La agresividad, principal problema del hombre moderno
El problema de la agresividad es el mayor que tiene planteado el hombre moderno, seg¨²n el profesor Ledesma Jimeno, jefe del departamento de Psiquiatr¨ªa de la Universidad de Salamanca. Pero la agresividad no es una maldici¨®n gen¨¦tica, sino la consecuencia de una dominaci¨®n civilizada. As¨ª lo afirm¨® el doctor Rodr¨ªguez Delgado, neur¨®logo, jefe del departamento de Investigaciones del Centro Especial Ram¨®n y Cajal, y director del departamento de Fisiolog¨ªa de la Aut¨®noma de Madrid.
En las afirmaciones anteriores pueden encontrarse los motivos y la s¨ªntesis del curso monogr¨¢fico sobre la agresividad que se celebr¨® en Salamanca, bajo la organizaci¨®n de la c¨¢tedra de Psiquiatr¨ªa, y en el que intervinieron m¨¦dicos, psiquiatras, juristas, psic¨®logos e historiadores, cuatrocientas personas se matricularon en el mismo y otras muchas acudieron a las distintas conferencias y paneles.Para el profesor Rodr¨ªguez Delgado, la historia de la civilizaci¨®n humana es una aventura colectiva perpetuamente amenazada por la autodestrucci¨®n, en la que cada avance se ha visto acompa?ado por una eficacia creciente de la violencia. Sin embargo, la agresividad es necesaria como parte integrante de nuestra cultura y de la creatividad humana. Lo que debiera evitarse, se?al¨®, es el tipo de agresividad que interfiere la libertad de otras personas y los aspectos culturales beneficiosos para la especie.
El curso, en realidad, no someti¨® a discusi¨®n tales afirmaciones, sino que trat¨® preferentemente sobre la agresividad patol¨®gica. M¨¦dicos y psic¨®logos buscaron las causas de la agresividad, tanto de la latente como de la manifiesta, seg¨²n distinci¨®n del profesor Ledesma Jimeno. Para ¨¦ste, existe cierto paralelismo entre la capacidad de agresi¨®n y el progreso humano, que ha alcanzado en estos momentos una situaci¨®n l¨ªmite. En este proceso, la Humanidad se encuentra abocada a su propia y, al parecer, inevitable destrucci¨®n.
Jos¨¦ Luis Pinillos, director del departamento de Psicolog¨ªa General de la Universidad Complutense, fue m¨¢s expl¨ªcito. Cada sociedad, dijo, tiene el nivel de agresividad que se merece, es decir, el que generan de forma sistem¨¢tica sus estructuras socioecon¨®micas, su organizaci¨®n ecol¨®gica y su concepci¨®n de la vida. La sociedad industrial conduce a unas aspiraciones materiales que crecen geom¨¦tricamente, mientras que los recursos lo hacen aritm¨¦ticamente. Este desarrollo desigual de aspiraciones y recursos imposibilita la satisfacci¨®n de aquellas expectativas de logro y consumo y hacen surgir una frustraci¨®n de base.
Esta situaci¨®n favorece una agresividad que est¨¢, a su vez, sostenida por un sistema de refuerzos basados en la econom¨ªa competitiva, que premia la acometividad y la motivaci¨®n del logro y en una ecolog¨ªa urbana agresiva que estimula al ciudadano y, en base, al anonimato de las grandes ciudades, deja abierta la posibilidad de la agresi¨®n impune. La gravedad de la violencia contempor¨¢nea, afirm¨® el profesor Pinillos, estriba en que est¨¢ potenciada por una tecnolog¨ªa capaz de multiplicar al m¨¢ximo el poder de destrucci¨®n de la agresividad humana. Para superar este proceso, concluy¨®, no cabe oponerse a la violencia con m¨¢s violencia, sino con una sociedad m¨¢s sana.
En esta misma l¨ªnea se manifest¨® el doctor Rodr¨ªguez Delgado. La violencia, dijo, es producto del medio ambiente cultural, una forma extrema de agresi¨®n diferente de los modos de autoexpresi¨®n necesarios para la supervivencia y el desarrollo normales. Y desde un estudio neurol¨®gico, afirmaba que hay dos hechos incontrovertibles: el medio ambiente es el proveedor de est¨ªmulos sensoriales y cualquier tipo de comportamiento es resultado de la actividad intracerebral.
Para tratar la violencia es necesario conocer el funcionamiento del cerebro, comprender y relacionar la casualidad social con la reactividad humana.
El profesor Rodr¨ªguez Delgado abund¨® en la trascendencia de la informaci¨®n en contraposici¨®n con la importancia de la materia org¨¢nica, y en este sentido se refiri¨® a la mayor val¨ªa de las culturas orientales, centradas en el grupo, en el conjunto humano, sobre las occidentales, cuyo centro es el ?yo? ego¨ªsta, y esto, dijo, no es filosof¨ªa, sino fisiolog¨ªa. Con relaci¨®n a sus investigaciones a base de sistemas el¨¦ctricos aplicados al cerebro de animales, se?al¨® que estas t¨¦cnicas s¨®lo pueden activar o modificar conductas existentes, y aunque afirm¨® que la robotizaci¨®n del hombre con estas t¨¦cnicas es ciencia-ficci¨®n, a?adi¨® que ahora somos robots de la cultura y de los sistemas referenciales que nos han dado hechos. La soluci¨®n no ser¨ªa otra que llegar al control personal de estos sistemas.
Ante la coincidencia de casi todos los conferenciantes en buscar los motivos de la agresividad en la actual sociedad, se plante¨® el problema de si no era hora de que los cient¨ªficos aceptaran un compromiso pol¨ªtico decidido para promover el cambio de una sociedad cient¨ªficamente maligna. Para algunos, la acci¨®n del cient¨ªfico en estos casos se limitaba a advertir los males de esta sociedad. Para el profesor Rodr¨ªguez Delgado, la actitud del hombre de ciencia no acaba ah¨ª, sino que su propio compromiso cient¨ªfico le exige la propia actividad pol¨ªtica.
La mesa redonda de conferenciantes con que acab¨® el curso sobre la agresividad se detuvo durante largo tiempo en la valoraci¨®n y discusi¨®n de las intervenciones quir¨²rgicas a que son sometidos numerosos delincuentes como forma de cambiar su conducta, y a la vista de que las perturbaciones de la conducta no cab¨ªa explicarlas mediante un sustrato agresivo hereditario, sino por la amplia capacidad receptiva del cerebro ante los est¨ªmulos que recibe desde fuera. En ¨²ltima instancia, el problema de la agresividad se hab¨ªa estudiado, pero la soluci¨®n no estaba al alcance de una reuni¨®n de cient¨ªficos, ni de unas personas interesadas en el tema.
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