Hab¨ªa que salvar a Moro
Resulta vergonzoso, cobarde, sin justificaci¨®n razonable posible, el proceder de las autoridades italianas en el caso Moro.Con un poco, ya digo, de sentido com¨²n, de firmeza, la vida de Aldo Moro no hubiera corrido Peligro ninguno, en absoluto.
Bastaba, simplemente, proponer a las Brigadas Rojas el cambio de la vida de Aldo Moro por la vida (que no la libertad) de los trece terroristas detenidos. As¨ª, de un plumazo, utilizando la f¨®rmula salom¨®n¨ªca, se hubiera salvado la vida de ese gran estadista italiano.
Desde luego, sin ceder cobardemente a las pretensiones de semejantes asesinos, se les obligaba a elegir entre la vida y la libertad de Moro (su ?despreciable? prisionero); o la vida, sin libertad, naturalmente, de sus ?h¨¦roes? compa?eros terroristas.
Seguramente, dado sus particulares odios viscerales y su aberrante escala de valores, no hubieran permitido y obligado al Gobierno italiano, con el asesinato de Moro, a la ejecuci¨®n, sin m¨¢s, de los trece ?h¨¦roes? detenidos. Por elemental, se cae de su peso.
Las situaciones excepcionales requieren medidas excepcionales, y no pa?os calientes.
Las leyes, en todo caso, deben estar al servicio de la justicia; y lo justo, en este caso, era salvar la vida de. Aldo Moro. Lo justo y lo prudente.
Madrid
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