Las elecciones presidenciales m¨¢s peligrosas de la historia de Colombia
La situaci¨®n econ¨®mica colombiana se ha agravado en los ¨²ltimos meses. La productividad ha disminuido a l¨ªmites casi intolerables. La inflaci¨®n, superior al 30 %, ha provocado constantes aumentos de precios en productos y servicios b¨¢sicos. Las tensiones sociales, producidas por el aumento del coste de la vida, han creado un clima tal de violencia y de inseguridad, que la inversi¨®n nacional y extranjera han bajado a los m¨ªnimos indispensables. Todo sube, pero nadie fabrica, nadie vende, nadie trabaja.Sea quien sea el ganador, no le va a resultar f¨¢cil la tarea al nuevo presidente, pues deber¨¢ rescatar la confianza de los colombianos en sus instituciones democr¨¢ticas y devolver al pa¨ªs estabilidad econ¨®mica, igualdad social y seguridad personal. Tales son, precisamente, los anhelos de la mayor¨ªa.
El Gobierno no ha sido capaz de resolver la situaci¨®n. Echa la culpa de la inflaci¨®n al r¨ªo de d¨®lares de procedencia ?legal que el comercio de estupefacientes introduce en el pa¨ªs. Achaca el origen de las tensiones sociales a ?complots subversivos? para interrumpir el proceso electoral y reprime las protestas de estudiantes y trabajadores con el uso de tropas del ej¨¦rcito.
De forma paralela, el hombre de la calle teme cada d¨ªa m¨¢s por su seguridad personal. Los ¨ªndices de criminalidad aumentan en id¨¦ntico ritmo que las tasas de inflaci¨®n o los precios de los transportes p¨²blicos.
Es a¨²n m¨¢s grave que los colombianos asistan impotentes a la creaci¨®n de una nueva clase, la ?clase emergente?, compuesta por traficantes de drogas, cuyo poder e influencia es mayor cada d¨ªa: compran polic¨ªas, diputados, votos, pol¨ªticos y se instalan c¨®modamente en las m¨¢s importantes ¨¢reas de decisi¨®n.
La desconfianza de los colombianos ha alcanzado incluso a sus dirigentes pol¨ªticos. Algunos candidatos presidenciales han recibido acusaciones de estar mezclados con bandas de narcotraficantes. Los diarios recogen con frecuencia numerosos testimonios de corrupci¨®n de funcionarios p¨²blicos. El pa¨ªs asisti¨® hace pocos meses, avergonzado, al encarcelamiento del presidente de la C¨¢mara de Diputados, Alberto Santofimio, acusado de estafar al Estado.
Con esta sombr¨ªa perspectiva en la que no se han exagerado las tintas, hoy domingo se ha cerrado la campa?a electoral colombiana. Y dentro de siete d¨ªas los votantes deber¨¢n decidir a qu¨¦ persona otorgan su confianza para resolver los muchos problemas que tiene el pa¨ªs.
Son siete los candidatos que concurren a los comicios. Pero nadie, salvo los representantes de los dos partidos m¨¢s importantes, el liberal y el conservador, tiene posibilidades de victoria. Desde 18 10, liberales y conservadores se han disputado el poder, en ocasiones, de manera sangrienta.
En 1958, el tristemente c¨¦lebre ?bogotazo?, produjo m¨¢s de 200.000 muertos en todo el pa¨ªs, en una guerra partidista de singular brutalidad. Despu¨¦s del conflicto, liberales y conservadores pactaron su presencia alternativa en el poder cada cuatro a?os, hasta que el pacto se rompi¨® nuevamente en 1974.
Uno de los m¨¢s graves problemas que el elector colombiano tiene a la hora de decidir sus inclinaciones de voto, es la escasez de alternativas que se le ofrecen. El Partido Liberal, te¨®ricamente mayoritario, se ha acercado tanto con el paso del tiempo al Partido Conservador, que hoy apenas existen diferencias ideol¨®gicas entre ambos. Los dos mantienen posiciones de centro-derecha muy similares.
Siete candidatos
Cuando en febrero de este a?o los liberales eligieron candidato presidencial a Julio C¨¦sar Turbay Ayala (en unas primarias realizadas al estilo norteamericano), casi nadie dudaba de que Turbay ser¨ªa el sucesor de su compa?ero de partido, el presidente Adolfo L¨®pez Michelsen. A una semana de las elecciones, sin embargo, su principal oponente, Belisario Betancourt, candidato conservador, parece haber ganado muchas posiciones en ciudades tradicionalmente liberales como Bogot¨¢, Medell¨ªn o Cafi.A Turbay Ayala (un autodidacta de 62 a?os, que ha sido ministro de Asuntos Exteriores) le ha perjudicado notablemente la divisi¨®n que existe en el seno de su partido.
El beneficio de la divisi¨®n liberal lo recoge, como es l¨®gico, el candidato conservador, Belisario Betancourt (abogado, 56 a?os), quien no solamente recibi¨® el apoyo un¨¢nime de todo su partido, sino que ha obtenido el de otras formulaciones pol¨ªticas, c¨®mo el de Alianza Nacional Popular (ANAPO).
Junto a Turbay y Betancourt, un militar, el general retirado Alvaro Valencia Tovar, de sesenta a?os, tambi¨¦n presenta su candidatura independiente a la presidencia avalado por el grupo Renovaci¨®n Nacional. La tesis del general Valencia, apartado hace dos a?os por el presidente L¨®pez Michelsen de la jefatura de las fuerzas armadas, es suprapartidista y ha prometido instaurar un r¨¦gimen de corte totalitario si llega al poder.
La izquierda
La izquierda colombiana (que, a pesar de muchos esfuerzos, no consigui¨® formar un frente com¨²n con la candidatura de Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez) presenta tres candidatos, correspondientes a otras tantas formulaciones.Socorro Ram¨ªrez, representante del partido de los trabajadores, sabe de antemano que no podr¨¢ presidir el pa¨ªs, ni siquiera si resultase elegida, pues la Constituci¨®n colombiana establece que el presidente debe tener treinta a?os por lo menos y Socorro Ram¨ªrez a¨²n no ha cumplido veintisiete.
Julio C¨¦sar Pernia, de sesenta a?os, anteriormente ligado al ANAPO, es el candidato del Partido Comunista de l¨ªnea pro sovi¨¦tica, mientras que el PC adicto a Pek¨ªn presenta a Jaime Piedrahita.
En el espectro de los candidatos queda por citar, por ¨²ltimo, a la pitonisa Regina de Liska, de 32 a?os, que ha puesto la nota burlesca y tragic¨®mica en el panorama preelectoral colombiano.
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