El Sahara, dos a?os despu¨¦s / 4
Escritor
Cuando Argelia sostiene el principio ¨¦tico-jur¨ªdico de la autodeterminaci¨®n del pueblo saharaui (l¨¦ase, de una peque?a parte de la poblaci¨®n saharaui) lo hace ampar¨¢ndose en el mucho menos noble y m¨¢s realista y bastardo del de "el respeto de las fronteras trazadas por el imperialismo colonizador".
Fuera del caso del Sahara occidental, la diplomacia argelina no se ha mostrado jam¨¢s favorable a las aspiraciones de las minor¨ªas oprimidas: condena de la secesi¨®n de Biafra y env¨ªo de pilotos a las autoridades de Lagos para contribuir a aplastarla; denuncia del separatismo de Cabinda (cuya situaci¨®n recuerda mucho, no obstante, la del antiguo territorio espa?ol); apoyo resuelto al Gobierno de Addis-Abeba contra los movimientos independentistas eritreos (movimientos que se apoyan sobre bases infinitamente m¨¢s firmes que las del Polisario, por tratarse, en este caso, de una etnia, religi¨®n, cultura y lengua, netamente diferenciadas de las del poder central), siendo as¨ª que la ONU hab¨ªa confiado ¨²nicamente a Etiop¨ªa un mandato sobre la excolonia italiana, mandato que no le autorizaba al Anichluss impuesto a?os m¨¢s tarde por el emperador Haile Selasie.
Como escrib¨ªa recientemente el corresponsal de Le Monde al dar cuenta de los acontecimientos en el Cuerno de ?frica, ?raras veces, sin duda, el hechizo ideol¨®gico y la logomaquia habr¨¢n camuflado con tanto cinismo una simple lucha por el poder. La perversi¨®n del lenguaje revolucionario, reducido hoy a unos cuantos esl¨®ganes esquem¨¢ticos, roza el delirio?. En el Sahara, como en el Cuerno de ?frica, la validez del principio de autodeterminaci¨®n y las afinidades ideol¨®gicas aparecen mediatizadas no solo por el choque de intereses de nacionalismos opuestos, sino tambi¨¦n por la rivalidad a escala planetaria de las dos superpotencias -rivalidad que convierte a los movimientos de liberaci¨®n e incluso a los estados de ambas zonas en meros peones de una estrategia que escapa totalmente a su control.
Las revelaciones de las personalidades implicadas en el proceso de descolonizaci¨®n del Sahara y la firma de los Acuerdos de Madrid han arrojado bastante luz sobre las razones del fracaso estrepitoso de la pol¨ªtica exterior franquista y las circunstancias penos¨ªsimas en que fueron aceptados los tratados que pon¨ªan fin a la presencia espa?ola en aquel territorio (es de lamentar, no obstante, que el principal responsable de los hechos, Arias Navarro, haya eludido hasta ahora con torpes excusas su comparecencia ante la comisi¨®n investigadora).
El testimonio de los protagonistas pone de relieve el callej¨®n sin salida en que se hab¨ªa encerrado la diplomacia espa?ola y la forma poco digna en que Presidencia de Gobierno se sali¨® de ¨¦l. Pero creo que el descubrimiento de los medios empleados por el lobby promarroqu¨ª para conseguir un entendimiento con Rabat deber¨ªa completarse con el conocimiento y an¨¢lisis de similares presiones y chantajes por parte del lobby pro argelino y el r¨¦gimen de Bumedian en su tentativa infructuosa de imponer una soluci¨®n favorable a sus ambiciones.
La revista Sahara-Flash (p¨¢ginas trece y catorce del n¨²mero tres, correspondiente a septiembre de 1977) reproduc¨ªa, por ejemplo, la fotocopia de una carta fechada el 15 de mayo de 1973, dirigida por Buteflika a su embajador en Madrid (con la referencia 133/CAB. CONF. ES-AP y, que yo sepa, no ha sido desmentida hasta hoy):
"Nuestro Gobierno quiere informar, en consecuencia, al primer ministro espa?ol y a su ministro de Asuntos Exteriores, de que toda pol¨ªtica hostil a los intereses estrat¨¦gicos de Argelia en el Sahara occidental acarrear¨ªa una reciprocidad que no podr¨ªa sino perjudicar igualmente a los intereses espa?oles, y no solo en la regi¨®n".
"Queremos precisar, adem¨¢s, que todo acuerdo que no tomase en cuenta nuestros puntos de vista en el reglamento final de este contencioso colonial nos obligar¨ªa a reconsiderar nuestros acuerdos anteriores, principalmente econ¨®micos, y a movilizar nuestras potencialidades para destruir la imagen privilegiada de que goza Espa?a en ciertos pa¨ªses de ?frica, Am¨¦rica del Sur y el mundo. ¨¢rabe. Recordemos a este respecto que la presidencia de la Conferencia de pa¨ªses no alineados nos corresponder¨¢ a partir de septiembre del presente a?o".
Palabras premonitorias, que iluminan con luz cruda -se habla de intereses, no de principios- acontecimientos mucho m¨¢s recientes.
El ministro de Asuntos Exteriores de Mauritania evoc¨®, por su parte, ante la ONU, el 14-10-77, la reuni¨®n celebrada en Ginebra, en octubre de 1975, entre representantes espa?oles, argelinos y del Polisario-, en la que Argelia se compromet¨ªa a garantizar los intereses econ¨®micos y culturales espa?oles en el Sahara y a retirar su sost¨¦n al movimiento independentista de Canarias a cambio de que Espa?a proclamara unilateralmente la independencia del territorio. Como dec¨ªa Uld Muknass al comentar la propuesta tocante a Cubillo, ?he aqu¨ª otra ilustraci¨®n de la manera en que los dirigentes argelinos conciben la aplicaci¨®n de los principios de autodeterminaci¨®n?.
El modo en que el franquismo se sali¨® de la trampa saharaui-trampa fabricada, no lo olvidemos, por la propia Espa?a- fue, sin duda alguna, s¨®rdido y desastroso. Pero es igualmente cierto -y eso no se suele evocar a menudo- que el mantenimiento de las promesas independentistas hubiese significado, como escrib¨ªa un buen conocedor del tema, ?una aventura b¨¦lica permanente frente a Marruecos, a un coste econ¨®mico y pol¨ªtico incalculable?. Entre dos males, se escogi¨® el mal menor. Tras la sangre in¨²tilmente vertida durante un siglo de agresiones colonialistas era la ¨²nica opci¨®n razonable. El ?honor? del Ej¨¦rcito no hubiera salido fortalecido con una nueva matanza de ?moros?.
Las resoluciones del Comit¨¦ de Liberaci¨®n de la OUA y el Consejo de Ministros de la misma, reunidos en Tr¨ªpoli, el pasado mes de febrero, respecto a la ?africanidad? de Canarias y el apoyo econ¨®mico y log¨ªstico al movimiento independentista de Cabillo han suscitado una reacci¨®n indignada en todas las franjas del espectro pol¨ªtico espa?ol: mientras el PSOE denunciaba la ?ignorancia? de los pa¨ªses africanos ?sobre la realidad socioecon¨®mica, ¨¦tnica y pol¨ªtica de Canarias y su indudable espa?olidad?, el PCE defin¨ªa el hecho como ?escandaloso e intolerable. Nadie con un m¨ªnimo de sensatez puede ignorar que Canarias es parte de Espa?a?.
En un art¨ªculo publicado en EL PA?S, Emilio Men¨¦ndez del Valle evocaba la figura del secretario ejecutivo del Comit¨¦ de Liberaci¨®n de la OUA, coronel Mbita, ?hombre de ideas fijas, firme anticolonialista, luchador de alguna que otra causa equivocada?, quien, lanzado por ?la pendiente demag¨®gica? sosten¨ªa ?sin la m¨ªnima turbaci¨®n que el PSOE era un partido colonialista e imperialista por no admitir la africanidad de Canarias?, y en una entrevista concedida al corresponsal del mismo diario en la capital argelina Manuel Azc¨¢rate, tras condenar la ?absurda? actitud de la OUA tocante a Canarias, aseguraba: ?Es falso que el Polisario tenga nada que ver con los aventureros del MPAIAC?.
Para m¨ª ¡ªy probablemente para cualquier lector de la prensa marroqu¨ª, ya sea gubernamental o de los partidos de oposici¨®n¡ª el coro de protestas y lamentaciones suena ¡ªo sonar¨¢¡ª familiar. Pues existe un paralelo evidente entre la asombrosa unanimidad africana en torno a Canarias y la no menos asombrosa unanimidad de la izquierda espa?ola respecto al Sahara. Las acusaciones de ignorancia e intervenci¨®n escandalosa y flagrante de los partidos de izquierda hispanos en el proceso de reunificaci¨®n marroqu¨ª se repiten casi a diario, en efecto, en los ¨®rganos de prensa del PSP, la USFP y el Istiqlal.
Si va a decir verdad, el conocimiento de las realidades culturales, ¨¦tnicas y socioecon¨®micas de Magreb por parte de quienes, invitados por el Gobierno argelino y expres¨¢ndose solo en franc¨¦s ven lo que se les quiere hacer ver y escriben lo que se quiere que escriban, no es probablemente mucho mayor que el de los delegados del Comit¨¦ de Liberaci¨®n y Consejo de Ministros de la OUA sobre Canarias.
En cuanto a los anticolonialistas ?de ideas fijas?, luchadores de ?alguna que otra causa equivocada? que acusan a la izquierda marroqu¨ª en bloque de ?colonialismo e imperialismo? por no avalar las tesis del Polisario, no necesito buscarlos en Tanzania como Men¨¦ndez del Valle: los encuentro a cada paso entre los cuadros militantes y votantes del PSOE, PCE, PT y dem¨¢s grupos de izquierda, para quienes las diferencias existentes entre marroqu¨ªes y argelinos (por no hablar ya entre erguibats, tuaregs y chaambas) son tan borrosas como las que separan, a ojos del coronel Mbita, a un peninsular de un canario.
Cuando el ¨®rgano del FLN argelino R¨¦volution Africaine afirma que las protestas de los partidos de izquierda espa?oles responden ?al viejo reflejo colonialista que acusa de ingerencia en sus asuntos internos toda expresi¨®n de apoyo a la lucha de un pueblo bajo dominio colonial? o que los dirigentes hispanos ?debieran darse cuenta de la irreversibilidad de los procesos de liberaci¨®n? no hace m¨¢s que repetir los argumentos de nuestra izquierda, cuando reprocha a las fuerzas progresistas marroqu¨ªes de estar vendidas al trono alauita por no admitir la ?identidad nacional? del Sahara.
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