Un banquete medieval
Esta sombr¨ªa f¨¢bula de sexo y gula que Marco Ferreri nos sirve a lo largo de un men¨² generosamente elegido se refiere, en t¨¦rminos generales, al primer pecado del mundo actual: su falta de valores, su m¨¢s o menos declarado hedonismo.La an¨¦cdota es simple en s¨ª: cuatro amigos se re¨²nen en un fin de semana para cocinar y comer, en el estilo de una de tantas sociedades gastron¨®micas como aqu¨ª en Espa?a, en el Norte sobre todo, se fundan y mantienen para perpetuar y honrar activamente los sagrados placeres de la mesa. En tales sociedades se suele excluir a la mujer. Son reuniones para hombres solos, quiz¨¢ porque la edad media de los comensales les acerca m¨¢s al placer para el que nunca se envejece que a aquel otro en que los a?os pesan.
La grande bouffe
Direcci¨®n: Marco Ferreri. Gui¨®n: Rafael Azcona y Marco Ferreri. Int¨¦rpretes: Phillipe Noiret, Ugo Tonazi, Marcelo Mastroianni, Michel Piccoli, Andrea Ferreol. Italia-Francia. Humor negro. Local de estreno: Luchana, Torre de Madrid
En este banquete a la antigua usanza, digno de los servidos a los c¨¦sares, la mujer interviene, primero como elemento ajeno, luego activo y part¨ªcipe, y finalmente como juez de un desaf¨ªo gastron¨®mico y son¨¢mbulo que acabar¨¢ a las puertas de la muerte.
Otro autor m¨¢s superficial que Ferreri habr¨ªa acentuado quiz¨¢ el lado c¨®mico que el filme promete en un principio, pero pronto se ve que el binomio formado por ¨¦l con Rafael Azcona no se queda en los meros entremeses sino que, como siempre, va m¨¢s all¨¢, ofreci¨¦ndonos sus mejores platos en profundidad, como dos rigurosos moralistas que incluyeran su serm¨®n en la m¨¢s rancia tradici¨®n cristiana. Pues los cuatro amigos reciben su castigo en la vieja casa estilo Art Nouveau, en tanto la mujer se salva. Ella es la ¨²nica que come, goza, vive, convertida en chica para todo, enfermera, confesor, madre y amante, frente a los hombres recipientes de su propia corrupci¨®n v¨ªctimas de un suicidio colectivo y consciente.
Desde que cada cual, como en una estudiada ceremonia, inicia el viaje hacia esta comilona imaginaria, despidi¨¦ndose de amigos y parientes, poniendo en orden sus negocios y papeles, sabemos que esta cena y ese fin de semana ser¨¢n su ¨²ltimo viaje, su cuenta atr¨¢s irreversible, camino del chalet abandonado donde espera la muerte.
El erotismo primero mec¨¢nico, aportado por chicas del oficio, pronto queda arrumbado como una salsa m¨¢s; el segundo, en cambio, disputado, saciado, consumido, se incorpora a la org¨ªa silenciosa en que los cuatro amigos se hunden a solas con sus particulares obsesiones. En este gran banquete medieval donde nada se come con verdadero gusto, comida funeral m¨¢s que almuerzo de bodas, s¨ªmbolo de la vida orientada hacia el goce por el goce, el tiempo se consume tan despacio como los diversos platos, lento, medido, en tanto las ma?anas y los atardeceres se suceden y la nieve cae entre sopas y pasteles, entre voces que llegan de fuera y ecos de dentro que son rumores de digesti¨®n y susurros de flato. Encerrados en su mundo siniestro y son¨¢mbulo, los cuatro amigos, como en el viejo cuento, recibir¨¢n, uno tras otro, la inevitable visita de la muerte, que les llama por su nombre, les arrastra al jard¨ªn, les derriba en la terraza, los hiere con el arma de su propia gula. La moraleja resulta evidente.
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