Vance, en Mosc¨² para renovar las conversaciones SALT
Despu¨¦s de casi ocho meses de silencio sobre el tema, el secretario norteamericano de Estado, Cyrus Vance, intenta poner hoy en marcha en la capital sovi¨¦tica el interrumpido proceso de negociaciones SALT. Pero, a juzgar por su semifracaso en la primera etapa africana de su viaje, la Administraci¨®n Carter no puede haber escogido un momento peor para tan ambiciosa meta.S¨®lo hace tres d¨ªas, el secretario de prensa de la Casa Blanca, Jody Poweil, se ve¨ªa obligado a admitir ante la prensa de Washington que, incluso despu¨¦s de tres d¨ªas de reclusi¨®n del presidente Carter con sus m¨¢s directos asesores, en Camp Davis, la presente Administraci¨®n norteamericana se encontraba ante su mayor crisis pol¨ªtica.
Carter no s¨®lo se ve atacado en su propio foro por un Congreso que ha tardado, y con muchas dudas y reservas, m¨¢s de ocho meses en ratificar unos tratados con Panam¨¢ superchauvinistas. Conservadores y liberales, por ambas partes, han comenzado incluso a pensar que el primer presidente del Sur en m¨¢s de un siglo carece del liderazgo necesario para dirigir la primera potencia de Occidente.
Del otro lado del Atl¨¢ntico, las amenazas, por una parte, en la cuesti¨®n nuclear, que ha posado sobre la CEE. y la indecisi¨®n en el tema de la bomba de neutrones -cuya instalaci¨®n en Europa es contemplada por Alemania Federal y Gran Breta?a como vital para la defensa de la OTAN- ha renovado los recelos de ciertos Gobiernos europeos hacia Washington y, en muchos casos, con muy pocas contemplaciones, ha potenciado las sibilinas cr¨ªticas hacia Carter, que tradicionalmente part¨ªan hacia el otro lado del Atl¨¢ntico.
Bajo este ambiente enrarecido en casa y ante sus aliados. el presidente Carter ha decidido renovar con Mosc¨² un di¨¢logo directo, que ten¨ªa interrumpido desde que Cyrus Vance regres¨® de la capital sovi¨¦tica, en octubre de 1977, con las manos vac¨ªas y con un rotundo no a sus ¨²ltimas propuestas para emprender la redacci¨®n de un nuevo acuerdo en las SALT II.
Pero, a diferencia de los primeros meses de 1977, desde el pasado octubre la atm¨®sfera en las relaciones sovi¨¦tico- norteamericanas se han ido enrareciendo paulatinamente. No s¨®lo est¨¢n molestos los sovi¨¦ticos por la brusca sorpresa que les dio el presidente egipcio, Anuar el Sadat, las pasadas Navidades, sino que culpan tambi¨¦n a Washington de la prolongaci¨®n de la guerra somal¨ª-et¨ªope en el desierto de Ogaden y de su casi completa marginaci¨®n en las soluciones diplom¨¢ticas en curso para resolver el conflicto de Rodesia.
Simult¨¢neamente, el presidente Carter aparece ante los ojos del Kremlin como un personaje tan misterioso y contradictorio como lo es para sus aliados europeos. A este efecto argumentan que, en una sola semana, Carter puede postergar la producci¨®n de la bomba de neutrones como gesto hacia un eventual entendimiento con Mosc¨² en las conversaciones SALT, mientras renueva con dureza sus tradicionales y furibundos ataques por la penetraci¨®n sovi¨¦tica, de las manos cubanas, en ?frica.
Importancia de las SALT
Pero las conversaciones SALT II, una vez expirados los primeros acuerdos de 1972, y siendo insuficientes para ambas partes los firmados por Ford y Brejnev en Vladivostock, en 1974, se presentan como una cuesti¨®n de importancia vital para las dos potencias. En primer lugar, porque un nuevo acuerdo para contener la carrera armamentista ser¨¢ un s¨ªmbolo, m¨¢s que algo concreto, del esp¨ªritu de ambos de trabajar dentro de un sistema de coexistencia. En segundo lugar, porque sin las SALT II la carrera nuclear pasar¨ªa a ser, con el actual nivel tecnol¨®gico, un sprint demencial.
Dentro de este contexto, se presenta tambi¨¦n como un elemento positivo el hecho de que, seg¨²n la versi¨®n norteamericana, m¨¢s del 90% del segundo acuerdo SALT est¨¢ casi completado. Sobre el papel, s¨®lo unas cuantas cuestiones t¨¦cnicas en la interpretaci¨®n estrat¨¦gica del missil Crucero norteamericano y su equiparaci¨®n con el avi¨®n Backfire, aparte de la correlaci¨®n en los n¨²meros a controlar de ambos, quedan por solventar.
Algunos observadores expresan su optimismo por el hecho de que, una vez retirada aparentemente la amenaza de la bomba de neutrones (su efecto en las conversaciones SALT es meramente pol¨ªtico, ya que la bomba N ni siquiera pertenece, para algunos, a la categor¨ªa de t¨¢ctica), el entendimiento entre Washington y Mosc¨² en las conversaciones estrat¨¦gicas se ha facilitado.
Pero todav¨ªa permanece una duda. En su decisi¨®n para suspender la fabricaci¨®n de la bomba de neutrones, el presidente Carter hizo hincapi¨¦ en que los sovi¨¦ticos deb¨ªan realizar un gesto paralelo de buena voluntad, o, por lo menos, que fuera equiparable en t¨¦rminos militares. En concreto, Carter y los estrategas del Pent¨¢gono buscan una mayor moderaci¨®n del Kremlin en el desarrollo de los supermissiles sovi¨¦ticos SS-20. A esto. Mosc¨² ya ha respondido sotto-voce, por medio de un despacho de la agencia Tass: a cambio de la bomba de neutrones, no hay que ofrecer nada.
S¨®lo esta duda puede pesar, en ¨²ltima instancia, en las conversaciones de Vance con Mosc¨². De resolverse, el encuentro final Carter-Brejnev del que se habla podr¨ªa tener lugar en mayo en Nueva York, a la apertura de la conferencia de la ONU sobre desarme, ser¨ªa definitivo.
En esta reuni¨®n, de tener lugar, tambi¨¦n podr¨ªa decidirse uno de los problemas centrales que rodean las conversaciones SALT: el deseo p¨²blico de los norteamericanos de que cualquier acuerdo futuro de limitaci¨®n de armas estrat¨¦gicas incluya un compromiso mutuo para abandonar la carrera tecnol¨®gica de mejora de las armas presentes.
La propuesta de los norteamericanos se limita exclusivamente al tema de los missiles intercontinentales o ICBM, pero desde que las mejoras tecnol¨®gicas -campo en el que Estados Unidos lleva una ventaja obvia- se han extendido con la bomba de neutrones al campo convencional-t¨¢ctico, es de esperar que los sovi¨¦ticos presionen para la amplitud de la idea.
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