"La vacunaci¨®n masiva desv¨ªa los verdaderos problemas de la salud"
Consciente del problema y de la necesidad absoluta de una informaci¨®n honesta sobre el mismo, Fernand Delarue, profesor de la regi¨®n parisiense, ha escrito un libro pol¨¦mico sobre el tema de las vacunas bas¨¢ndose en estad¨ªsticas, estudios e informaciones recogidas de diversos pa¨ªses, con objeto de ayudar a la lucha que la Liga Nacional por la Libertad de la Vacunaci¨®n realizada desde hace veinte a?os.Fernand Delarue, que considera un deber moral defender la idea de que nuestro cuerpo y nuestro esp¨ªritu nos pertenecen, ha escrito su libro La intoxicaci¨®n de las vacunas, haci¨¦ndose eco de un derecho que el Consejo de Europa acaba de recordar una vez m¨¢s: ?el derecho fundamental del enfermo a la dignidad e integridad de su ser entero (cuerpo y esp¨ªritu), as¨ª como el de ser absolutamente informado de todo lo que a su salud se refiere?.
Pregunta. ?Cu¨¢l es la raz¨®n de que un libro como el suyo no haya aparecido antes y qu¨¦ es lo que pretende con ¨¦l?
Respuesta: Mi pretensi¨®n es informar: No puede adoptarse una postura responsable sobre las vacunas, si no se conocen los pros y los contras. Si el libro no ha aparecido antes ha sido porque ning¨²n editor del mundo entero quer¨ªa editar un libro que cuestiona la efectividad de la vacuna e insiste sobre los grandes peligros que la misma su pone. Normalmente en cuanto se hace una cr¨ªtica objetiva de la vacunaci¨®n masiva, se le considera a uno como retr¨®grado y contrario al bien com¨²n. Vivimos en una ¨¦poca en que el mejor producto es aquel que realiza la mejor campa?a publicitaria, es la triste realidad. La publicidad sobre las vacunas la llevan a cabo siempre los laboratorios que las producen y que naturalmente. dicen maravillas de ellas. Todas las estad¨ªsticas que cito en mi libro mostrando que la vacunaci¨®n obligatoria o no, no tiene ninguna incidencia sobre la regresi¨®n de las enfermedades provienen de fuentes oficiales y son incontestables, pero no figuran jam¨¢s en los estudios que se presentan al gran p¨²blico o a los m¨¦dicos. Todos, parlamentarios, m¨¦dicos. padres de familia, etc¨¦tera. piensan que la ¨²nica documentaci¨®n que existe es la que demuestra lo magn¨ªfico que son las vacunas. Todo lo que va en contra de esta manera de pensar se elimina. Se puede ser m¨¦dico y saber muy poco sobre las vacunas naturalmente, los que trabajan en los Institutos Pasteur o M¨¦rieux no pueden poner en duda sus productos. ser¨ªan absolutamente eliminados como ha sido el caso de algunos investigadores que se han alejado de la ortodoxia. Sus trabajos se relegan al olvido y no se habla m¨¢s.
P. ?En el fondo de todo esto, adem¨¢s de una posible ignorancia, no puede haber cierta hipocres¨ªa por parte de los sabios y los poderes p¨²blicos?
R. Sin duda, la hay por parte de los que saben que algunas cosas de las que afirman, no son verdad, pero los que conf¨ªan en la ?sabia palabra de los pont¨ªfices? no son hip¨®critas. solamente est¨¢n equivocados: pero act¨²an de buena fe. Se repite tantas veces a los m¨¦dicos que la vacuna es inofensiva, que, cuando el accidente grave llega, se dice a s¨ª mismo ?no he tenido suerte. me ha tocado a m¨ª?. En consecuencia, no se habla de ello, es dif¨ªcil decir a los padres que su hijo ha muerto, o est¨¢ grave, debido a algo que el mismo m¨¦dico ha aconsejado. El m¨¦dico se siente solo. nadie osa ir contra el mito establecido por miedo a desconsideraciones de tipo profesional. Por ejemplo. el doctor Albertier, vicepresidente de nuestra Liga, escribi¨® hace a?os al Instituto Pasteur manifestando que ¨¦l mismo ?hab¨ªa matado varios ni?os por la BCG?. La respuesta del Instituto fue: ?Querido compa?ero, es usted el ¨²nico que nos ha planteado este problema, no tenemos ninguna otra noticia en este sentido. Tome algunas precauciones. ? Las precauciones se tomaron, pero los ni?os siguen muriendo. Otros m¨¦dicos le comentan que han recibido la misma respuesta. El doctor investiga. establece contactos con instituciones extranjeras y comprueba que los casos existen, ?s¨®lo en Francia la vacuna no mataba?.
Campa?as publicitarias
P. ?No puede hacer nada la Liga para neutralizar las campa?as publicitarias de los laboratorios que inducen a la gente, ante una posible epidemia, real o no, a vacunarse en masa?
R. Cuando hay una campa?a en este sentido es imposible boicotearla por una contra-publicidad. La primera vez que hemos tenido un espacio en la televisi¨®n y no en directo ha sido la semana pasada. Los grandes peri¨®dicos y las grandes emisoras de radio siguen estando cerradas. En una charla que di en una radio perif¨¦rica, dije en, re otras cosas que la vacuna contra la viruela mata o pone enfermos cada a?o entre doscientos y 250 ni?os franceses (el d¨ªa anterior en Marsella se hab¨ªan vacunado centenares de ni?os sin tomar ninguna precauci¨®n). Los padres telefonearon asustados a la emisora. El director, para arreglarlo, pide a una gran personalidad, el profesor Lepin, que me contradiga, y lo hace afirmando que, desde hace cuarenta a?os, no ha habido un solo caso de encefalitis. Lo terrible es que la Liga ha ganado un cierto n¨²mero de procesos por encefalitis postvacinal, que fueron publicados en revistas m¨¦dicas, pero..., el profesor nunca hab¨ªa o¨ªdo hablar de ellos. La Liga, una vez demostrado que los accidentes se producen, ha conseguido hacer pasar una ley por la cual deben ser indemnizadas las v¨ªctimas. Esto es dif¨ªcil, costoso; las gestiones son interminables, y mucha gente no se atreve. Entonces el Ministerio hip¨®critamente dice hay muy pocos accidentes, porque hay muy pocas indemnizaciones. Pero no se dicen las trabas con que se encuentra quien quiere llevar adelante el caso. Lo que pretendemos actualmente es la obligaci¨®n de declarar todos los accidentes postvacinales.
P. Sabiendo todo esto, ?c¨®mo es posible que se mantenga el mito de la eficacia e inocuidad de la vacuna?
R. Por la discreci¨®n del cuerpo m¨¦dico el inmovilismo administrativo, las confusiones malhonestas, la carencia de estad¨ªsticas y el rechazo de realizarlas, por negar la palabra a los adversarios, por la fe en las afirmaciones de los pont¨ªfices la necesidad que la gente siente de sentirse tranquilizada y la obligatoriedad de algunas vacunas (en Francia difteria, polio, tuberculosis. t¨¦tano y viruela). El padre que. consciente del peligro, se niega a vacunar a sus hijos puede tener muchos problemas. Destruir el mito de la teor¨ªa de los portadores de g¨¦rmenes o de la barrera de inmunidad es muy dif¨ªcil. cuando hay una predisposici¨®n a hacer creer lo contrario. El doctor Buchwal ha demostrado que constituyen siempre los sujetos vacunados el origen de todos los numerosos accesos epid¨¦micos que, ¨¦l ha estudiado. Tambi¨¦n est¨¢ demostrado que la contaminaci¨®n de las capas fre¨¢ticas de Nueva York por virus vacinales y por tanto la vacuna puede ser un peligro para la colectividad. El premio Nobel, John Enders, afirma que la vacuna contra la rubeola puede ser m¨¢s peligrosa que la enfermedad, puesto que los sujetos inmunizados pueden albergar el virus sin estar enfermos y extenderlos haciendo correr graves riesgos a los fetos de las madres embarazadas. Por lo que se refiere a la barrera de inmunidad, las estad¨ªsticas demuestran que los pa¨ªses r¨ªo vacunados masivamente, est¨¢n tanto o m¨¢s protegidos que los otros.
Enfermedades derivadas
P. En su libro habla usted de las relaciones posibles entre la vacunaci¨®n y el c¨¢ncer, las enfermedades cardiovasculares, la leucemia y las inadaptaciones y retrasos escolares en los ni?os. ?Puede hablarnos de ello?
R. Desgraciadamente no se han hecho estudios sistem¨¢ticos sobre esta relaci¨®n. Pero yo he recogido datos de revistas m¨¦dicas y de congresos, afirmo que aunque las relaciones no est¨¢n todav¨ªa clarificadas. es seguro que existen. No se sabe cuantos c¨¢nceres pueden imputarse a las vacunas, pero ser¨ªa interesante saberlo. Hay testimonios en este sentido, por ejemplo, el del doctor Marcelzat, que ha detectado 38 tumores cut¨¢neos desarrollados en los trazos de escarificaci¨®n de la vacuna de la viruela. demostrando adem¨¢s que no pueden achacarse a otras causas. Podr¨ªa citar otros ejemplos, pero creo que los estragos del c¨¢ncer hoy en d¨ªa son lo suficientemente importantes como para que la cuesti¨®n merezca un estudio. Los accidentes insidiosos menos aparentes que se manifiestan si mente no se pueden olvidar. Es como una pir¨¢mide en la cima est¨¢n los graves, los que se ven. En la base, los soterrados pero que pueden afectar a miles de ni?os. Yo soy profesor y he visto con frecuencia ni?os inteligentes, brillantes incluso, que tras la vacuna se han desmoronado han perdido el inter¨¦s por todo sufren p¨¦rdidas de memoria y pueden permanecer en este estado varios a?os o lo que es peor toda la vida. Pero esto no se comprueba porque no se habla porque los maestros tienen una fe ciega en las vacunas y es m¨¢s f¨¢cil enviar a estos ni?os al psic¨®logo.
Elevar el nivel sanitario
P. Si todo lo que usted expone es cierto. ? c¨®mo se pueden enviar dosis masivas de vacunas a los pa¨ªses del Tercer Mundo?
R. Por qu¨¦ no se cree en los accidentes. Porque se piensa que es la garant¨ªa de la salud. Mire cuando el hambre terrible de Biafra, la solidaridad internacional recogi¨® muchos millones de d¨®lares dedicados a alimentar a los ni?os que mor¨ªan de hambre. Cuando se me ocurri¨® examinar las cuentas observ¨¦ que m¨¢s de la mitad de ese dinero se hab¨ªa dedicado a vacunas contra la viruela y la rubeola. Se mor¨ªan de hambre, pero se les vacunaba. Hoy en d¨ªa estamos preparados para tomar medidas m¨¢s eficaces y menos peligrosas que las vacunas. Holanda ha vencido la tuberculosis sin recurrir a ellas. La viruela se ha extinguido localizando al enfermo y aisl¨¢ndolo. La vacunaci¨®n masiva desv¨ªa a los Gobiernos de los verdaderos problemas de la salud de la comunidad: elevar el nivel de vida, tomar medidas higi¨¦nicas, culturales, controlar la calidad de la alimentaci¨®n, cuidar el medio ambiente, son entre otras pr¨¢cticas m¨¢s efectivas que la simple vacunaci¨®n y no suponen riesgo alguno. Se sigue creyendo que la vacuna es anodina que no deja trazas y no es verdad. Las investigaciones inmunol¨®gicas prueban que las estimulaciones repetidas no dejan de tener inconvenientes y producen complicaciones a nivel de lesiones de ri?ones, h¨ªgado, enc¨¦falo, nervios, etc¨¦tera.
P. ?No le parece que en esta carencia en la informaci¨®n los m¨¦dicos son tambi¨¦n responsables?
R. Evidentemente, con frecuencia el m¨¦dico no informa lo suficiente al paciente sobre su enfermedad, ni sobre el tratamiento. Esto hace nacer una relaci¨®n de dependencia, de pasividad por parte del paciente que delega la responsabilidad de su cuerpo en manos de otro, del que posee el saber, cuando la salud es, en primer lugar, su propia responsabilidad. Cuando se alarga el brazo para recibir una vacuna, se realiza un acto de abdicaci¨®n de esta responsabilidad.
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