Los gitanos
Ha tenido lugar la primera reuni¨®n nacional de asociaciones gitanas. Ciento cincuenta y tantos gitanos se han reunido por primera vez y no han hecho una hoguera ni le han vendido un burro a nadie. Black is beautiful, dicen en Harlem. Aqu¨ª, lo gitano es bello.?Y qu¨¦ piden los gitanos y ol¨¦? Derogaci¨®n de las disposiciones legales que discriminan y persiguen todav¨ªa al pueblo gitano, desde 1942: ley de Peligrosidad Social, generalizaci¨®n de la presunci¨®n de culpa. En efecto, uno era malo, de ni?o, como es la obligaci¨®n de todo ni?o, y en seguida dec¨ªa la mam¨¢ grande:
-Ni?o, te van a llevar los gitanos.
La sociedad espa?ola ha necesitado al gitano como un contraespa?ol, como la evidencia del mal, como un condenado en vida, como el contraste cobrizo de la casta palidez paya, apost¨®lica y romana. Los gitanos eran una cosa muy ¨²til. La mitolog¨ªa infantil del horror, en Espa?a, nace del fondo oscuro de la raza gitana: el coco, el hombre del saco, o la tribu gitana que pasaba por la calle de mi infancia dejando una estela de magia, miedo, superstici¨®n, cultura y piojos.
Ahora que los gitanos se disponen, con toda oportunidad y decisi¨®n, a reivindicarse como raza y clase, yo les dir¨ªa a los gitanos, no para consolarles, sino para consolarme a m¨ª mismo, que con Franco todos ¨¦ramos gitanos. Esa ley de Peligrosidad Social que ellos citan, y otras muchas leyes de Burgos, Salamanca y Madrid, hicieron de pronto a Espa?a un pueblo de gitanos, robagallinas, canasteros y enemigos naturales de la Guardia Civil.
El Caudillo se convirti¨® de pronto, por decisi¨®n propia y de manera involuntaria al mismo tiempo, en un Caudillo de gitanos. En lugar de redimir a los gitanos y otras etnias peninsulares, la guerra civil nos gitaniz¨® a todos un poco o un mucho. Por eso podemos comprender y asumir hoy las exigencias del movimiento gitano: porque todos llevamos un gitano de posguerra en el alma. Los gitanos, en reciente documento, piden guarder¨ªas para sus ni?os. La sociedad espa?ola no les hab¨ªa previsto otra guarder¨ªa que el arco derrumbado del puente romano.
La mortalidad infantil entre los gitanos es la m¨¢s alta de Espa?a, y quiz¨¢ de Europa. Los gitanos nos vienen dando pruebas decididas de su voluntad de integraci¨®n en la sociedad espa?ola. Incluso algunos se han hecho de UCD, que ya es integrarse.
Leyendo la carta gitana, la lista de sus reivindicaciones, me reconozco hasta tal punto que corro a mirarme en el espejo del ba?o, a ver si es que tengo la frente morena de verde luna. Lo que les han hecho a los gitanos, nos lo han hecho en buena medida a todo los espa?oles. Por ejemplo, eso de que la ignorancia de la ley no exime de su cumplimiento, aberraci¨®n jur¨ªdica de la que nunca hab¨ªa protestado ning¨²n payo, que yo sepa, y de la que ahora protestan los gitanos, pidiendo esquemas legales claros y sencillos para que su pueblo inculto pueda enterarse y cumplir. ?Comportarse?, como dir¨ªan ellos.
-Los gitanos no podemos ignorar la ley, pero la ley nos ha ignorado a nosotros -me dice la gitana canastera de mi barrio.
Tambi¨¦n piden los gitanos que se les deje traficar en chatarra, que es lo suyo, siempre que no haya trabajo mejor y siempre que la chatarrer¨ªa la lleven honradamente. Yo pienso que cuando hasta las marquesas-duquesas trafican en chatarra de oro, por los aeropuertos internacionales, por qu¨¦ no se les va a permitir a los gitanos el noble y antiguo chalaneo en metales que les son casi hermanos de raza, como el bronce, el cobre y el hierro.
Los gitanos, en fin, al querer singularizarse como raza discriminada, nos han descubierto la ¨²ltima y m¨¢s profunda verdad franquista: que todos hemos sido gitanos durante cuarenta a?os, una etnia peligrosa, vigilada y secundaria. Los nacionalespa?oles estaban en Puerto Ban¨²s cambi¨¢ndose de camisa de seda. Los dem¨¢s, todos gitanos.
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