Voltaire
Cog¨ª el Voltaire que ha editado Alfaguara y en ¨¦l me cur¨¦ enfermedades, males, patriotismos y escepticismos. El viejo cl¨¢sico mal¨¦fico es un t¨®nico que nos sube la tensi¨®n arterial, nos baja la tensi¨®n pol¨ªtica y nos deja como un clavel. Qu¨¦ gran pasota, Voltaire.
En esto que una carta de Claudio Guill¨¦n, hijo de su padre, desde la Universitas Malacitana:
-Te env¨ªo un ejemplar del Voltaire. Si te sobra, reg¨¢laselo a alg¨²n amigo ocioso y pasota.
Demasi¨¦. Porque yo, hace m¨¢s de veinte a?os, estaba en Valladolid, enfermo de juventud y de franquismo, y me cur¨¦ con Guill¨¦n padre, su enceguecedora Cima de la delicia: ?Todo en el aire es p¨¢jaro.? Jorge Guill¨¦n ha dicho que los hombres somos eternos so?adores de salud y a m¨ª me dio la salud el sol y el aire que hab¨ªa en su C¨¢ntico, aquellos paisajes castellanos donde ?el mundo tiene c¨¢ndida profundidad de espejo?. O sea, que me olvid¨¦ de la infiltraci¨®n hiliar y me fui a la calle a ser p¨¢jaro en el aire, guilleniano.
A Claudio Guill¨¦n lo he conocido en su casa de Madrid, en reuni¨®n con el grandioso poeta, y ahora me dice, habl¨¢ndome de Voltaire:
-Es que cuando prepar¨¦ la selecci¨®n de esas piezas breves, de esas iron¨ªas, de esas espl¨¦ndidas impertinencias, que tan pertinentes son y siguen siendo, te tuve muy presente a t¨ª.
Hombre, no, lo tuyo es demasiado, Claudio. Haces la mejor antolog¨ªa volteriana que jam¨¢s se haya hecho en castellano y resulta que la has hecho pensando en m¨ª. ?Tan volteriano se ha vuelto este peque?o aprendiz vallisoletano de los versos tersos de pap¨¢? (Hay que decirlo as¨ª, versos tersos, conservando la cacofon¨ªa, que a veces las cacofon¨ªas son revelaciones.)
Pero, por debajo de tanto amor y pedagog¨ªa anda una verdad desoladora. Uno, que hace m¨¢s de veinte a?os beb¨ªa los vientos del viento guilleniano, uno, que por entonces se curaba el pesimismo juvenil con los solares optimismos de Guill¨¦n, hoy se cura el pesimismo pre-senil con los cinismos de Voltaire. Y al principio y hacia el final de mi vida literaria, son los Guill¨¦n quienes proveen de lo uno y lo otro, de ilusi¨®n o decepci¨®n. ?Cu¨¢nto le debo yo a esta familia?
Al mismo tiempo me llega recado de Pedro La¨ªn Entralgo -otro gran maestro ayudador-, con un art¨ªculo suyo y, por tanto, indeleble:
-Este t¨ªtulo, M¨¢s all¨¢ del desencanto, lo he escrito despu¨¦s de leer la ¨²ltima frase de tu libro.
Porque en mi libro, en ese libro, en cualquier libro, terminaba yo diciendo que nuestro deber es empezar donde otros han terminado: en el desencanto. Y desde el huerto volteriano del desencanto, cultivado todos los d¨ªas para que nos d¨¦ sus frutos amargos, su hortaliza de ceniza (hortaliza de ceniza, otra cacofon¨ªa a respetar y meditar), trabajar a diario en lo de uno, que ha de ser lo de todos en esta hora de Espa?a (con perd¨®n), que motivos no le faltar¨ªan a Voltaire para su ver¨ªdica calumnia, de la que algo siempre queda: la verdad. Por ejemplo:
?Gracias por su donativo. Asociaci¨®n Espa?ola Contra el C¨¢ncer. (Y ya ven que sigo abriendo la correspondencia.) Las Excmas. e Ilmas. Sras. que presiden la Mesa emplazada en tal y tal ... ? Nada m¨¢s hermoso que esta lucha social contra el c¨¢ncer. Mas leo el rev¨¦s de la papeleta: ?Su donativo es deducible del impuesto sobre la renta. En los superiores a mil pesetas se le facilitar¨¢ recibo.? Ah¨ª es donde asoma -?ay!- la trampa, el equ¨ªvoco social, la sonrisa de Voltaire. As¨ª no curaremos nunca el c¨¢ncer, si resulta que el que suelta un verder¨®n no est¨¢ pensando en el canceroso an¨®nimo, sino en curarse a s¨ª mismo el c¨¢ncer monetario de los impuestos.
Ya ves, Claudio, que Voltaire est¨¢ ah¨ª, aqu¨ª, por el rev¨¦s de cualquier papel, sonriendo de esta democracia distributiva. Menos mal que all¨¢, hacia arriba, donde vuelan otra vez los ojos de nuestro amado poeta, todo en el aire es p¨¢jaro.
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