Botero, un personaje literario
?Ni obesos, ni deformes, ni hinchados: no se trata de un hipertrofia expresiva. Como el es pacio verdadero, a escala gal¨¢ctica el espacio pintado se agranda y su aspecto visible: los cuerpos que parece contener.? Con estas palabras iniciaba Severo Sarduy una imposible definici¨®n de la obra de Botero. El gran fest¨ªn de la desmesura era tratado con la objetividad esclarecida y con la precisi¨®n po¨¦tica de una sensibilidad excepcional. La pintura, ferozmente gigante y monumentalmente organizada, de Botero encontraba en Sarduy a un int¨¦rprete fiel. De la lealtad est¨¦tica de Sarduy pasamos ahora a un no menos ?monumental? volumen en el que junto a la minuciosa catalogaci¨®n de los cuadros m¨¢s representativos del gran colombiano se nos traza una nueva imagen del personaje gracias a una voz, retornada del silencio, y que es la del legendario Germ¨¢n Arciniegas.
Germ¨¢n Arciniegas
Fernando Botero. Edilerner. Madrid. Bogot¨¢. Par¨ªs. 1978.
Sarduy-Arciniegas
El desbordado universo de Sarduy encontraba en la realidad abundante de un pintor como Botero un espejo deformante de su propia maquinaria narrativa (el barroquismo totalizante de la mejor tradici¨®n cubana). Arciniegas ha preferido, sin embargo, la evocaci¨®n del personaje, la biograf¨ªa vivida, el voraz movimiento del hombre en el espacio real y el an¨¢lisis lento y triunfante de sus cuadros. Ambos coinciden en la ex¨¦gesis objetiva, en la confirmaci¨®n luminosa de un arte extra?amente singular. En momentos tan asfixiantes como en los del absolutismo del abstracto, la aparici¨®n de una obra tan coherentemente distinta a las modas pudo haber sufrido la marginaci¨®n propia de toda labor contra-corriente o despertar como termin¨® despertando la curiosidad desbocada y el aplauso vigoroso del descubrimiento de una nueva posibilidad en el resbaladizo suelo de las marcas art¨ªsticas. Veinte a?os de trabajo consecuente y el desvelado discurso, la nutrida consistencia de una alegre constataci¨®n del mundo. (?En arte, si alguien tiene ideas y piensa, no tiene m¨¢s remedio que deformar la Naturaleza. Arte es deformaci¨®n.?)?Abundancia -dec¨ªa Sarduy-, necesidad de todo lo que refleja: una guirnalda de bombillos, vasos, botellas. En cada vidrio la escala del universo se organiza y decanta.? Desde los ?espejuelos desmesurados? de Botero, las delgadas formas crecen y se hacen dibujo abultado, volumen del color, espacio de la luz esparcida en el que la sombra se relega y en el que los brillos carnosos afirman un destino ¨²ltimo. Eva primordial sentada en un taburete y con aire de dama sur americana, una Eva elocuentemente grande como toda madre generosa de la Humanidad, gran sand¨ªa rojiza donde el mordisco dej¨® una huella dentada y los ojos burlones del finado marrano sobre el que prosiguen su incursi¨®n infinita los insectos, cajas, papeles, l¨¢mparas, libros abiertos, grandes cabelleras batidas al viento, peinado alto engalanado de cintas y diminuto caballo, perro enano y microbandera tricolor que las u?as cubren. La Naturaleza enfebrecida recupera la imaginaci¨®n perdida, desjagados bodegones que buscan una geometr¨ªa m¨¢s prodigiosa que la del laberinto (son enigma en la evidencia-palabra original con su red de misterios).
Babelia
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