Erotismo pol¨ªtico
La carrera cinematogr¨¢fica de Tinto Brass, iniciada en la Cinemateca de Par¨ªs, ha sufrido diversos avatares desde un principio prometedor de la mano de cierto tipo de anarquismo, hasta posteriores empe?os comerciales. Tras el fracaso de ¨¦stos volvi¨® en su d¨ªa a sus fuentes primitivas para desembocar, finalmente, dentro de un estilo entre de denuncia y grotesco, en este Sal¨®n Kitty, pretendidamente sat¨ªrico y torpemente melodram¨¢tico.La historia, escrita por el mismo realizador, se refiere al famoso cabaret del mismo nombre fundado por una antigua peluquera, a medias prost¨ªbulo y a medias sala de espect¨¢culos, para animar las noches del Berl¨ªn de los a?os treinta. Durante la guerra mundial, el nazismo lo incorpor¨® a su sistema de informaci¨®n, colocando micr¨®fonos en las alcobas de los clientes.
Sal¨®n Kitty
Director: Tinto Brass. Fotografia: Silvano Ippoliti. Vestuario: Jost Jacob y Hugo Pericoli. Gui¨®n: Brass, De Concini y Mar¨ªa P¨ªa Fusco. Int¨¦rpretes: Ingrid Thulin, Helmut Berger, Teresa Ana Savoy, Bekim Femiu, Jhon Steiner, Steffano Satta Flores. Italia, 1975.Salas de estreno: Palacio de la Prensa y Vel¨¢zquez.
A ambas bandas juega su juego este filme tambi¨¦n: al del erotismo en boga y al del nazismo. Los j¨®venes ir¨¢n a verlo por su denuncia; los viejos, porque ?hay que conocerlo todo?, aunque sea ?en off? y desde la ¨²ltima vuelta del camino. Una buena operaci¨®n, sin duda. Lo malo es que en esta ocasi¨®n, como en otros filmes de Brass, lo que falla es el argumento, que en este caso apunta claramente a la pornograf¨ªa. De poco sirven amores puros, justificaciones antinazis, un ambiente dec¨® aceptable, vestuario y canciones consabidas a lo Zarah Leander, cuando los Int¨¦rpretes aparecen obligados por unos di¨¢logos est¨²pidos de origen, enriquecidos en la versi¨®n espa?ola con hallazgos de humor insospechados. El gui¨®n, aparte de presentar los acostumbrados homosexuales t¨®picos, damas dudosas y nazis arrancados de la falsilla com¨²n de otros cien filmes parecidos, aparece muy claramente construido para la exhibici¨®n de t¨¦cnicas y diversas posturas en sus secuencias primeras, vengan a cuento o no, pero de efecto seguro ante un p¨²blico que ha pasado sin pesta?ear de la misa dominical a los filmes porno.
Falta iron¨ªa de altura, falta tensi¨®n dram¨¢tica, falta, incluso, claridad en la realizaci¨®n. Es verdad que la censura y el mismo productor en su d¨ªa se encargaron de aligerar los posibles excesos de la historia, pero de todos modos, lo que resta es tan absurdo, gratuito y zafio, que la posible denuncia inicial se queda, como siempre, en buena voluntad justificada por coartadas poco v¨¢lidas. Para inventar esta historia no hac¨ªa falta consultar las actas del proceso de Nuremberg. No era preciso sino echar un vistazo a otros filmes parecidos y anteriores. Tinto Brass parece s¨®lo dotado para la gruesa caricatura, para ese tipo de cine pornogr¨¢fico-familiar sucesor del antiguo parroquial en las nacientes democracias.
Babelia
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