Chick Corea: una cierta decepci¨®n
El concierto que Chick Corea, uno de los mejores pianistas de ?jazz? de la actualidad, ofreci¨® la noche del pasado viernes en el pabell¨®n de deportes de Badalona vio reflejada en el p¨²blico la falta de definici¨®n que presenta el actual trabajo del m¨²sico.El concierto, con trece m¨²sicos y un escenario cuajado de flores, una gran iluminaci¨®n y mejor sonido, supuso una acumulaci¨®n de estilos y formas musicales diversas que s¨®lo ocasionalmente llegaban a fundirse en un todo homog¨¦neo.
?Blues?, ?riffs? del cuarteto de viento en un estilo cl¨¢sico de Big Band, elementos caribe?os, brasile?os, flamenco incursiones clasicistas del cuarteto de cuerda solos ac¨²sticos de plano. todo ello descontextualizado, resultaba una m¨²sica que perd¨ªa en coherencia lo que ganaba en variedad y amplitud. Esta acumulaci¨®n de formas, muchas veces mec¨¢nica, nos fue explicada por el mismo Corea tras el concierto. ?A un nivel primario, estrictamente musical, se producen contradicciones estructurales que no pueden ser resueltas dentro de ese mismo nivel. Es necesario pasar entonces a otros niveles como el de la intenci¨®n, capaces de globalizar y dar coherencia al nivel musical. En mi caso, la intenci¨®n primordial es lograr una determinada comunicaci¨®n.?
Tomando esto como cierto y tambi¨¦n el inter¨¦s de Corea por no limitar su m¨²sica a unas formas standard ilimitadas, hay que resaltar que esa conexi¨®n entre distintos niveles no es, por desgracia, autom¨¢tica y as¨ª, junto a grandes momentos, aparec¨ªan otros en los que la desorientaci¨®n del p¨²blico fue la caracter¨ªstica dominante.
Es indudable que Chick al piano es un verdadero prodigio de sutileza e imaginaci¨®n. Tanto sus solos como su labor de acompa?amiento fue lo mejor de la noche, por mucho que la gente, deseosa de marcha, le silbase en ocasiones. Esos solos de Chick, influidos muy claramente por un cierto clasicismo, no pierden, sin embargo, dos caracteres fundamentales del ?jazz?, el ?swing? y la capacidad de improvisaci¨®n.
Con Corea aparec¨ªa Gayle Mor¨¢n, cantando y complementando los teclados. Aparte de su cursiler¨ªa personal, su formaci¨®n clasicista hace que su canto est¨¦ en muchas ocasiones fuera de lugar. El problema reside no tanto en si canta bien o mal (lo hace estupendamente y en una tesitura alt¨ªsima), sino en c¨®mo lo hace. Falta de elasticidad, de ritmo, de ese ?swing? que mencionaba hace poco. Gayle Mor¨¢n es un ente mec¨¢nico en lo que se propon¨ªa ser un conjunto fluido.
Tave Liebmann al saxo soprano (en el tenor le faltaba resuello) traz¨® unos solos largu¨ªsimos, que tras llegar r¨¢pidamente al ?climax? le manten¨ªan en las alturas con muchas repeticiones. Para ser un hombre con un historial impresionante, Liebmann fue una de las peque?as excepciones de la noche. Rick Laird realiz¨®, en cambio, una estupenda labor al bajo, oscurecido ocasionalmente por el cuarteto de cuerda.
En conjunto, el concierto de Corea, que present¨® temas de sus tres ¨²ltimos ¨¢lbumes en solitario (The Leprechaun, My Spanish Heart, Mad Hatter), con otros nuevos a lo largo de m¨¢s de tres horas, tuvo momentos magn¨ªficos junto a otros lisa y llanamente aburridos, cuando no cargantes (la cuerda y algunas espa?oladas que volv¨ªan una y otra vez).
El resultado final de sumas y sustracciones fue positivo, tanto por la calidad de los m¨²sicos como por algunas construcciones de los complejos temas. No fue sin embargo ese concierto redondo que se pod¨ªa esperar.
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