Las virtudes militares: el valor
Ex comandante del Ej¨¦rcito
En las guerras, actividad a la que en ¨²ltimo extremo est¨¢n destinados los ej¨¦rcitos, es evidente que se requiere, como una de las condiciones para obtener el ¨¦xito, el valor de los que participan en ellas. Seg¨²n una definici¨®n de diccionario, el valor es la cualidad del ¨¢nimo que mueve a acometer resueltamente grandes empresas y a arrostrar sin miedo los peligros, y es evidente que cualquier guerra se compone de dif¨ªciles empe?os y comporta numerosos peligros.
Consecuencia l¨®gica de ello sin duda ha sido el culto al valor que en todos los ej¨¦rcitos, a lo largo de la historia, se ha prestado con car¨¢cter preferente. Y as¨ª se ha insistido, para la formaci¨®n e instrucci¨®n de los mandos y tropas, sobre las caracter¨ªsticas excelsas de la valent¨ªa, se han rememorado de forma m¨¢s o menos mitificada los hechos heroicos del pasado, se ha sancionado severamente cualquier indicio de cobard¨ªa y, sobre todo, se ha establecido un sistema de recompensas que, universalmente y desde hace cientos de a?os, consisten en unos distintivos met¨¢licos (placas, cruces, medallas) que las personas premiadas por su valor llevan con orgullo sobre el pecho.
Seguramente podr¨ªa ser discutible la oportunidad de esta forma de reconocer el valor, en primer lugar por lo dif¨ªcil que resulta la medici¨®n de esta cualidad para determinar si se es acreedor o no a una con creta condecoraci¨®n y, sobre todo, por la carga de vanidad que puede comportar para el condecorado y de frustraci¨®n o envidia para el que no lo consigue. Sin embargo, no cabe duda de que este sistema ha arraigado en la Humanidad, como lo prueba el entusiasmo por las condecoraciones en todos los nuevos Estados que han alcanzado recientemente la independencia y, lo que es m¨¢s sorprendente, tambi¨¦n en los pa¨ªses socialistas en que se supone que deber¨ªan rechazarse los signos externos de diferenciaci¨®n entre las personas.
En todo caso, se premie o no, hay que admitir que, simplemente bajo un aspecto de eficacia, es necesario, aunque no suficiente el valor en un ej¨¦rcito para alcanzar el triunfo y, desde luego, su carencia, es decir, la desmoralizaci¨®n y el p¨¢nico, comportan una inmediata y fulminante derrota. En consecuencia, ?es preciso ocuparse de esta cualidad, hay alguna objeci¨®n que presentar?
Sinceramente, creo que ser¨ªa absolutamente necesaria una profunda revisi¨®n de c¨®mo se entiende y se practica el valor en casi todos los ej¨¦rcitos del mundo, entre ellos en el nuestro. Entiendo que, partiendo del hecho tr¨¢gicamente cierto de la crueldad y violencia de las guerras, se han confundido las causas con los efectos, llegando a identificarse el valor con la capacidad de soportar y producir violencias sin inmutarse, o al menos consider¨¢ndolas necesarias e inherentes al valor. Y, al afirmar esto, no me refiero a un sentimiento m¨¢s o menos difuso o m¨¢s o menos ret¨®rico. Me refiero a datos objetivos reflejados en leyes, costumbres y reglamentos que han institucionalizado, definido y cuantificado el valor en las Fuerzas Armadas.
As¨ª, en el art¨ªculo 18 de las ¨®rdenes generales para oficiales de nuestras ordenanzas todav¨ªa vigentes, se dice: ?En un oficial en acci¨®n distinguida... defender el puesto que se le conf¨ªe hasta perder, entre muertos y heridos, la mitad de su gente...? As¨ª, tambi¨¦n, en la orden ministerial de 1970, que regula los requisitos para que un militar pueda tener en su hoja de servicios la cualidad de ?valor acreditado?, se fija como uno de ellos ?haber sufrido durante treinta d¨ªas el fuego enemigo con bajas?. De igual forma, para obtener la m¨¢xima condecoraci¨®n espa?ola al valor, la Cruz Laureada de San Fernando, se exige la demostraci¨®n de haber sufrido un elevado porcentaje de bajasen la acci¨®n que se desea premiar.
?Y qu¨¦ decir del entrenamiento que se practica en ciertos cuerpos militares de ¨¦lite de diversos pa¨ªses, como los ?marines? de EEUU, consistente en aprender a soportar y a realizar humillaciones y brutalidades muy poco humanas? ?Y de la mitificaci¨®n de la muerte, como algo excelso en s¨ª misma?
Honradamente, yo entiendo, como acci¨®n distinguida, la defensa del puesto confiado, o valor acreditado el demostrado al sufrir el fuego enemigo, o hecho merecedor de la Laureada el que ha obtenido el objetivo propuesto. Pero no me parece que las bajas sufridas deban a?adir ning¨²n m¨¦rito, sino, en todo caso, lo contrario si pudieron ser evitadas. Y tampoco entiendo que el sadomasoquismo sea admirable ni que la muerte se presente como deseable o, ni siquiera, como indiferente; por el contrario, me parece que es la vida lo ¨²nico que nos hace ser personas y, en consecuencia, s¨®lo lo que nos ayude a conservarla merecer¨¢ ser valorado.
En suma, creo que es la revisi¨®n del propio sentido de la guerra lo que nos llevar¨¢ a una concepci¨®n diferente del valor. Si, como afirman actualmente todos los Estados y especialmente las Naciones Unidas en sus proclamaciones de derechos internacionales, la guerra es algo injusto e inhumano precisamente por lo que supone de violencia y muerte, y s¨®lo puede concebirse en caso de necesaria y estricta defensa, es claro que, aun en este caso, deber¨¢ realizarse procurando evitar la mayor cantidad de destrucci¨®n de bienes y vidas, tanto del contrario como propias.
Y para ello se deber¨¢ instruir adecuadamente a los presuntos combatientes, que aprender¨¢n a estimar la vida humana por encima de todo y procurar¨¢n alcanzar un valor reflexivo, sereno, prudente, muy diferente del arrojo impulsivo o suicida.
Tambi¨¦n se deber¨¢n revisar las obligaciones de los que mandan, en cuanto que debe ser la eficacia la norma de sus actos, entendi¨¦ndola en t¨¦rminos b¨¦licos como la consecuci¨®n de los objetivos sin bajas propias ni contrarias, pudiendo en muchas ocasiones tener que renunciar a un objetivo, si lograrlo implica la seguridad de tener bajas elevadas. No debe olvidarse que una batalla no es una guerra, que lo que interesa es ganar esta ¨²ltima, que para ello deben conservarse la mayor parte de las fuerzas y que en ¨²ltimo caso si se pierde, m¨¢s vale que sea conservando las vidas.
Bajo este punto de vista, aun sin considerar razones ¨¦ticas m¨¢s importantes, ser¨ªa m¨¢s que discutible la gloria militar de batallas pasadas, como, por ejemplo, la de Rocroi, en el siglo XVII, cuando tras perderla nuestros tercios a la pregunta de ??Cu¨¢ntos eran los espa?oles??, alguien respondi¨® con orgullo: ?Contad los muertos. ? Creo que sin poner en duda el reconocimiento que debemos al valor individual de cada uno de los que murieron, parece que hubiera sido mucho m¨¢s oportuno que no se hubiera empe?ado la batalla o que se hubiera abandonado antes, sobre todo si consideramos que el aniquilamiento de los tercios supuso nuestra imparable decadencia militar.
Por el contrario, una actuaci¨®n militar como la del ej¨¦rcito portugu¨¦s el 25 de abril de 1974, aparte de su enorme importancia pol¨ªtica liberando a un pueblo de la dictadura y la guerra, me parece que se puede calificar como gloriosa, precisamente bajo el punto de vista castrense, por haber conseguido el ¨¦xito en forma totalmente incruenta.
Por supuesto, nada empa?ar¨¢ nunca la memoria de los que han sido capaces de demostrar su valor llegando hasta dar la vida por una causa justa. Pero acostumbr¨¦monos todos, civiles y militares, a estimar un valor, menos brillante quiz¨¢, pero m¨¢s equilibrado, sin c¨®leras ni estridencias, y compatible con un amor extremado por la vida, ajena y propia.
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