Menos diagn¨®sticos
Un prominente pol¨ªtico catal¨¢n parece que ha tenido la poco afortunada idea de afirmar que el Pa¨ªs Vasco es un c¨¢ncer para Espa?a y que sobre eso, es un c¨¢ncer sin remedio. A la primera parte se referir¨¢ lo mayor de este escrito, pero a la segunda habr¨¦ de poner el comentario siguiente. Cuando otro pol¨ªtico catal¨¢n, acaso a¨²n m¨¢s prominente, padeci¨® aquella terrible enfermedad, cierto profesor de la Universidad de Madrid, que no le pod¨ªa ver y que se distingu¨ªa por su malevolencia y causticidad coment¨®: ??Pobre c¨¢ncer!?. El caso es que el pol¨ªtico se oper¨® de c¨¢ncer con cierta fortuna. El mal qued¨® remediado. Esto digo para dar ¨¢nimo a los que se hayan asustado de la opini¨®n radical. S¨ª. Hasta los c¨¢nceres se curan.Pero lo que yo quiero criticar es el diagn¨®stico que me parece detestable y ante todo, la forma de enunciarlo y lo que implica en t¨¦rminos generales. Se trata de volver a darnos im¨¢genes que han producido los peores excesos, relacionadas con abusos de poder, acciones tir¨¢nicas y, por tanto, errores garrafales. Porque si se habla de c¨¢nceres pol¨ªticos, al punto habr¨¢ quienes traten de dar remedios para extirparlos y practicar la cirug¨ªa como se practicaba en el siglo XVI, haciendo que el enfermo reventara por obra de la operaci¨®n. Todav¨ªa a comienzos de esta centuria hab¨ªa profetas apocal¨ªpticos y poco simp¨¢ticos que proclamaban la necesidad de cirujanos para la pobre Espa?a. Hoy sabemos qu¨¦ significan estos cirujanos.
Y por eso asombra m¨¢s que en un pa¨ªs en que apenas ha apuntado la democracia, y en el ¨¢mbito m¨¢s favorecido por ella, haya un pol¨ªtico dem¨®crata que haga diagn¨®sticos de anatom¨ªa patolog¨ªa y esto sobre un pa¨ªs que pasa por la mayor crisis de su Historia, es cierto, pero que ha aguantado con extraordinaria dignidad ultrajes y miserias y que jam¨¢s ha podido ser humillado.
Si hay c¨¢nceres pol¨ªticos hab¨ªa que buscar cirujanos pol¨ªticos. Parece que hay algunos hombres p¨²blicos con alma de say¨®n, alguacil o delegado gubernativo subalterno, pero no hay un solo cirujano de ¨¦stos en las Cortes. Donde se han buscado, se buscan y se buscar¨¢n es en otro sitio. Todos sabemos cual. En efecto, ya ha habido quien lo ha hecho. Tambi¨¦n personalidades que con referencia a los muchos problemas del d¨ªa han hablado de las partes sanos e insanas del pa¨ªs, dando ideas m¨¦dico-quir¨²rgicas respecto a la extirpaci¨®n de c¨¢nceres obreros, etc¨¦tera.
En tiempos anteriores se habl¨® de una Espa?a enferma, de una Espa?a sin pulso, o de una Espa?a sin sangre. Todo esto, adem¨¢s de ser mala, ret¨®rica es ret¨®rica peligrosa, si se maneja para excitar a gentes elementales y con un m¨ªnimo de poder. Pero en boca de un dem¨®crata el s¨ªmil del c¨¢ncer, referido a una parte vigorosa del pa¨ªs, es de una ligereza que asombra.
Siguiendo procedimientos anal¨®gicos de la misma consistencia podr¨ªamos dividir a los pol¨ªticos como a los boxeadores, por distintas clases de pesos y pensar que entre ellos hay mucho peso ligero y a¨²n peso pluma.
En ¨²ltima instancia, si el Pa¨ªs Vasco est¨¢ como est¨¢, en gran parte se debe a que en ¨¦l se aplic¨® la pol¨ªtica quir¨²rgica, extirpando, limpiando, desinfectando, etc¨¦tera... Los resultados de la ?cirug¨ªa? han sido tan desdichados que no hay d¨ªa que no los maldigamos los que vivimos en ¨¦l. Cirug¨ªa, patolog¨ªa... A lo m¨¢s que tendr¨ªamos derecho es no aplicar los principios de la cirug¨ªa (ni siquiera de la est¨¦tica) a la pol¨ªtica, sino los de la psiquiatr¨ªa: y esto con moderaci¨®n. Concretamente de la rama de ¨¦sta que se ocupe de los tontos que, por cierto, no s¨¦ cual es y c¨®mo se llama.
Aunque puede tambi¨¦n que los locos hagan buenos diagn¨®sticos. Hace a?os contaban en M¨¢laga que un se?or de fuera se acerc¨® al manicomio, inseguro de cu¨¢l era entre varios edificios que ten¨ªa a la vista. Detr¨¢s de las rejas de un jard¨ªn vio a otro se?or que se paseaba solitario y le pregunt¨®: ??Es ¨¦ste el manicomio de la ciudad??. El que paseaba, un internado, le contest¨® amablemente: ?No se?or. Esta es la administraci¨®n. El manicomio queda ah¨ª, fuera de las rejas, en la ciudad.? Los tontos tambi¨¦n est¨¢n fuera de rejas.
No necesitamos de anatomopat¨®logos ni de cirujanos. Se necesitan psiquiatras o especialistas en monoman¨ªacos que gritan vociferan, o en d¨¦biles que hablan con mayor o menor altisonancia y a todas horas.
Lo de comparar el cuerpo social con un organismo y sobre todo al humano fue algo que hizo Juan de Salisbury y que desarrollaron otros pensadores, hasta Nicol¨¢s de Cusa. Si esta imagen se aplicara a lo actual, ya no podr¨ªa pensarse que los aldeanos son los pies seguros; lo de que los administradores fueran las manos se podr¨ªa aplicar con malicia y lo de que los jefes visibles son la cabeza empieza a producirnos zozobra. Una cosa es estar en cabeza y otra es tenerla. A un jefe dem¨®crata lo menos que puede ped¨ªrsele es que no use s¨ªmiles que recuerdan a los que se empleaban durante la guerra civil. Entonces tambi¨¦n, en efecto, se hablaba de c¨¢nceres (uno de ellos era Catalu?a), de extirpar, limpiar, purgar, depurar, haciendo en ocasiones de cirujanos (de hierro como los de don Joaqu¨ªn Costa)..., otras de simple lavativero, un oficio m¨¦dico inferior. Lo que necesita el pa¨ªs es una pol¨ªtica sin cirujanos, sin lavativeros y vamos a suponer que hasta sin psiquiatras o tont¨®logos (valga el barbarismo). Porque sus males son pol¨ªticos y, no m¨¦dicos, y las met¨¢foras m¨¦dicas son falsas, desagradables y peligrosas.
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