El aniversario de la Rep¨²blica
EL XLVII aniversario de la proclamaci¨®n de la II Rep¨²blica espa?ola ha dado lugar a incidentes no demasiado importantes de orden p¨²blico, ante cuya eventualidad se hab¨ªa producido un importante despliegue de fuerzas de seguridad en algunas zonas y barrios de la capital. El enjuiciamiento de estos hechos no es f¨¢cil, tanto por la ambig¨¹edad misma del acontecimiento conmemorado como por las distintas significaciones que pueden haber tenido las actitudes de quienes han celebrado el 14 de abril y de quienes han tomado medidas para impedirlo.La apertura de un debate sobre la forma de Estado actual carece, a nuestro juicio, de sentido para quienes se hallan comprometidos en el proyecto de democratizaci¨®n del Estado, modernizaci¨®n de la sociedad y homologaci¨®n de nuestro pa¨ªs con Europa. La Monarqu¨ªa encarnada por don Juan Carlos ha dado sobradas pruebas de servir como marco institucional para el ejercicio de la soberan¨ªa popular y el efectivo despliegue de las libertades de los ciudadanos y de las comunidades hist¨®ricas de Espa?a. Y no de manera pasiva o resignada. El desmantelamiento de la dictadura y la apertura del proceso constituyente han tenido en el Rey a un protagonista activo, sin cuyo decisivo concurso no hubieran sido posibles de forma pac¨ªfica las espectaculares transformaciones que jalonan los dos a?os y medio posteriores al fallecimiento del dictador. La derogaci¨®n de la ley Org¨¢nica y de los Principios del Movimiento, la devoluci¨®n a los espa?oles de los derechos pol¨ªticos y las libertades c¨ªvicas, la legalizaci¨®n de los partidos, la amnist¨ªa, las elecciones generales a Cortes, el comienzo de negociaci¨®n con Catalu?a y Euskadi, la colaboraci¨®n prestada por las fuerzas armadas a ese proceso y la ausencia de revanchismo a lo largo del mismo, son partidas en el haber de don Juan Carlos que s¨®lo pueden desconocer o infravalorar los cultivadores de la frase revolucionaria y los nost¨¢lgicos incapaces de aceptar los hechos.
En este sentido, la conmemoraci¨®n de la II Rep¨²blica como planteamiento hacia el futuro de una alternativa institucional antimon¨¢rquica es un error o una provocaci¨®n. Las fronteras entre lo imposible y lo indeseable no son siempre f¨¢ciles de trazar. La III Rep¨²blica espa?ola, en el horizonte hist¨®rico que es posible adivinar desde el presente, s¨®lo podr¨ªa servir de marco a la dictadura del proletariado, que propugnan los grup¨²sculos marxistas-leninistas o a la dictadura fascista con que sue?an los involucionistas. Como consigna de movilizaci¨®n popular y proyecto pol¨ªtico inmediato por el que luchar, la causa republicana es actualmente patrimonio exclusivo de agrupaciones que, como convenci¨®n republicana, sirven de pantalla ?frentista? a organizaciones como el FRAP. Por el momento, los energ¨²menos de la extrema derecha contin¨²an exigiendo el restablecimiento de la legalidad franquista y el regreso a una medieval Monarqu¨ªa ?cat¨®lica, social y representativa ?, a la vez que insultan a la persona del Rey y a las instituciones democr¨¢ticas que encarna. Puede que no transcurra mucho tiempo antes de que, desanimados en su empresa de regeneraci¨®n mon¨¢rquica, encaucen sus fervores, sus injurias y sus violencias hacia una Rep¨²blica pinochetista, videlista o somocista. El recuerdo de c¨®mo los fascistas italianos descabalgaron de la Monarqu¨ªa de los Saboya para fundar la Rep¨²blica de Sal¨® es bien aleccionador al respecto.
Ahora bien, la celebraci¨®n del 14 de abril de 1931 puede tener, y de hecho tiene, otros significados, que no conllevan la impugnaci¨®n de la Monarqu¨ªa democr¨¢tica actual. En este sentido, las medidas represivas contra actos, s¨ªmbolos y organizaciones que asumen el pasado republicano y conmemoran sus aniversarios son una clara violaci¨®n de los m¨¢s elementales principios de la convivencia democr¨¢tica y un mal servicio prestado a la Corona. Los espa?oles que lo deseen deben tener derecho a defender su propuesta favorable a la forma republicana de Estado, aunque parezca inoportuna su postura. S¨®lo a uno de aquellos inseguros, arbitrarios y violentos gobernadores civiles del antiguo r¨¦gimen podr¨ªa ocurr¨ªrsele hoy que la bandera tricolor que enarbolan los republicanos hist¨®ricos o los socialistas en actos o manifestaciones es una alternativa concreta y actual a la bandera roja y gualda; se trata, con toda evidencia, de la ense?a de un partido o del s¨ªmbolo de un pasado que la memoria colectiva quiz¨¢ llegue a olvidar con el paso del tiempo, pero no con palos, multas o detenciones. El se?or ministro del Interior deb¨ªa haber abandonado en el ba¨²l de los disfraces estos temores abstrusos y esta dial¨¦ctica arbitraria de la autoridad. La Monarqu¨ªa no ser¨¢ del todo s¨®lida mientras los republicanos no puedan manifestarse libremente.
La II Rep¨²blica se conserva en la memoria popular fundamentalmente como la negociaci¨®n, no tanto de la Monarqu¨ªa que la precedi¨® antes como del r¨¦gimen dictatorial que vino despu¨¦s. Para los espa?oles que ten¨ªan uso de raz¨®n en la d¨¦cada de los treinta, la Rep¨²blica fue una ¨¦poca bastante m¨¢s contradictoria y compleja de lo que piensan muchos de los que no llegaron a vivirla. El primer bienio de coalici¨®n republicano-socialista, el segundo bienio de alianza entre los cedistas y los lerrouxistas, los meses de Frente Popular previos a la insurrecci¨®n militar y los tres a?os de guerra en la retaguardia republicana tuvieron contenidos pol¨ªticos y sociales bien distintos. A los historiadores corresponde enjuiciar las causas por las que las esperanzas colectivas del 14 de abril quedaron frustradas por una sangrienta guerra civil. Pero, en cualquier caso, la tentativa de modernizar la sociedad espa?ola, de democratizar la vida pol¨ªtica, de remediar las enormes desigualdades de ingresos y de oportunidades, de elevar el nivel educativo y cultural de los espa?oles, de establecer la tolerancia entre las distintas creencias tom¨®, en 1931, forma republicana. Al igual que 47 a?os despu¨¦s, tras un largo per¨ªodo en que esas esperanzas fueron pisoteadas y amordazadas, han tomado forma mon¨¢rquica. Los espa?oles que rechazan el pasado franquista y desean construir en el futuro un Estado y una sociedad que d¨¦ satisfacci¨®n a esos anhelos pueden, sin desgarros, hacer compatible la conmemoraci¨®n hist¨®rica del 14 de abril y la aceptaci¨®n pol¨ªtica de la Monarqu¨ªa democr¨¢tica.
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