El comisario Corominas fren¨® el triunfalismo
La actuaci¨®n de Alvaro Domecq en el toro que abri¨® plaza, que habla sido brillante, entusiasm¨® al p¨²blico. Hab¨ªa sido brillante y torera; no redonda. Hab¨ªa merecido aplausos, pero no concluy¨® con un buen rej¨®n en lo alto, como debe ser. Por eso -quiz¨¢ por eso- el comisario Corominas, que presid¨ªa la corrida, no concedi¨® la oreja.Le abuche¨® parte del p¨²blico por dos veces mientras peque?os sectores de aficionados le aplaud¨ªan. Aqu¨¦llos no entendieron, como ¨¦stos, que Corominas estaba haci¨¦ndole un gran bien a la feria y a la fiesta en general. Si desde el primer toro de la primera corrida nos hubi¨¦ramos dejado llevar por los triunfalismos, esto ser¨ªa un coladero al estilo Sevilla, que podr¨ªa acabar, para siempre, con el prestigio de la plaza.
Plaza de Las Ventas
Primera corrida de feria, para rejoneadores. Toros de Luis Albarr¨¢n, mansurrones, salvo el primero. Alvaro Domecq: un rej¨®n trasero y ca¨ªdo (petici¨®n de oreja y dos vueltas al ruedo). Manuel Vidri¨¢: un rej¨®n ca¨ªdo, otro en lo alto, rueda insistente de peones y, pie a tierra, tres descabellos (aplausos y saludos). Moreno Silva: un rej¨®n bajo y otro al golletazo (palmas y pitos al saludar por su cuenta). Joao Moura: rej¨®n trasero y baj¨ªsimo, rueda de peones, otro rej¨®n bajo muy atravesado, un fallo, un rejonazo m¨¢s y rueda de peones (algunos pitos). Vidri¨¦, acompa?ado de Moreno: un rej¨®n y rueda de peones (aplausos y algunos pitos cuando saludan por su cuenta). Domecq, acompa?ado de Moura: un rej¨®n en lo alto (petici¨®n de oreja y vuelta al ruedo).Presidi¨® bien el comisario Corominas. Hubo muy buena entrada.
Y, efectivamente, los triunfalismos quedaron abortados casi de ra¨ªz. A partir de entonces, el festejo se contempl¨® con m¨¢s serenidad, sin tantas facilidades para las ovaciones, porque quedaba establecida, para toda la tarde, la comparaci¨®n entre lo que hab¨ªa hecho Domecq y la labor de los restantes rejoneadores. La verdad es que ninguno logr¨® igualarle m¨¢s que en contadas ocasiones.
Muy sobrio Vidri¨¦, torero en suma, pero sin chispa; mediocre Moreno Silva; con asombrosos y desesperantes altibajos Moura, que lo mismo toreaba poniendo por delante el pecho del caballo, o cabalgando de costado para encelar a la res, que reun¨ªa en la grupa o clavaba en el aire por fallos garrafales de colocaci¨®n y distancias.
Por colleras, todo sigui¨® en los mismos tonos: Vidri¨¦ super¨® a Moreno, pues hab¨ªa entre ambos un abismo de torer¨ªa. La espectacularidad de este ¨²ltimo cuando pon¨ªa de manos al caballo, s¨®lo contentaban a la galer¨ªa, y tampoco demasiado. Adem¨¢s de que, para entonces, ya estaba el p¨²blico fatigado de tanto caballo torero y de que este invento de las colleras parece un abuso, en el que dos expertos jinetes con dos ¨¢giles caballos vuelven loco al toro.
Domecq y Moura fueron m¨¢s aplaudidos, pues su actuaci¨®n, ,conjuntada y medida, result¨® variada y lucida. Esta vez el rej¨®n de muerte lo coloc¨® Alvaro Domecq en lo alto. Rubricaba as¨ª una tarde inspirada, con algunos momentos de especial emoci¨®n, como los quiebros con que puso banderillas al primer toro o los cites en corto, para clavar al estribo y salir toreando. Y sin otras sombras en su feliz actuaci¨®n que ciertas concesiones a reunir por los adentros.
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