La reuni¨®n de Chantilly y la Europa cristiana
La reuni¨®n ecum¨¦nica, en Chantilly, de ochenta representantes de las iglesias europeas, desde el T¨¢mesis al Ural, celebrada del 10 al 13 de abril, de momento, es quiz¨¢s ¨²nicamente la expresi¨®n de una buena voluntad com¨²n y del sufrimiento que engendra en todas ellas la ausencia de unidad, ya tantas veces manifestada, pero que cada vez se va haciendo m¨¢s enf¨¢tica. Sin embargo, es tambi¨¦n el primer episodio de una tarea com¨²n, de una acci¨®n com¨²n cristiana a la espera de que en el orden teol¨®gico sea posible la misma unidad. Los asistentes se han mostrado especialmente doloridos de que ni siquiera les haya sido posible, como consecuencia de esa ausencia de unidad teol¨®gica, el compartir la Eucarist¨ªa, pero tampoco han ocultado su esperanza en que el acercamiento de hecho entre los fieles de esas distintas iglesias e incluso su participaci¨®n com¨²n en esa. Eucarist¨ªa obliguen a los te¨®logos a un di¨¢logo m¨¢s estrecho, a una profundizaci¨®n mayor, a una b¨²squeda m¨¢s intensa de f¨®rmulas comunes de lo esencial de la creencia cristiana.Pero todo esto no es para ma?ana, claro est¨¢. Nada hay que teman mas los verdaderos ecumenistas que un disimulo o encubrimiento de las dificultades, una pura distensi¨®n sentimental, una minoraci¨®n de las distancias dogm¨¢ticas o del abismo que ha ido cavando la historia. Ya liquidada la guerra religiosa y, en gran parte, pol¨ªtica entre las distintas iglesias cristianas, ¨¦stas han ido aprendiendo con humildad que ninguna de ellas agota toda la expresi¨®n de la fe cristiana y que en cada una de ellas se enfatiza, por el contrario, alguna parte de esa fe de la que no se puede prescindir. ?La Iglesia -escrib¨ªan recientemente en este sentido Francois Bluche y Pierre Chaunu, en su ?Lettre aux Egl¨ªses?- tiene, hoy m¨¢s que nunca, necesidad de las divisiones que
ha recibido como una verdadera gracia del pasado?, ya que la memoria del pasado, seg¨²n una idea muy profunda, ciertamente, y muy querida, sobre todo, al profesor Chenu, es una memoria de eternidad y no debe renunciarse, de manera que esas divisiones entre las iglesias, aun siendo un esc¨¢ndalo, ser¨ªan tambi¨¦n una fuente de enriquecimiento cristiano.
En Chantilly, sin embargo, ha prevalecido la idea de que la divisi¨®n entre las iglesias resta credibilidad al mensaje cristiano, pero se ha hablado de esa divisi¨®n a un nivel m¨¢s bien pr¨¢ctico. de cristianos, que, enredados en sus disputas o extra?os los unos a los otros no muestran suficientemente su testimonio como tales en un mundo como el nuestro y. concretamente. en la Europa que se dice estar construyendo. Porque en Chantilly se ha hablado espec¨ªficamente de ?construir Europa sobre el fundamento de Cristo? y no, ciertamente, como una especie de nostalgia de sue?o teocr¨¢tico, sino como una presencia cristiana que, en primer lugar, es cr¨ªtica porque tiene que denunciar la pasi¨®n de poder y de poseer y recordar las responsabilidades ante la pobreza y la miseria o la marginaci¨®n de los d¨¦biles, por parte de los pol¨ªticos que ahora construyen Europa. Pero sin olvidar tampoco la responsabilidad de las Iglesias en este sentido, en la construcci¨®n de una paz que exige de los cristianos su oposici¨®n a la carrera de armamentos y su contribuci¨®n a un nuevo orden econ¨®mico y social no basado sobre el poder y el prestigio.
Quiz¨¢s entonces lo m¨¢s importante de la reuni¨®n de Chantilly sea esto: una especie de recuperaci¨®n del sentido de la identidad y de la .misi¨®n cristianas, despu¨¦s de unos a?os de incertidumbre e incluso de tremendo complejo de inferioridad que parec¨ªan propiciar la resignaci¨®n a una especie de ?ghetto? y al esp¨ªritu de apocalipsis y desastre ante el triunfo no s¨®lo de la secularidad, sino de la indiferencia religiosa o del ate¨ªsmo. Pero, desde luego, lo que no ha pretendido ser Chantilly es una reuni¨®n ir¨®nica, algo as¨ª como aquel pacto interconfesional con que trat¨® de liquidarse la guerra de los Treinta A?os, y que dio lugar a la llamada teolog¨ªa natural o m¨ªnima plataforma com¨²n de consenso a que pudo llegarse. Todo el mundo sabe muy bien que esta teolog¨ªa s¨®lo sirvi¨®, en realidad, para convertir el problema de Dios en puro problema epistemol¨®gico, al nivel de cualquier otro objeto de conocimiento y, por tanto, para entregarlo f¨¢cilmente a su negaci¨®n, y que no aport¨® nada en absoluto para acercar a cat¨®licos y protestantes, por ejemplo. En ¨²ltimo t¨¦rmino, Chantilly ha comenzado a buscar la comuni¨®n -en aquellas verdades que ?afectan a la aut¨¦ntica sustancia de la relaci¨®n central con Jesucristo mismo?, seg¨²n indic¨® el cardenal Hume, -pero mucho m¨¢s -y esto ya desde ahora- aquel testimonio y acci¨®n comunes de todos los cristianos en favor de la paz y de un mundo m¨¢s justo.
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