Las Fuerzas Armadas / 1
Diputado de UCD
Cuando un Estado secular como Espa?a acomete un proceso irreversible de cambios pol¨ªticos en los puntos sustanciales que configuran la estructura del mismo, resulta ilusorio pretender que la mudanza quede limitada a ciertas parcelas de la vida p¨²blica, concebidas como compartimentos estancos, y no afecte, en consecuencia, a todas aquellas instituciones de relieve en el destino de la naci¨®n.
Este es el caso crucial del Ej¨¦rcito espa?ol, sometido, en principio, a un cauteloso an¨¢lisis cr¨ªtico, casi una aproximaci¨®n de tanteo, llena de sutilezas, con objeto de medir la posible reacci¨®n de quienes ostentan la legitimidad del recurso armado, y enjuiciado ahora con notable desparpajo desde diversos ¨¢ngulos, entre otras causas, porque no est¨¢ dispuesto a torpedear la democracia en ciernes ni a desenvainar la espada si no lo exige as¨ª la leg¨ªtima defensa colectiva.
Las Fuerzas Armadas est¨¢n inmersas, por tanto, en la reforma pol¨ªtica emprendida por la Corona y no pueden ni deben sustraerse al hist¨®rico per¨ªodo constituyente abierto velis nolis a partir de la muerte del General¨ªsimo Franco. Esto quiere decir que tambi¨¦n esta instituci¨®n clave del Estado moderno necesita una transformaci¨®n m¨¢s o menos profunda, de car¨¢cter pol¨ªtico y t¨¦cnico a un tiempo, con objeto de adecuar sus funciones al r¨¦gimen constitucional y pluralista de corte occidental, que quedar¨¢ consagrado cuando el pueblo se pronuncie en refer¨¦ndum sobre la nueva Constituci¨®n.
Ahora bien; admitir la necesidad de esta renovaci¨®n, impuesta no s¨®lo por la l¨®gica, sino tambi¨¦n por la propia exigencia t¨¦cnica de los institutos armados, no significa, o no debe significar, en ning¨²n caso, el debilitamiento del Ej¨¦rcito en cuanto tal, que s¨®lo si se robustece y moderniza estar¨¢ en condiciones de cumplir la ¨ªmproba tarea asumida en esta hora compleja que vive la naci¨®n espa?ola.
Considero grave y contraproducente, por tanto, la tesis sostenida por el ex comandante Otero en los art¨ªculos publicados en EL PAIS (18-III y 7 y 27-IV), tesis indiscutiblemente radical que propugna un giro copernicano, en cuya virtud las Fuerzas Armadas no s¨®lo quedar¨ªan subordinadas al poder civil -aspecto que comparto plenamente y que ning¨²n dem¨®crata rechaza siempre que se encuadre en el supremo ¨¢mbito constitucional-, sino tambi¨¦n envueltas en la contienda ideol¨®gica, al permitirse la sind¨ªcalizaci¨®n partidista y la derogaci¨®n pr¨¢ctica de los C¨®digos y ordenanzas militares que regulan lajerarqu¨ªa y la disciplina, sin las cuales un Ej¨¦rcito digno de tal nombre es inconcebible y carece de todo fundamento. Como se ve, la postura contiene alicientes, en cuanto corre pa.calela con la rebeld¨ªa, el hedonismo y la liberaci¨®n en boga y el rechazo creciente del principio de autoridad en todos los sectores sociales, incluyendo a la milicia, seg¨²n es dable observar en los pa¨ªses democr¨¢ticos del Gccidente, puesto que en los llamados reg¨ªmenes socialista, esto ei, comunistas, semejantes reivindicaciones no llegan ni siquiera a plantearse...
Aprovechar, como se est¨¢ haciendo ya, la reforma militar que exigen los nuevos tiempos y que afecta, o debe afectar, a las modalidades y duraci¨®n del servicio, a la estructura y dimensi¨®n de las Fuerzas Armadas, y a la misi¨®n sustantiva que les compete de acuerdo con la Constituci¨®n, para poner en tela de juicio una serie de valores morales propios del aut¨¦ntico soldado -lo cual no quiere decir que sean exclusivos del mismo-, constituye un riesgo mortal para las propias Fuerzas Armadas, porque si bien ¨¦stas no deben formar un estamento separado del pueblo y menos todav¨ªa una casta definida por el elemento diferenciador de la sangre o del dinero, pienso que, sin esp¨ªritu militar no hay Ej¨¦rcito posible, y que ese esp¨ªritu se traduce en la vivencia de unos valores morales espec¨ªficos, empezando por la disciplina, el honor, la solidaridad, el coraje, la lealtad, el sentido del sacrificio y el patriotismo entendido como amor a nuestra naci¨®n.
No entro a fondo en otras consideraciones cr¨ªticas sobre el Ej¨¦rcito vertidas con motivo de una supuesta vulneraci¨®n de las libertades a prop¨®sito de actuaciones judiciales controvertidas como la del caso El Joglars, o los arrestos ?por actuaciones en las unidades militares de los grupos reivindicativos de soldados ?. Ello nos llevar¨ªa demasiado lejos en el an¨¢lisis hist¨®rico de un proceso de cambio que comporta incuestionablemente distintas concepciones de la vida. En cualquier caso, me parece peregrino recusar juicios emitidos de acuerdo con las leyes vigentes, alegando que estamos en un per¨ªodo de cambio y que esa legalidad est¨¢ en v¨ªas de modificaci¨®n, entre otras cosas, porque siguiendo esta l¨®gica disparatada el cambio puede revertir car¨¢cter continuo, y as¨ª cualquiera puede denunciar la legalidad vigente, siempre en entredicho, invocando al tiempo la perfecci¨®n de las normas del mundo futuro.
A mi juicio, la reforma militar, que necesitamos acometer pronto con prudencia y rigor, debe discurrir por cauces m¨¢s claros y menos apasionados, evitando, ante todo, la politizaci¨®n y el sectarismo respecto a una vuesti¨®n tan delicada y trascendente. As¨ª nos lo recuerda la fallida experiencia hist¨®rica de la II Rep¨²blica, iniciada bajo los mejores auspicios por el genio pol¨ªtico de Aza?a, autor de unos brillantes estudios sobre la pol¨ªtica militar francesa, que luego sirvieron de pauta para plantear en el Parlamento su famoso programa de cambio en las Fuerzas Armadas, elogiado calurosamente por Ortega en un discurso tanto m¨¢s notable habida cuenta del escaso aprecio que se profesaban ambas personalidades.
Prescindamos ahora, en consecuencia, de los agravios y errores pasados y afrontemos la realidad con la m¨¢xima templanza para no incurrir en nuevos tropiezos hist¨®ricos. La reforma militar es urgente, pero mal servicio prestar¨ªamos al Ej¨¦rcito y, en definitiva, a Espa?a, si la misma se enfoca desde una ¨®ptica singular que rompa la disciplina, promueva los sindicatos y asambleas de soldados, facilite el absentimos de los ciudadanos y destroce, en ¨²ltima instancia, a las propias Fuerzas Armadas, so pretexto de modernizaci¨®n, amparado todo ello en el lema de que sociedad civil y sociedad militar no tienen por qu¨¦ albergar valores diferentes, exceptuando los estrictos supuestos que se derivan del oficio, la funci¨®n y la capacidad t¨¦cnica.
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