Admirable Arrabal, admirable Bautista
Hab¨ªa pasi¨®n en este estreno. Verdadera pasi¨®n. Algo que casi hab¨ªa olvidado en la deca¨ªda y cr¨ªtica temporada que hemos tenido. Un riguroso bombardeo de correspondencia an¨®nima y crispados telefonazos -todos, ?naturalmente?, contra Arrabal-, me hab¨ªa devuelto la antigua y a?orada tensi¨®n con que esta tierra de ?chorizos? y ?mosqueteros? sol¨ªa acompa?ar, hace ya much¨ªsimo, las expectativas de fiesta teatral. Casi hab¨ªa que incluir este tercer estreno de Arrabal entre las corridas de toros, con sus inc¨®gnitas, sus orgullos, su posible sangre y su esperanza de sol. Quisiera no decirlo, para aislar honestamente mi trabajo de todo cuanto no sea la contemplaci¨®n del escenario, pero el dato forma parte de cuanto es preciso considerar para situar en la sociedad a los hechos teatrales. Aurora Bautista lucha por un sitio en esta plaza. Arrabal, igualmente, est¨¢ dispuesto a no ser excluido de la cartelera. Ambos se han ganado esos lugares con el mismo coraje, la misma ilusi¨®n y la misma fe en s¨ª mismos que los novilleros que asaltan la feria de San Isidro. He ido al Mart¨ªn como a la plaza de Las Ventas: con la esperanza de ver una gran fiesta y con la conciencia clara de que, en este pa¨ªs, hay veces en que los toros matan a los toreros.Ahora digo, ante todo, que vayan a ver, por favor -y por su bien- Oye, patria, mi aflicci¨®n. Es un soberbio espect¨¢culo. Un deslumbrante eiercicio de interpretaci¨®n. Una po¨¦tica, desesperada declaraci¨®n de amor. Una profunda saga de alegr¨ªas y dolores. Una penitencia. Un v¨¦rtigo. Un C¨¢ntico. Un alarido.
Oye, patria, mi aflicci¨®n, de Arrabal Direcci¨®n: Augusto Fernandes, respuesta por Cytrynowski
Escenograf¨ªa, vestuario e iluminaci¨®n: Carlos Cytryrowski. Int¨¦rpretes: Aurora Bautista, Vicky Lagos, Encarna Paso, Carla Cristi, Alberto Fern¨¢ndez, Jaime Redondo, F¨¦lix Rotaeta, Carlos Lillo, Juan Llaneras, Fernando Villarroya y Nicol¨¢s Due?as. Teatro Mart¨ªn.
Las indagaciones sobre el anterior teatro de Arrabal me parecen, ahora, fuera de lugar. Tengo mi opini¨®n sobre la entidad y unitariedad est¨¦tica, ideol¨®gica y a¨²n sentimental de toda su obra, ya considerable. Pero Oye, patria, mi aflicci¨®n me parece el centro mismo de un singular viraje en el trabajo del escritor. Porque la met¨¢fora es muy luminosa, en la vieja etiqueta del ?realismo m¨¢gico? la magia predomina sobre el realismo, la muerte es casi una transfiguraci¨®n; el amor casi una necesidad, la violencia casi una ceremonia inevitable, el abandono casi una liberaci¨®n y los desprecios casi una cirug¨ªa. Todo Arrabal est¨¢ aqu¨ª en un excelente ejercicio de acuerdos entre la realidad y la poes¨ªa, el pasado y el presente, la atracci¨®n y el odio, en una s¨ªntesis carnal que abarca, con amor infinito y emocionante, las corrupciones, los enf¨¢sis, los sue?os, las esperanzas y los abandonos. La po¨¦tica globalizaci¨®n de Arrabal nos propone una interpretaci¨®n de la historia en que la canalla abusa de los c¨¢ndidos, ¨¦stos se alinean con los miserables para una testaruda defensa de las causas m¨¢s torpes y perdidas, la picaresca se alza con los santos y las limosnas y la humillaci¨®n ejerce una y otra vez el fant¨¢stico atractivo de su mezcla de infamias y sublimidades
La lectura y entendimiento del texto es muy f¨¢cil. Pero no es, ni remotamente, lineal. Entre otras razones porque en Oye, patria, mi aflicci¨®n abandona Arrabal la circularidad habitual de su tesoro. Nada se restablece aqu¨ª. Despu¨¦s del retablo, de horrores Arrabal abre su espacio, enciende unas luces y propone unas esperanzas. Es el tema de la quijotizaci¨®n de Sancho, el gran tema de la redenci¨®n con sus acordes barrocos. Ser¨ªa, en t¨¦rminos generales, la ceremonia de la ?desconfusi¨®n?. Un prodigioso ejercicio que incluye la denuncia enorme y frontal, la impone b¨¢rbaramente y, con igual energ¨ªa, sugiere po¨¦ticamente una lustral purificaci¨®n.
La construcci¨®n dram¨¢tica es clara, eficaz, imaginativa. Propone apoya en una escritura textual que tiene, desde luego, desigualdades de calidad, sobre todo en la segunda parte, pero que es literariamente coherente y llama, adem¨¢s, en su socorro, a expresiones ajenas, sistemas sonoros, textos concretos, muy bien integrados en el discurso general. Pero, sobre todo, lo que Arrabal completa aqu¨ª es una propuesta, muy personal, de un teatro aleg¨®rico que sabe huir del eterno riesgo de las invenciones metaf¨®ricas: la frialdad. Arrabal, el Arrabal de Oye, patria, mi aflicci¨®n no tiene la frialdad t¨¦cnica del reformista competente, sino la pasi¨®n de los predicadores ascetas. Su infierno quema de verdad. Se entienden muy bien sus imprudencias, sus c¨®leras y sus rabietas. No es un pol¨ªtico. Pero tampoco es Savonarola. Es un personaje m¨¢s de su patri¨®tica aflicci¨®n. Es un ciudadano incre¨ªble que quiere ser un poco Larra sin dejar de ser otro poco Calder¨®n, un poco Manolete y un poco Picasso, un poco Robespierre y un poco San Juan de la Cruz. Lo que quiere decir que se escapa de la linealidad de la preceptiva f¨¢cil y simplista. Condici¨®n m¨¢s que suficiente para organizar grandes y prodigiosas fiestas teatrales.
Como ¨¦sta. Una catarata de est¨ªmulos visitales y sonoros busca en el espectador continuas respuestas personales. Una gran oquedad, un gigante espacio, sonoro a ratos y a ratos mortecino, permite el peripat¨¦tico movimiento de los actores que integran su hacerse y deshacerse en el proceso del general derrumbamiento. Se dice pronto. Pero el equilibrio entre la s¨ªntesis y, la apertura sin l¨ªmites es un supremo hallazgo del enorme talento de Cytrynowski, int¨¦rprete leal¨ªsimo de la gran met¨¢fora del autor. Y, por otro lado, en primer¨ªsimo t¨¦rmino, el trabajo planteado por Augusto Fernandes y reconsiderado por Cytrynowski para lograr una integrada y, al mismo tiempo, individualista interpretaci¨®n de actores, todos dentro de una rica organicidad apasionantemente expuesta. As¨ª la enriquecedora variaci¨®n de Encarna Pasci, el insultante descaro de Vicky Lagos, la modelaci¨®n de Carla Cristi o la impetuosidad de Nicol¨¢s Due?as, las vitalidades de Alberto Fern¨¢ndez
Y Aurora Bautista. Una actriz que sale del semisilencio, la marginaci¨®n y la falta de lugar y se planta en el centro del ruedo a ocupar de golpe, indisputadamente, la primera fila de nuestra grey. As¨ª de sencillo y as¨ª de bonito, de claro, de espectacular. No se trata s¨®lo de su rica y espl¨¦ndida interpretaci¨®n del trabajo central. Se trata de la combinaci¨®n de factores intelectuales -clarificaci¨®n general de la obra presentaci¨®n de ?la duquesa?, generaci¨®n de una continua relaci¨®n interactoral- con una capacidad f¨ªsica, oral y corporal, que coordina el talento con la base t¨¦cnica y la sensibilidad con los medios. Inolvidable actuaci¨®n. Gran compromiso. Tranquilizadora presencia para el futuro de nuestra vida teatral.
Me gustar¨ªa much¨ªsimo que este espect¨¢culo gozase de la atenci¨®n y el favor que merece. Ya s¨¦ que una gran parte de la clientela tradicional de los teatros se ha sentido, ¨²ltimamente, desencantada y ofendida. Estamos, adem¨¢s, en el fleco final de esa mala temporada.
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