El espacio debe ser patrimonio de la humanidad
Sin acuerdos concretos sobre una materia tan compleja como es la utilizaci¨®n pac¨ªfica del espacio extraterrestre, termin¨®, a fines de la semana pasada, una reuni¨®n de expertos que agrup¨® a juristas de 46 pa¨ªses, cuya preocupaci¨®n central durante casi un mes de debates fueron las consecuencias jur¨ªdicas de la tele-observaci¨®n de la tierra a partir del espacio.
El problema radica en que en 1967 la Asamblea General de las Naciones Unidas ratific¨® un texto de acuerdo en el que se especifica que ?el espacio extraterrestre, los cuerpos celestes y la Luna est¨¢n abiertos a la exploraci¨®n y al uso de todos los Estados?, considerada en principio esa ?¨¢rea infinita? como patrimonio com¨²n de toda la humanidad. Hoy, a casi once a?os de la ratificaci¨®n de ese tratado, los pa¨ªses en desarrollo, e incluso muchos industrializados, advierten que el vertiginoso avance tecnol¨®gico, en algunos casos, se vuelve contra los intereses de los mismos Estados, y plantean la necesidad de la existencia de un cuerpo jur¨ªdico internacional que delimite ciertas operaciones espaciales o las condicione al respecto de la soberan¨ªa de los pa¨ªses.La teleobservaci¨®n de la Tierra desde el espacio mediante sofisticados sat¨¦lites, puesta ya en pr¨¢ctica de ?hecho y de derecho? en virtud de lo acordado en 1967, puede cumplir una variada gama de objetivos, entre ellos informaci¨®n de tipo militar, evaluaci¨®n de la calidad del medio ambiente, evaluaciones meteorol¨®gicas y, lo que en la realidad preocupa, ?evaluaci¨®n de los recursos naturales terrestres e incluso subterr¨¢neos de cualquier zona o pa¨ªs del mundo?.
Los pa¨ªses en desarrollo no se oponen a la pr¨¢ctica de este sistema de teleobservaci¨®n de la Tierra, entre otras cosas, seg¨²n algunos delegados a la reuni¨®n, porque no est¨¢n t¨¦cnicamente en condiciones de oponerse y reconocen la utilidad cient¨ªfico-econ¨®mica que en un futuro cercano puede prestar este sistema en la explotaci¨®n de sus recursos; pero exigen ciertos requisitos a las potencias que monopolizan la tecnolog¨ªa espacial, con el objeto de evitar por todos los medios -sostienen- que en pocos a?os, como consecuencia de este sistema, se faciliten los cauces para la implantaci¨®n de una competencia econ¨®mica desleal.
En concreto, los pa¨ªses en desarrollo piden que la tele-observaci¨®n no se haga a ?espaldas de los Estados?. Piden ser informados cuando se realicen tales operaciones sobre sus territorios y participar en dichos experimentos, a la vez que tener derecho pleno a la informaci¨®n que proporcionen estas investigaciones, a la evaluaci¨®n a que lleguen los cient¨ªficos y a los datos primarios que se registren. Los pa¨ªses en desarrollo, como dec¨ªamos anteriormente, reconocen las ventajas de este sistema, ?pero siempre y cuando las potencias espaciales act¨²en de buena fe y no en detrimento de los intereses de los Estados tele-observados?.
Jos¨¦ Luis Vallarta, el delegado de M¨¦xico, uno de los pa¨ªses que particip¨® en esta reuni¨®n, declar¨® a EL PA?S que, ?evidentemente, las potencias espaciales est¨¢n intentando obtener ventajas en estas negociaciones, que continuar¨¢n en marzo de 1979, pues ellas quisieran -afirm¨®- tener una libertad absoluta para llevar a cabo la tele-observaci¨®n sin tener como contrapartida ninguna obligaci¨®n?. ?Debo decir -agreg¨®- que, en la pr¨¢ctica, las potencias espaciales se suelen mostrar generosas, pero al mismo tiempo tienen actitudes renuentes para que esa generosidad se convierta en una obligaci¨®n contractual debidamente explicitada en un tratado internacional.?
Entre tanto, la teleobservaci¨®n es ya un hecho tecnol¨®gico consumado, capaz de tele-observar a los mismos juristas que en tierra, en el seno de las Naciones Unidas, seguir¨¢n discutiendo sus delimitaciones jur¨ªdicas en 1979, junto a otros problemas ?legales? que plantea el espacio, como es el ?libre tr¨¢nsito? de los veh¨ªculos espaciales equipados de reactores at¨®micos, y un tratado sobre la explotaci¨®n de las riquezas de la Luna.
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