Magnitudes
Anoche he estado en el estreno de una especie de cosa que ha montado Marisa Medina con su marido y m¨¢s gente. Es algo as¨ª como un Flowers manchego con sublimaciones cr¨ªticas del flecha o cadete falangista de postguerra o de ahora mismo. Un espect¨¢culo, como todos los que se montan hoy en este Madrid de Corte a teta, basado en las magnitudes del desnudo masculino, en las masculinas magnitudes, pues, por rara y misteriosa decisi¨®n de don P¨ªo Cabanillas (a quien el genial Eduardo Blanco-Amor, reci¨¦n llegado a Madrid, me dice que viene a, destruir pol¨ªticamente), por rara decisi¨®n de Cabanillas, digo, las magnitudes genirourinarias masculinas, que han traspasado ya todas las candilejas de los teatros madrile?os, no traspasan a¨²n el leve himen de celulosa de los semanarios. O O sea, que la se?ora que quiera aprender anatom¨ªa masculina, tiene que ir al teatro.Me parece una discriminaci¨®n, porque el teatro est¨¢ hoy en Madrid a quinientas pesetas la butaca, m¨¢s el caf¨¦ que te tomas en el entreacto, en tanto que, por los diez duros o los veinte de cualquier revista del ramo, nos prodiga la democracia ambiente una variada mejillonera o marisquer¨ªa de intimidades femeninas a varias tintas de calamar. Seguimos siendo una sociedad machista, aunque hayan quitado o vayan a quitar la cosa esa de Protecci¨®n a la Mujer, porque verle a una se?orita el final del proceso renal o reproductor cuesta cuatro perras, mientras que verle a un caballero los mismos finales y procesos cuesta medio verde o un verde completo, si va uno con la leg¨ªtima, como debe ser, y que al fin y al cabo es la que mayormente va a amortizar el precio mediante la comprobaci¨®n visual de que, como ya dijeran Rilke, Guill¨¦n y otros l¨ªricos, todas las rosas son la misma rosa, y visto un se?or, vistos todos.
?Por qu¨¦, en el actual mercado pornodemocr¨¢tico, est¨¢n m¨¢s caros los desnudos masculinos que los femeninos, en una proporci¨®n del quinientos por cien? Mirar se?oritas hoy no cuesta nada, que hasta vienen en las portadas de las revistas y las cuelgan de los quioscos, pero la charcuter¨ªa masculina est¨¢ m¨¢s o menos como la merluza, m¨¢s all¨¢ de cualquier pegatina p¨²dica de precio estable.
De modo que s¨®lo puede ver hombres-hombres la burguesa, la acaudalada, la marquesona, la rica por su casa, la de siempre, la que antes ve¨ªa surrealismos achampanados de Casona y, antes, adulterios con brasero de Benavente.
La obrera, la marginada, la mujer del suburbio, la vallecana, la de pa?uelo negro a la cabeza, ¨¦sa sigue sin vislumbrar otro macho que el propio, que adem¨¢s viene molido de la obra y se acuesta sin quitarse la pana. La predemocracia transicional de Su¨¢rez ha democratizado el desnudo integral femenino, cosa que le agradecemos al presi, relativamente, pues uno aspira a que le quieran por s¨ª mismo y no por el precio de la revista. Pero en cambio parece que el sexo, masculino sigue siendo art¨ªculo de lujo, cosa de arte y ensayo, como si tuviera m¨¢s misterio y sacralidad. Est¨¢ claro, en el fondo, que somos una sociedad falocr¨¢tica, que seguimos teniendo consagrada la virilidad y que en el pudor que prohibe los desnudos de un actor en una revista, act¨²a el pudor de un ministro, o de todo el Gabinete, ante su propio desnudo en el armario de luna de? Ministerio, si es que los ministerios tienen armario de luna, que no he estado nunca.
Toda esta aburrida fiesta de los desnudos con purpurina y sin imaginaci¨®n (la purpurina es la fantas¨ªa de los tontos), toda esta democracia urol¨®gica que estamos disfrutando /padeciendo, se revela grotesca, machista, paulina y reaccionaria como es en la vulgarizaci¨®n de las secretas anatom¨ªas femeninas y en la sacralizaci¨®n, por contraste, de las magnitudes masculinas, s¨®lo exhibibles, con liturgia pri¨¢pica, en los templos horteras de la cartelera madrile?a.
Las aventuras urol¨®gicas femeninas me las busco yo, y las masculinas me traen sin cuidado,, pero en la sacralizaci¨®n por los gobernantes de los caracteres sexuales primarios masculinos, adivino la autosacralizaci¨®n autorrepresiva e inhibida de los propios gobernantes o algunos de ellos que, como han asumido a¨²n su sexualidad con todas las consecuencias y libertades, no soportan la del actor o modelo masculino con lentejuelas. Cuarenta a?os velando el misterio de la mujer, y ahora resulta que lo que tiene misterio es el hombre.
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