Agresi¨®n fascista en la calle de Goya
El pasado 1 de abril comet¨ª la ?imprudencia? de darme un paseo por Goya, a las once de la noche, llevando prendida, como acostumbro, la insignia del partido de izquierda en el que milito. Cuatro individuos, con pegatinas conmemorativas del ?D¨ªa de la Victoria?, me cortaron el paso y se produjo la secuencia t¨ªpica: me piden la insignia; me niego, insultos y primeros golpes; carrera, caza y captura; acorralamiento; lluvia de golpes, puntapi¨¦s y porrazos. Y despu¨¦s el periplo casa de socorro-comisar¨ªa de Buenavista-juzgado para presentar denuncia. Rica pr¨¢ctica anticipada, casi ?profesional?, para un estudiante de tercero de Periodismo como yo.Cuando la libertad da en nuestro pa¨ªs sus primeros pasos, es como si el rencor de la derrota (?vencieron alguna vez?) impulsase a estos ni?os de pap¨¢ a repetirse a s¨ª mismos aquel ?cautivo y desarmado el ej¨¦rcito rojo ...?. Para m¨ª, que afortunadamente no viv¨ª aquel primero de abril de hace 39 a?os, fue sentir en carne propia la locura de unos elementos obsesionados ?contra natura? en reproducir grotescamente los acontecimientos de una fase hist¨®rica en la que, como la mayor¨ªa de los espa?oles de hoy, no tuve arte ni parte.
Cuando cada semana la opini¨®n p¨²blica se conmociona justamente ante la goma-2 y la metralleta, parece como si este ?g¨¦nero menor? del terrorismo -el de la porra y la cadena en cualquier esquina- no traspasase ya la epidermis de la sociedad. O, mejor dicho, de la autoridad. Pero son hechos de naturaleza cualitativamente id¨¦ntica: entre la porra callejera y el paquete de goma-2 (lleve ¨¦ste el r¨®tulo pol¨ªtico que lleve) hay una l¨ªnea no por tortuosa menos directa. Una l¨ªnea que pasa por determinados locales p¨²blicos, por conocidos apellidos, por ciertos despachos financieros, por concretas sedes pol¨ªticas y ¨®rganos de expresi¨®n... Lo sabemos todos.
Lo sabe la autoridad gubernativa. Pero sigue sin atajar el mal en su ra¨ªz. Y si alg¨²n d¨ªa el c¨¢ntaro se rompe de tanto ir a la fuente, ser¨¢ esa misma autoridad la que, no s¨®lo ser¨¢ se?alada con el dedo, sino que tambi¨¦n habr¨¢ de hacer sus maletas. No se olvide Chile.
Porque en cada agresi¨®n fascista lo que se pone en juego no es la moral de un militante de izquierda: a¨²n est¨¢n frescos trances mucho peores como para amilanarnos ahora por una docena de golpes. No; lo que se pone en juego es la seguridad de todos los espa?oles y la profundizaci¨®n de las conquistas democr¨¢ticas. Suficiente como para tomar medidas dr¨¢sticas y de una vez, ?no?
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