Nepotismo y culto de la personalidad
El poder personal omn¨ªmodo de Nicol¨¢s y Helena Ceaucescu ha conducido al r¨¦gimen a un culto de la personalidad cuya intensidad y amplitud s¨®lo es comparable, seg¨²n los extranjeros instalados en Bucarest, al del estalinismo despu¨¦s de las grandes purgas de Mosc¨² de 1936. As¨ª, por ejemplo, tras los festejos organizados con motivo del sexag¨¦simo cumplea?os del jefe m¨¢ximo, entre fines de 1977 y comienzos de este a?o, los regalos enviados desde el exterior permanecieron expuestos, como los de una boda real, durante semanas y semanas en el museo de Historia de la ciudad. Cuando visitamos el lugar por primera vez, el 24 de febrero, pudimos ver a¨²n el lento e interminable desfile de grupos de funcionarios, escolares y milicianos entre los ?s¨ªmbolos del homenaje mundial?, algunos tan curiosos como una babucha de plata, o el casco de una granada. Entre las l¨¢mparas, los visitantes se mov¨ªan en silencio, casi con unci¨®n como en una iglesia. Ning¨²n ?respetuoso reconocimiento? del mundo socialista o tercermundista hab¨ªa faltado a la cita del aniversario, incluidos los de Santiago Carrillo y Marcelino Camacho.Este ?nuevo tipo de hombre pol¨ªtico? -ese es uno de los muchos ditirambos que los sindicatos o las dem¨¢s organizaciones del Estado le suelen dedicar diariamente a Ceaucescu en la primera p¨¢gina de Scinteia o Romania Libera- hab¨ªa hecho editar, unas semanas antes, sus ?obras completas?, en catorce vol¨²menes, calificadas por la jerga oficial de ?tesoros del pensamiento y la acci¨®n revolucionaria?, y adem¨¢s millones de ejemplares de los discursos, brindis y hasta simples cartas de cortes¨ªa que los jefes de Estado y dirigentes de partidos de todo el mundo (tambi¨¦n los norteamericanos) le han dedicado a su persona durante los ¨²ltimos a?os.
La dinast¨ªa Ceaucescu
El ?fil¨®sofo supremo?, tan continuador de Gheorghiu-Dej, primer jefe de partido, como de Nicol¨¢s Balcescu, h¨¦roe de la revoluci¨®n de 1848, sigue acumulando, a su vez, todos los cargos imaginables: adem¨¢s de encabezar el comit¨¦ ejecutivo del partido, el secretariado del Comit¨¦ Central y el Comit¨¦ Permanente, Ceacescu es presidente de la Rep¨²blica, presidente del Consejo de Estado, presidente del Consejo de Defensa, presidente del Consejo Nacional de Trabajadores y presidente del Consejo Supremo de Desarrollo Econ¨®mico y Social. Luego de la rebeli¨®n minera de Jiu, en agosto del a?o pasado. se ha convertido tambi¨¦n en ?minero de honor?. Su esposa ocupa el segundo puesto en varios de esos organismos (muchos dicen que el primero). y su hijo Niku preside la Uni¨®n de Estudiantes Rumanos. El poder de la dinast¨ªa se extiende incluso a otros parientes, como Gherogee Petrescu, que acaba de ser nombrado secretario de Estado en el Ministerio de Industria. Pero las virtudes din¨¢sticas tienen sus l¨ªmites, puesto que, como va hemos visto. las purgas no respetan a veces los lazos familiares. como ha ocurrido en el caso de Cornel Burtica, el ?liberal? del affaire Goma, quien, aunque miembro del Comit¨¦ Permanente, acaba de perder sus funciones ejecutivas en el Comit¨¦ Central, sin las cuales su presencia en el Permanente no pasan de ser, fuera del terreno vigilado por Ceaucescu, meramente decorativas.
Por lo dem¨¢s, el se?or Ceaucescu parece ser hombre amante de los detalles y muy susceptible a los errores de la burocracia, sea la propia o la ajena. Hace unos d¨ªas, durante su visita oficial a Estados Unidos. el l¨ªder no ocult¨® su desagrado cuando la banda de m¨²sica del se?or Carter lo recibi¨® a los acordes del himno nacional rumano Los tres colores, en una interpretaci¨®n que no incluy¨® las modificaciones impuestas personalmente por Ceaucescu durante las festividades de su aniversario. Entre el 5 de octubre y el 17 de noviembre pasado. esas modificaciones provocaron en Rumania una serie de destituciones, porque la burocracia. despu¨¦s de suprimir por orden de Ceaucescu una estrofa referente a la ?fraternidad de armas con la Uni¨®n Sovi¨¦tica?, no hab¨ªa agregado otra sobre la ?defensa de la patria? de pu?o y letra del presidente. Los norteamericanos reincidieron en un error que hab¨ªa obligado a dos publicaciones contradictorias en el bolet¨ªn oficial rumano. sin discusi¨®n previa en el Parlamento.
Pese a los esfuerzos perfeccionistas de la pareja presidencial esa clase de tropiezos forma parte esencial de la vida cotidiana en la Rumania de hoy. El peso psicol¨®gico y f¨ªsico de la represi¨®n, y la carencia de informaci¨®n tienen, sin duda, mucho que ver en el asunto. Romania Libera y Scinteia, con seis p¨¢ginas cada uno, son los ¨²nicos peri¨®dicos que circulan en Bucarest, aparte de los boletines y revistas de los sindicatos y asociaciones profesionales. Tal como nos lo explic¨® un periodista de la ciudad (? pertenezco -dijo no sin humor- a la posici¨®n silenciosa, que tambi¨¦n preside el camarada Ceaucescu?) cada noticia pasa por innumerables filtros antes de llegar al lector. ?En ocasiones, un simple adjetivo puede demorar su difusi¨®n una semana?. Tampoco hay prensa occidental, como no sea la que reciben por correo -cuando llega- las embajadas. Nadie sabe pues a qu¨¦ atenerse; nadie est¨¢ sefuro de ser lo suficientemente ?ortodoxo?. Esto ocurre hasta con las propias leves, cuyos ?anexos?, en los que se precisan penas y ciertos procedimientos judiciales, se publican en forma muy restringida o se mantienen en ?reserva? durante a?os.
Poco antes de la ¨²ltima amnist¨ªa (junio de 1977), que benefici¨® a unos 20.000 presos comunes, se llev¨® a cabo una reforma del c¨®digo penal. a iniciativa, seg¨²n los iniciados de Burtica y de Stefan Andrei. otro de los personajes importantes del r¨¦gimen, a quien algunos atribuyen inclinaciones prosovi¨¦ticas (ahora s¨®lo ?semipurgado? Y. por lo tanto. nombrado ministro de Asuntos Exteriores). Mediante esa reforma se redujeron considerablemente los castigos a los autores de robos en el ¨¢mbito privado y se acentuaron los cometidos contra la ?propiedad socialista?. As¨ª, los detenidos por asaltar a un taxista o una residencia particular empezaron a ser dejados r¨¢pidamente en libertad. Pero en septiembre, el ¨ªndice de delincuencia aument¨® en forma alarmante, lo que provoc¨® una gran psicosis en la capital. Al final, el asesinato de un taxista indujo a un grupo de la cumbre -se habla de la propia Helena Ceaucescu- a organizar manifestaciones en favor de una ?contrarreforma ? penal, y uno de los dos autores del crimen fue fusilado.
El sue?o del rumano propio
A pesar de las mayores y m¨¢s estrictas ?definiciones? que se aplican en el terreno pol¨ªtico, la incertidumbre ah¨ª tambi¨¦n resulta acusada. En principio, todo ciudadano rumano supone una ?inversi¨®n del Estado?, por lo cual nadie puede abandonar el territorio nacional -ni siquiera hacer turismo- cuando lo desea. La ley es v¨¢lida para todos, incluidos los habitantes del barrio Floreasca, donde viven muchos ministros y subsecretarios. Desde hace meses, el se?or Dumitrescu representante de Rumania en la UNESCO, vive recluido en su casa (detenci¨®n domiciliaria), vigilado por la militia. Quiso renunciar a su nacionalidad y salir del pa¨ªs, como Goma y sus compa?eros. Ning¨²n rumano ?debe? conversar con extranjeros. y si lo hace est¨¢ obligado a presentar un informe detallado a las autoridades. Tampoco puede sin permiso expreso de la militia, asistir a las recepciones de las embajadas. Los diplom¨¢ticos extranjeros se disputan, de esa manera. su ?rumano propio?. Durante nuestra visita a Bucarest, la embajada sueca invit¨® a una cena a treinta intelectuales y pol¨ªticos de Bucarest: s¨®lo se presentaron dos. Alexandru Breban. viejo integrante del Comit¨¦ Central con fama de ?opositor liberal?. no ha podido, en dos oportunidades, entrar en la residencia de un encargado de negocios. Con el prop¨®sito de evitar ?equ¨ªvocos fatales?. ministros y viceministros -hablamos con el de Asuntos Exteriores, se?or Vasili Gilga- se hacen acompa?ar, sistem¨¢ticamente, de otro funcionario cuando reciben visitas. Para completar el control, cada ciudadano tiene asignado en su buletin (carnet de identidad), su lugar de residencia. y s¨®lo puede trabajar y conseguir vivienda en la localidad se?alada en el buletin. Sin legilimatia (documentaci¨®n personal) no hay existencia posible. Aun as¨ª, de tanto en tanto se producen fugas espectaculares, como la de los m¨²sicos del conjunto Formatia, que el a?o pasado consiguieron pasar la frontera escondidos en unos enormes waffles.
Relaciones con el Ej¨¦rcito y la Iglesia
No sorprende que en ese ambiente delet¨¦reo, el rumor se haya transformado en la base de cualquier informaci¨®n para la mayor parte de los ciudadanos, y tambi¨¦n en recurso obligado de los sectores dirigentes. Quince d¨ªas antes de la purga de marzo, el asunto estaba ya en la calle, y adem¨¢s con bastante exactitud, como se comprob¨® despu¨¦s. Ahora, los rumores m¨¢s insistentes se refieren a un cambio de relaciones entre el partido, la Iglesia y el Ej¨¦rcito.
El r¨¦gimen, seg¨²n se nos asegur¨® en las mismas fuentes que nos anunciaron la purga, parece decidido a hacer m¨¢s ?fluidas? esas relaciones, sobre todo con la oficialidad de Estado Mayor, inquieta a causa de los relevos de varios jefes cuyos puntos de vista t¨¦cnicos sobre el esquema de defensa no coincid¨ªan con los de los expertos de la militia. Se prev¨¦n, en ese campo, mejoras de status y aumentos de sueldo, pese a que ya un capit¨¢n del Ej¨¦rcito gana m¨¢s del doble (4.000 leis) que un ingeniero 1.900 leis).
En cuanto a la Iglesia, la se?ora Ceaucescu habr¨ªa preparado ya un proyecto para suprimir el numerus clausus que hasta ahora rige para sacerdotes y seminaristas. La madre del se?or Ceaucescu, y varios parientes de su esposa, han recibido a su muerte funerales y sepultura religiosa. En Bucarest hay una iglesia cat¨®lica, una sinagoga sefard¨ª -donde a¨²n se puede o¨ªr el espa?ol del siglo XV- y varios templos ortodoxos, luteranos y evangelistas. La televisi¨®n y el cine, dedicados exclusivamente a programas y filmes con ?mensajes anticapitalistas?, han suavizado ultimamente sus ataques a la religi¨®n.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.