo es al patriarcado. Ojal¨¢ en algunos a?os lo veamos definido en la RAE.
P. Ustedes han hecho algo para intentar romper ese dominio adulto: preguntar a los chicos y chicas qu¨¦ piensan de los adultos. ?Qu¨¦ se han encontrado?
R. Lo que hicimos fue llevar a cabo un estudio y pedirles a las organizaciones de ni?as y ni?os, a personas referentes de temas asociados a la infancia, a educadores comprometidos y a personas con influencia en redes sociales en temas de ni?ez, que invitaran a chicas y chicos con ganas de contribuir a esta investigaci¨®n. Lo que nos encontramos es que reconocen y definen el adultocentrismo con gran precisi¨®n, lo identifican como la superioridad del adulto por cuesti¨®n de edad. Tambi¨¦n destacan c¨®mo sus opiniones no son escuchadas ni respetadas, y c¨®mo los adultos creen tener siempre la raz¨®n. Adem¨¢s, muchos se?alan que los adultos se sienten con poder para dominar y controlar a los m¨¢s j¨®venes, sin argumentos s¨®lidos. Todo esto creo que nos deber¨ªa hacer reflexionar sobre c¨®mo nos perciben.
P. Se?alan la paradoja de que, si bien el adultocentrismo est¨¢ presente en muchos ¨¢mbitos y lugares, en realidad es invisible. ?Qui¨¦nes pueden llegar a verlo?
R. La cuesti¨®n es que la discriminaci¨®n por edad est¨¢ normalizada y no es tan visible como otras formas de dominio o subordinaci¨®n como el racismo, el machismo o el clasismo. Para ver el adultocentrismo y desnormalizarlo es necesario escuchar activamente a las infancias y juventudes, pararnos a observar las relaciones de poder que se dan y asumir que estas pr¨¢cticas adultistas constituyen una forma de violencia. El libro busca ser una contribuci¨®n para identificarlo, sobre todo conociendo qu¨¦ piensan las generaciones m¨¢s j¨®venes.
P. ?Qu¨¦ ejemplos cotidianos podr¨ªa poner?
R. En el estudio diferenciamos el adultocentrismo como el sistema y el adultismo como las pr¨¢cticas que evidencian ese sistema. Los ejemplos de adultismos en sus vidas cotidianas son muy numerosos: limitamos o prohibimos, negamos su voz y nos relacionamos con pr¨¢cticas autoritarias. Pero tambi¨¦n hemos encontrado que las chicas y chicos identifican situaciones en las que les subestimamos y humillamos, es decir, son pr¨¢cticas que implican relaciones violentas. Nos ha resultado especialmente llamativo la claridad con la que identifican estas pr¨¢cticas en la familia y en los centros educativos. Chicas y chicos nos comparten ejemplos sobre c¨®mo las personas adultas deciden por ellas y ellos, qu¨¦ carrera estudiar, qu¨¦ deporte practicar, qu¨¦ ropa vestir, qu¨¦ m¨²sica escuchar, etc. Les ¡°agendamos¡± el conjunto de actividades de sus vidas. Tambi¨¦n identifican aquellas situaciones en las que las personas adultas invadimos su identidad, pretendiendo moldearla de acuerdo con nuestros intereses y deseos adultos.
P. ?Les podr¨ªan acusar de estar en contra de las normas y los l¨ªmites?
R. No, realmente no se trata de vivir en una sociedad sin normas ni cuidados, sino de repensar nuestras pr¨¢cticas para que no dependan de la constante omnipresencia de los adultos. El ¡°porque yo lo digo¡± sigue muy presente, pero no dimensionamos las implicaciones de ello. Los saberes, comportamientos y costumbres arraigadas de nuestras sociedades, con sus diferencias y similitudes, nos imponen valores y mandatos adultistas que nos condicionan. El adultismo est¨¢ tan arraigado en nuestra cultura que, muchas veces, actuamos de manera adultista sin darnos cuenta, creyendo que estamos cumpliendo con nuestro deber como personas adultas.
P. ?Todo por la infancia, pero sin la infancia?
R. Lamentablemente s¨ª. A¨²n vivimos con l¨®gicas relacionales de hace m¨¢s de 100 a?os que siguen basadas en ideas salvacionistas como de las infancias y tienen una profunda relaci¨®n con el origen de la historia de los derechos¡ pero, en buena medida, parten de una l¨®gica de control y no de libertad.
P. ?C¨®mo se podr¨ªan redise?ar las pol¨ªticas, espacios y centros educativos para que respondan mejor a las necesidades reales de los chicos y chicas?
R. Es esencial incluir las voces de ni?as y ni?os en las pol¨ªticas, m¨¢s all¨¢ de consultas superficiales. Tras m¨¢s de 30 a?os de la Convenci¨®n sobre los Derechos del Ni?o, creemos que es hora de reconocer a los ni?os tambi¨¦n como sujetos pol¨ªticos. Ese ser¨ªa un paso importante.
P. ?Aqu¨ª entrar¨ªa la reducci¨®n de la edad del derecho a voto?
R. Ese es un ejemplo muy concreto, s¨ª. Desde hace m¨¢s casi dos d¨¦cadas, en nuestro pa¨ªs, de forma recurrente aparece y desaparece este debate y curiosamente los argumentos en contra son muchos, pero el m¨¢s claro es el de la ¡°falta de madurez¡± y fueron muy similares a las resistencias a reconocer el derecho al voto de las mujeres. El argumento de la madurez no puede basarse ¨²nicamente en lo cronol¨®gico, la experiencia social no siempre depende de la edad. Hay chavalas y chavales con m¨¢s conciencia pol¨ªtica que muchas personas adultas que no han participado social o pol¨ªticamente a lo largo de sus vidas y, sin embargo, tienen reconocido el derecho de sufragio por ser mayores de edad. El protagonismo adolescente y juvenil de los movimientos que denuncian la crisis medioambiental en la que nos encontramos es muy evidente. Al mismo tiempo que les decimos de forma permanente que son el futuro, les negamos su presente ante un porvenir del mundo realmente incierto.
P. ?C¨®mo ser¨ªa el mundo sin ese adultocentrismo que se?alan?
R. Un mundo m¨¢s inclusivo. Lo adulto no puede ser el ¨²nico par¨¢metro v¨¢lido en el que basemos las relaciones entre personas de diferentes edades. La infancia no pude seguir siendo concebida como un lapso de ¡°preparaci¨®n¡± para la vida y deber¨ªamos asumir el presupuesto adultista que esto esconde: que la vida ¡°v¨¢lida¡± es en realidad la vida adulta¡ Contra ello nos rebelamos.
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