Respuesta de un psiquiatra a un penalista sobre el tema de la homosexualidad
Catedr¨¢tico y miembro de honor de la Asociaci¨®n Mundial de Psiquiatr¨ªa
El pasado 20 de abril, Enrique Gimbernat, catedr¨¢tico de Derecho Penal de la Universidad de Salamanca, a quien no conozco, me dedica un extenso comentario en EL PAIS, tomando como ¨²nico punto de partida mi escrito Puntual¨ªzaciones sobre la homosexualidad, aparecido en este mismo diario (11-4).
Cuando termin¨¦ de leer este escrito con un cierto tufillo de panfleto -por su intencionalidad pol¨ªtica, su ligereza en los juicios de valor y sus mal¨¦volas insinuaciones basadas en ese mundo inagotable de las suposiciones- pens¨¦ que no merec¨ªa la molestia contestar, pero tambi¨¦n pens¨¦, por el contrario, que mi silencio podr¨ªa interpretarse como descortes¨ªa, o que al callar otorgaba. Adem¨¢s, el brindis del se?or Gimbernat, montera en mano frente al tendido de la homosexualidad, casi rodilla en tierra, no puede ser m¨¢s pat¨¦tico y conmovedor, casi dram¨¢tico, situaci¨®n que en verdad yo ignoraba por mi larga permanencia en las universidades centroeuropeas. Este brindis bien merece un comentario, pues dice as¨ª: ?Tras d¨¦cadas de estigmatizaci¨®n y difamaci¨®n de los homosexuales -tanto a nivel legal como social- tiene que ser posible expresar la opini¨®n de que condenar a la castidad perpetua a los millones de espa?oles y de espa?olas que ¨²nicamente se sienten atra¨ªdos por las personas de su mismo sexo supone una injusticia, una crueldad y una violaci¨®n del derecho que tiene cada ciudadano a ejercer su sexualidad como ¨¦l mismo decida y no como decidan por ¨¦l. ?
Como se aprecia claramente, el significado del brindis manique¨ªsta del se?or Gimbernat no tiene desperdicio; sus ?estad¨ªsticas? producir¨¢n sorpresa, casi estupor, en el pueblo espa?ol cuando se afirma que existen entre nosotros millones y millones de invertidos y lesbianas. Unicamente con estad¨ªsticas epidemiol¨®gicas -si es que existen- se puede hacer afirmaci¨®n tan atrevida y que, en verdad, obligar¨ªa a revisar muchos aspectos de nuestra hombr¨ªa y de nuestro machismo hispano. ?Mala cosa es que un docente navegue por el mundo inefable de las inagotables suposiciones, que suele ser el mundo preferido y constante de los alienados.
Es indudable que el se?or Gimbernat no ha comprendido el alcance y significado de algo tan fundamental que indico en mi escrito y que le hubiera evitado tales afirmaciones en relaci¨®n con la exagerada homosexualidad entre espa?oles y espa?olas de que habla. Esta diferenciaci¨®n b¨¢sica radica entre una homosexualidad m¨¢s biogen¨¦tica y, por tanto, m¨¢s constante num¨¦ricamente en todas las latitudes, y otra que es m¨¢s condicionada, ocasional y pasajera, que est¨¢ m¨¢s vinculada al variable contingente ambiental, a la frecuente y variad¨ªsima prostituci¨®n comercializada del sexo o pseudohomosexualidad, y con ello al proceso hist¨®rico-cultural o ?cuarta dimensi¨®n? del enfermar ps¨ªquico. Bastar¨¢ apuntar por ahora: ?Si el catedr¨¢tico de Derecho Penal hubiera sabido que existe esta diferenciaci¨®n esencial y al mismo tiempo hubiera obrado con menos ligereza, entonces su estad¨ªstica sobre la verdadera homosexualidad en la poblaci¨®n espa?ola hubiera quedado matizada y reducida a sus verdaderos l¨ªmites y constantes.?
Partiendo de que la verdadera homosexualidad cuasi como destino -no la prostituida- afecta a una peque?a minor¨ªa en comparaci¨®n con los millones y millones de espa?oles y espa?olas todav¨ªa libres de tales desviaciones, me parece, insisto, que no hay derecho a introducir en lugares p¨²blicos, neutros, en los hogares, pel¨ªculas con tales exhibiciones sin respeto alguno a las distintas edades y culturas, a los ni?os y a las ni?as...
A los ni?os y j¨®venes hay que prepararlos, informarlos, tambi¨¦n en la dimensi¨®n sexual, naturalmente, y nadie mejor que los psiquiatras, tenemos experiencia de ello, pero todo a su debido tiempo, dosificaci¨®n y ?tempo?. Exhibirles, sin m¨¢s ni m¨¢s, por sorpresa, de golpe, conductas sexuales y sus desviaciones a domicilio, me parece un grav¨ªsimo error -repito- cuando no un delito intencionado; no encuentro otra explicaci¨®n. La vida privada debe reservarse para cada uno en su casa, y Dios en la de todos: respetemos la libertad de los dem¨¢s.
Claro est¨¢ que contra este peligro de las exhibiciones sexuales inesperadas o introducidas intencionadamente en los domicilios, el catedr¨¢tico de Derecho Penal nos recomienda una soluci¨®n genial, cerrar el aparato de televisi¨®n en pueblos, caser¨ªos, aldeas, capitales; soluci¨®n impropia de un docente universitario y que se comenta por s¨ª sola.
No traumatizar
El se?or Gimbernat, a falta de argumentos valederos, nos aconseja una serie de lugares comunes, como si la educaci¨®n sexual de los ni?os y de los j¨®venes se pudiera hacer a tontas y a locas, masivamente, sin discriminaci¨®n alguna de ambientes y culturas (!!). No hay que tabuizar. Yo estoy conforme. Pero mucho menos traumatizar.Agotado su pobre rosario psicol¨®gico de lugares comunes, el se?or Gimbernat se aparta inesperadamente del tema de la homosexualidad para intentar poner en entredicho, o emborronar tambi¨¦n mi vertiente personal, no s¨®lo pol¨ªtico-social, sino incluso la acad¨¦mica. El colega docente se enfada porque me he permitido hollar, evocar, el predio de la libertad, como si fuera de su exclusiva propiedad cuando escribe: ?El se?or Llavero habla en su carta de que se acoge al juego limpio de toda democracia libre y civilizada y del profundo y permanente respeto que debemos en las democracias a la libertad de los dem¨¢s.? Al invocar esta elemental exigencia normativa, inherente a las democracias c¨ªvilizadas, nuestro docente supone que yo tengo inter¨¦s alguno en hacer ?alarde reiterado? de dem¨®crata por apelar simplemente al respeto de los dem¨¢s y me aplica, sin m¨¢s, el refranero espa?ol: ?Dime de lo que presumes ... ?
Mucho me temo, a la luz de estos peregrinos planteamientos, que el se?or Gimbernat pertenezca a ese curioso grupo que pretende administrar en monopolio la libertad de los espa?oles. Sin embargo, no todo es agravio,- mal estilo y ligereza de criterio: el se?or Gimbernat se apresura nuevamente a tranquilizarme, y con ello tambi¨¦n al lector, pontificando con un sabio y conmovedor consejo, propio de un curtido veterano educador, cuando a?ade algo tan pintoresco como lo siguiente: ?El catedr¨¢tico de psiquiatr¨ªa no tiene por qu¨¦ preocuparse, nadie le va a privar de ver los programas de televisi¨®n que le interesan, de leer los libros y revistas que desee, ni de educar a sus hijos como estime conveniente.? ?Gracias!, se?or Gimbernat, cuando no sepa c¨®mo orientar y educar a mis hijos, me permitir¨¦ recurrir a su sabio consejo de educador consumado: lamento no haber tenido antes ni una sola noticia de su existencia.
Si el hombre es responsable de lo que hace y escribe, las manifestaciones del se?or Gimbernat, con motivo de su brindis al tendido de la homosexualidad, es precisamente lo que no debe hacer un catedr¨¢tico responsable de Universidad, y mucho menos a¨²n de Derecho Penal, cuando adem¨¢s contin¨²a escribiendo alegremente, por no calificarlo de otra manera: ?Si el se?or Llavero hubiera le¨ªdo a Freud, posiblemente nunca habr¨ªa obtenido su c¨¢tedra de Psiquiatr¨ªa, pues es p¨²blico que el grupo que control¨® la docencia de esa disciplina en la Universidad durante los cuarenta a?os de oscurantismo cient¨ªfico del nacional-catolicismo se caracteriz¨® por su adversi¨®n al piscoan¨¢lisis?, al mismo tiempo que contin¨²a presumiendo de conocimientos freudianos.
En este juicio de valor de penalista -para no referirme a ning¨²n transfondo psiqui¨¢trico- se vuelven a dar cita la ligereza, las suposiciones, el engolamiento y, c¨®mo no, la mal¨¦vola intencionalidad pol¨ªtica, con argumentos que nada tienen que ver con el tema que nos ocupa y preocupa, pero que reflejan toda una psicolog¨ªa y todo un proceder, lo cual bien exige un comentario final para que cada cosa quede en su lugar.
En primer t¨¦rmino, el se?or Gimbernat pone en tela de juicio que yo hubiera le¨ªdo a Freud y, por tanto, que conozca las concepciones psicoanal¨ªsticas, sobre todo la hermen¨¦utica de los instintos, cuyas motivaciones pat¨®genas y consecuencias sociales negativas son objeto principal del Derecho Penal; lo m¨¢s espec¨ªficamente humano, como puede ser, por el contrario, el arte o la poes¨ªa, ya no es objeto de penalizaci¨®n excepto en los pa¨ªses marxistas. De aqu¨ª que los penalistas, en general, sientan una cierta admiraci¨®n por la facilona y reduccionista hermen¨¦utica de lo m¨¢s inespec¨ªfico o animal del hombre: la dimensi¨®n de la vida an¨ªmica, de las pasiones, de las pulsiones de los instintos, porque esta dimensi¨®n -reprimida o incontrolada, exacervada- representa el venero principal de motivaciones delictivas o campo de batalla de la jurisprudencia penal. Por el contrario, las ?sublimaciones? -concepto freudiano b¨¢sico de tales corrientes an¨ªmicas dependen de la personalidad biogr¨¢fica y total del individuo. En consecuencia, la din¨¢mica de este proceso psicol¨®gico con extensa proyecci¨®n antropol¨®gica es mucho m¨¢s complicada de lo que supuso en un principio el freudismo originario.
Ligereza
En segundo lugar, el se?or Gimbernat supone con igual ligereza, al mismo tiempo que insin¨²a con cierta malidicencia o retorcimiento, proclive al equ¨ªvoco, casi al agravio, que yo debo posiblemente la c¨¢tedra a ese ?obscurantismo cient¨ªfico del nacional-catolicismo que se caracteriz¨® por su adversi¨®n al psicoan¨¢lisis ... ?Para aclarar estos dos aspectos -mi desconocimiento de una doctrina tan importante como la freudiana y mi llegada a la c¨¢tedra que la ligereza del se?or Gimbernat pone injuriosa y p¨²blicamente en entredicho, le propongo una f¨®rmula elegante y tan neutral como sencilla que, adem¨¢s, le permitir¨ªan mostrar las credenciales que le autorizan a pontificar y adoctrinar sobre cuestiones de psiquiatr¨ªa, de educaci¨®n y sobre higiene mental y que al mismo tiempo reflejar¨¢ nuestra trayectoria acad¨¦mica y pol¨ªtica sin tener que recurrir al sucio campo de las suposiciones gratuitas. Esta f¨®rmula aclara todo ello y mucho m¨¢s: no tiene nada m¨¢s que decidirse a que publiquemos conjuntamente nuestros curricula con la trayectoria respectiva de nuestra formaci¨®n, centros de investigaci¨®n donde hemos trabajado, libros y trabajos publicados en distintos idiomas, cr¨ªticas de los libros de ese supuesto obscurantismo cient¨ªfico nacional-catolicismo espa?ol (!!!), as¨ª como nuestra actividad o desinter¨¦s pol¨ªtico. Entonces ver¨ªamos a qui¨¦n corresponde aquello de ?dime de lo que presumes ... ? Si el catedr¨¢tico de Derecho Penal se opone a la publicaci¨®n de ambos curricula, entonces tengo que rechazar cuanto dice, dudar por lo menos, de su honestidad mental, de su esp¨ªritu democr¨¢tico y de muchas cosas m¨¢s, y que no espere el se?or Gimbernat que conteste a todo ese mundo suyo y particular de las suposiciones, que con tanta frecuencia encontramos en la patolog¨ªa psiqui¨¢trica. Unicamente me reservo el derecho de responder a sus agravios e injurias donde me parezca adecuado si reitera o reincide.
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