Adi¨®s a los soldados norteamericanos
?Estados Unidos no tiene ya razon es de peso para permanecer en Corea, dada la suficiente potencia militar y el formidable auge econ¨®mico de este pa¨ªs?, declar¨® a este periodista un representante de la embajada norteamericana en Se¨²l. Nixon y Ford -en su pol¨ªtica de desamericanizaci¨®n de Asia- estudiaron ya el medio de reducir esta Presencia en Corea y Carter ha juzgado que el momento ya ha llegado. La retirada tendr¨¢ que hacerse en un plazo relativamente breve -cuatro o cinco a?os- de tal suerte que si Carter resultara reelegido para la presidencia de Estados Unidos, la retirada total culmine antes de finalizar su segundo mandato.Aunque recientemente anunci¨® que la salida del primer contingente norteamericano ser¨ªa tres veces menos de lo previsto para este a?o, no hay ninguna raz¨®n para pensar -salvo que se produzca una nueva tensi¨®n internacional- que Carter vaya a dar marcha atr¨¢s sobre el asunto: el hab¨ªa anunciado este plan durante su campa?a electoral. El secretario norteamericano de Estado, Cyrus Vance, solicit¨® recientemente del Congreso que apruebe una partida de ochocientos millones de d¨®lares para dotaciones militares a Corea del Sur, en el marco de un programa de retirada de las fuerzas terrestres norteamericanas de este pa¨ªs Asimismo, 275 millones de d¨®lares han sido presupuestados este a?o en, favor de Se¨²l y el secretario de Estado, ante el Senado de Estados Unidos, y concretamente ante la Comisi¨®n de Asuntos Exteriores, advirti¨® a los senadores que no decidieran nada que pudiera inducir a Se¨²l a dudar del apoyo de Estados Unidos. As¨ª, pues, a pesar de las restricciones patentes de las libertades pol¨ªticas, Corea d el Sur, en contraposici¨®n a Nicaragua, por ejemplo, no ver¨¢ disminuida la ayuda militar que recibe de Washington.
Las fuerzas de la ONU
Con el desencadenamiento de la guerra de Corea en 1950, las Naciones Unidas, que no ten¨ªan todav¨ªa las fuerzas de pacificaci¨®n conocidas luego como cascos azules, encargaron a los ej¨¦rcitos de Estados Unidos, a los cuales se sumaban contingentes militares de treinta pa¨ªses, rechazar la agresi¨®n del Norte contra el Sur y restablecer la paz.
Ahora, las fuerzas no americanas de las Naciones Unidas se encuentran reducidas a cifras simb¨®licas, con encargados militares que se mantienen en la zona como observadores.
Los 33.000 soldados pertenecientes a las unidades terrestres norteamericanas ser¨¢n evacuados de aqu¨ª a cuatro o cinco a?os. En cuanto al apoyo a¨¦reo y naval, ser¨¢ reforzado en el marco de un acuerdo bilateral de defensa. Pero, ?de qu¨¦ sirve este acuerdo cuando, en el otro conf¨ªn del mundo, en Europa del oeste, un buen n¨²mero de expertos militares juzga que una amplia franja del territorio alem¨¢n occidental, igualmente defendido por Estados Unidos, quedar¨ªa irremediablemente perdida en caso de una agresi¨®n del Pacto de Varsovia?
Declarando ante la comisi¨®n de asuntos militares de la C¨¢mara de Representantes el pasado verano, el general Rogers revel¨® que el comit¨¦ de jefes del Estado Mayor conjunto hab¨ªa aconsejado en vano al presidente Carter que no retirara en los pr¨®ximos cinco a?os m¨¢s que 7.000 de los 33.000 del contingente militar norteamericano en Corea del Sur. El general Rogers recog¨ªa un argumento que le hab¨ªa originado a su mentor, el general John Singlaub, jefe del Estado Mayor en Corea, ser retrasladado a Estados Unidos, Rogers indic¨® que, a su juicio, la retirada total restringir¨ªa los riesgos de conflicto, si bien a?adi¨® que este riesgo podr¨ªa ser minimizado si se tomaban las precauciones necesarias.
Rowland Evans y Robert Novak, reporteros del Washington Post, afirmaron que, seg¨²n un memor¨¢ndum secreto del Pent¨¢gono al presidente Carter, los norcoreanos podr¨ªan, en caso de un ataque sorpresa, apoderarse al menos provisionalmente de Se¨²l, a pesar de la presencia militar norteamericana en Corea del Sur. Siempre seg¨²n el testimonio de los dos reporteros, el memor¨¢ndum conclu¨ªa: ?Una vez que las fuerzas terrestres norteamericanas se hayan retirado de Corea del Sur, Estados Unidos transformar¨¢ su presencia en Asia de una posici¨®n terrestre a otra mar¨ªtima, la cual les dar¨ªa sobre todo flexibilidad, permiti¨¦ndoles, llegado el momento, elegir entre ser o no implicados en una guerra local. ?
?Ah¨ª est¨¢ el problema -dicen los funcionarios de Asuntos Exteriores en Se¨²l-. Los aliados militares de Pyongyang son sus vecinos -China y la Uni¨®n Sovi¨¦tica- mientras que nuestro aliado, Estados Unidos, se encuentra al otro lado del Pac¨ªfico.? La retirada americana de Vietnam ha traumatizado ostensiblemente a los surcoreanos. Vietnam del Sur, adonde Se¨²l envi¨® un contingente de 50.000 hombres para ayudar a Estados Unidos a contrarrestar la presi¨®n del Norte, ?es un pa¨ªs que ya no existe?, dec¨ªa recienteniente el ministro de Asuntos Exteriores de Corea del Sur en una conferencia de prensa. Para los asi¨¢ticos, ¨²nicamente Europa Central parece cautivar el inter¨¦s de Washington. Sin embargo, en este asunto, los europeos tambi¨¦n est¨¢n vigilantes: algunos expertos de la OTAN en Bruselas se preguntan si para dar un suplemento de equipo militara Corea los americanos no quieren desguarnecer su arsenal en Europa, como ya lo sugiri¨® la General Accounting Office, Oficina General de Contabilidad norteamericana .
?Si la pol¨ªtica de Kissinger resultaba acrob¨¢tica, la de Carter est¨¢ llena de ira previstos ?, ha escrito un diario de Se¨²l, el Hankook Ilboo.
El viceministro de Asuntos Exteriores, Ha Jong Yoon, que concedi¨® a este periodista una audiencia en Se¨²l, explica de esta forma el estado de ¨¢nimo del Gobierno surcoreano: ?Marcharse es dejar el campo libre a Kim II Sung.Tememos que la retirada americana destruya el equilibrio militar en esta regi¨®n del globo. Nosotros queremos preservar el equilibrio actual y lograr la coexistencia pac¨ªfica. El ejemplo alem¨¢n nos demuestra que no es imposible.?
?Hasta ahora -prosigue el viceministro- no hemos descubierto ning¨²n indicio de disponibilidad de Kim II Sung para acudir a la mesa de negociaciones. Vemos un peligro muy grande en el hecho de que los norcoreanos formen una sociedad muy cerrada, aislada del mundo exterior como los albaneses, pero, peor a¨²n, que reciban solamente a los visitantes que ellos desean y rechazando la informaci¨®n del extranjero. Kim II Sung es un hombre mal informado, lo que explica que pueda ser tan sorprendente. A los pekineses, empezando por Teng Hsiao-ping, se les ve pase¨¢ndose con el ¨²ltimo n¨²mero de Time Magazine bajo el brazo y son incomparablemente m¨¢s abiertos que los norcoreanos, que s¨®lo creen en esa emisi¨®n tantas veces repetida por la radio de su pa¨ªs: reunificaci¨®n bajo la bandera comunista. El norte concentr¨® todos sus medios en su ej¨¦rcito, en detrimento del bienestar de su pueblo. Esto es absurdo por su parte. Nosotros nunca quisimos atormentar a los norcoreanos, pero tampoco queremos que nos atormenten. Queremos evitar a las generaciones que nos seguir¨¢n el vivir con las amenazas de hoy.?
Estados Unidos intent¨® en distintas ocasiones la instauraci¨®n de una era de distensi¨®n a trav¨¦s de la apertura de contactos diplom¨¢ticos. En 1975, Henry Kissinger propuso una conferencia de los cuatro firmantes del armisticio de 1953: Estados Unidos, China y las dos Coreas. En septiembre de 1977 el presidente Carter encarg¨® al mariscal Tito enviar un mensaje al mariscal Kim. II Sung, el n¨²mero uno norcoreano, relanzando la idea de dicha conferencia a cuatro, pero todo pas¨® como si Pyongyang intentara excluir a Se¨²l de la maniobra y rehusara un pacto bilateral de no agresi¨®n. Esto es lo que, naturalmente, los surcoreanos no pueden admitir. El pasado verano, en una entrevista, la primera difundida por una cadena de televisi¨®n japonesa, Kim Il Sung dec¨ªa que estaba a¨²n ?dispuesto a iniciar discusiones? con Estados Unidos, pero a principios de febrero envi¨® un memor¨¢ndum sorprendente a un cierto n¨²mero de embajadores en Pek¨ªn, representando a ?pa¨ªses socialistas, neutros y pac¨ªficos?. El texto, que reprocha a Estados Unidos y a Jap¨®n el querer mantener la ruptura entre el Norte y el Sur, signific¨® para los observar dores diplom¨¢ticos no una simple operaci¨®n de propaganda, sino una advertencia.
Dureza norcoreana
Pyongyang no propone nada, pero rechaza el mantenimiento del actual status quo, la idea de un pacto de no agresi¨®n y la propuesta de admisi¨®n de los dos estados coreanos en las Naciones Unidas (por lo menos mientras el pa¨ªs no est¨¦ reunificado). Textualmente, Pyongyang escribe: ?La pol¨ªtica de fuerza seguida por los partidarios del mantenimiento de la divisi¨®n coreana lleva en s¨ª los g¨¦rmenes de una nueva guerra.? Nunca el tono de los norcoreanos hab¨ªa sido tan duro y, aparentemente, la decisi¨®n de Carter de retirar sus soldados no ha sido comprendida como un gesto de conciliaci¨®n, sino como un signo de debilidad.
Otro acontecimiento curioso se produjo recientemente en Pek¨ªn. Por primera vez, el 6 de febrero pasado, el Diario del Pueblo acus¨® a la Uni¨®n Sovi¨¦tica de flirtear con el r¨¦gimen surcoreano y de apoyar a Estados Unidos en su pol¨ªtica de mantenimiento de la divisi¨®n coreana. Ahora bien, la URSS sigue estando considerada, pol¨ªtica y econ¨®micamente, como el primer aliado de Pyongyapg, por delante de Pek¨ªn.
Es cierto que Se¨²l ha logrado ¨²ltimamente, por intermedio de Alemania Federal y de Austria, entrar en relaciones comerciales con ciertos pa¨ªses del Comecon y espera poderlo hacer pronto tambi¨¦n con la URSS. Pero, por otra parte, los testimonios de amistad por parte del campo sovi¨¦tico con Pyongyang han sido particularmente numerosos durante los ¨²ltimos meses. Kim II Sung recibi¨® en diciembre a Erik Honecker y fue condecorado, a finales de enero, con la Orden de Lenin.
?El problema de saber si Corea del Norte est¨¢ influenciada en mayor medida por los chinos o por los rusos es una cuesti¨®n acad¨¦mica?, afirm¨® el director para Europa del Ministerio surcoreano de Asuntos Exteriores. ?Naturalmente, si los norcoreanos se acercan demasiado a los sovi¨¦ticos, les ser¨¢ retirado el apoyo chino y viceversa. En este sentido, la divisi¨®n del campo socialista favorece a Corea del Sur. Pero si Kim II Sung, incapaz de poner en marcha el despegue econ¨®mico del Norte y deseoso de extender su poder hacia el Sur, se lanza cueste lo que cueste a la aventura de una nueva guerra territorial, China y la URSS no podr¨¢n hacer otra cosa que ayudarle.?
Hay quien pretende, en las canciller¨ªas occidentales, que en el delicado juego de influencias al que se dedican las grandes potencias en Asia, el presidente Carter ha derrochado su ¨²ltimo cartucho decidiendo hacer regresar a sus Gl's. Hubiese sido una, buena ocasi¨®n, se dice, para hacer presi¨®n sobre Pyongyang. Los surcoreanos jugar¨¢n a partir de ahora una partida apretada para conseguir, en el mejor de los casos, una situaci¨®n a la alemana.
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