La huelga acusadora

Una vez m¨¢s los maestros han levantado su voz y una vez m¨¢s han tenido su respuesta: promesas siempre formuladas, pero nunca cumplidas. Una vez m¨¢s han hecho una llamada a la raz¨®n y una vez m¨¢s, mucho me temo, creo que sea un clamor en el desierto.Son voces y llamadas que no queremos escuchar, pero que o¨ªmos. Son voces y llamadas que no atenderemos, pero que abren el camino a la meditaci¨®n. Son voces y llamadas que nos resbalan, porque... nos acusan.

Son una acusaci¨®n contra la Administraci¨®n que, a trav¨¦s del titular del Ministerio de Educaci¨®n y Ciencia, reconoce p¨²blicamente la justicia de sus reivindicaciones, pero que al elaborar unos presupuestos olvid¨®, quiz¨¢ por la, inercia de la costumbre, la existencia de una injusta situaci¨®n, alegando en su descargo el hecho consumado de unos presupuestos vigentes. En definitiva, una acusaci¨®n contra una Administraci¨®n que, pese a decir lo contrario, parece considerar todav¨ªa a la educaci¨®n como un bien de consumo y no como un bien de inversi¨®n.

Pero en aras de la verdad, no s¨®lo la Administraci¨®n debe ser acusada, sino tambi¨¦n unos partidos pol¨ªticos que, al aprobarse los presupuestos, no alzaron su voz a favor de los discriminados funcionarios de la ense?anza en todos sus niveles y muy especialmente en el sector peor tratado: los maestros.

A esos partidos no creo que les sea v¨¢lido el socorrido argumento de ignorar la situaci¨®n, pues en sus programas electorales bien que expon¨ªan como valor prioritario la mejora de la ense?anza, y mal puede hablarse de calidad de la misma si no se mejora la situaci¨®n de quienes han de llevarla a cabo.

Y como cada palo debe aguantar su vela, creo que tambi¨¦n hay una acusaci¨®n para la sociedad en general, en la que todos estamos inmersos. Una sociedad que no debe esperar a que los funcionarios de la ense?anza le pongan el despertador, sino que ha de ser ella la que procure que los maestros sean tratados no con privilegio -pues en una sociedad bien organizada no deben existir privilegiados-, sino con justicia, aunque s¨®lo sea porque en ello va en juego el bien m¨¢s preciado de su existencia: la formaci¨®n de sus generaciones futuras.

?C¨®mo puede ofrecer la Administraci¨®n, prometer los partidos pol¨ªticos y exigir la sociedad una ense?anza de calidad, cuando para realizarla cuenta con unos funcionarios mal remunerados, poco considerados y, lo que es peor, tantas veces enga?ados?

Quiero creer, necesito creer, que esta situaci¨®n se arreglar¨¢, porque si as¨ª no fuera, peor para los maestros, pero mal para todos.

No obstante, soy comprensivo y entiendo que todos los acusados, Administraci¨®n, partidos pol¨ªticos y sociedad, tienen problemas de m¨¢s enjundia que el de preocuparse de sus hijos, perd¨®n, quiero decir de sus maestros.