Aborto y objeci¨®n de conciencia
Profesor de Teolog¨ªaComo creyente cristiano y miembro de la Iglesia cat¨®lica, me entristecen las noticias que vienen de Italia, referentes a las reacciones de las estructuras eclesi¨¢sticas y de sus m¨¢ximos responsables, despu¨¦s de la aprobaci¨®n por las C¨¢maras de una ley que permite el aborto en determinadas circunstancias.
Aquellos responsables afirman de la manera m¨¢s tajante e incondicionada, sin hacer ninguna excepci¨®n, que el aborto provocado es absolutamente il¨ªcito desde el punto de vista moral.
Esto ni es una verdad de fe ni ha sido definido como tal con un acto de magisterio eclesi¨¢stico infalible.
Seg¨²n la buena teolog¨ªa cl¨¢sica, puede, por tanto, tratarse de un error. Es obvio que las afirmaciones ?no-infalibles? pueden estar equivocadas.
En la actualidad, hay muchas personas de buena voluntad, no solo entre los no cristianos o no creyentes, sino entre cristianos y cat¨®licos sinceramente creyentes, que no est¨¢n de acuerdo con una afirmaci¨®n tan absoluta. Sinceramente (y en conciencia) no la ?ven?. Y, sin embargo, admiten lealmente el gran principio del ?respeto a la vida?. Desean contribuir, en consecuencia, a un cambio de las circunstancias sociales de todo orden, que reduzca al m¨¢ximo los casos en que se plantea el problema del aborto de una manera muy grave y realmente acuciante. Entre otras muchas cosas (del orden de la solidaridad y de la justicia social), desean facilitar realmente y en concreto que la maternidad/paternidad se produzca s¨®lo de una manera responsable. Esto, de hecho, en nuestro tiempo, es imposible si no se facilitan los medios para que pueda llegarse libremente a un control eficaz de la natalidad, conforme a las circunstancias y a la mentalidad de cada uno, en las mejores condiciones higi¨¦nicas posibles.
Creo que la ley italiana sobre el aborto hace bien en respetar la objeci¨®n de conciencia del personal sanitario.
Pero nadie deber¨ªa pretender manipular una posible objeci¨®n de conciencia de los cat¨®licos, para afirmarse, de hecho, como ?poder social temporal? frente a las leyes de un Estado democr¨¢tico.
Seg¨²n una noticia del peri¨®dico Ya (8-VI-1978, p¨¢g. 20), el obispo Fiorenzo Angelini, delegado para los hospitales italianos, advirti¨® que los m¨¦dicos o personal sanitario que no presenten objeci¨®n de conciencia contra el aborto ser¨¢n retirados de los hospitales dirigidos por religiosos, si prestan en ¨¦stos trabajo eventual. Esto me parece muy grave. Coaccionar a una persona para que (ante el temor de inconvenientes de tipo econ¨®mico y social) presente una objeci¨®n de conciencia, que puede no ser conforme a su verdadera conciencia, es una manipulaci¨®n inaudita. Me atrever¨ªa a decir que objetivamente (y salvadas las posibles buenas intenciones subjetivas) se trata de un verdadero escarnio.
A veces hay que tener una paciencia casi infinita para ser cat¨®lico. Pero Dios nos da esta paciencia.
Para coaccionar m¨¢s a¨²n la libertad de conciencia de los cat¨®licos que no est¨¦n de acuerdo con las posiciones absolutamente tajantes de la jerarqu¨ªa, se levanta la amenaza de la ?excomuni¨®n?.
Pero, en la situaci¨®n actual de las conciencias, el intento deviene paradoja.
Existe, en efecto, desde hace muchos decenios, en el C¨®digo de Derecho Can¨®n leo, una disposici¨®n que establece la excomuni¨®n sin necesidad de sentencia para quienes procuran un aborto que de hecho llega a tener efecto. Pero las ?excomuniones?, seg¨²n el Derecho Can¨®nico, no pueden resultar efectivas si de hecho no hay grave culpa moral en el que realiza la acci¨®n can¨®nicamente sancionada. Seg¨²n esto, un cat¨®lico que juzgue en conciencia con toda sinceridad que, en un determinado caso, provocar el aborto no es pecado, no peca de hecho delante de Dios al obrar conforme a su dictamen. Y si no hay pecado en el plano moral, tampoco se incurre en ?excomuni¨®n?. Aqu¨ª el Derecho Can¨®nico es predominantemente ¨¦tico, aunque no siempre se halla aplicado coherentemente.
Es lamentable que, sobre la base de la ignorancia en que se ha mantenido a los fieles, se pueda pretender cercenar de mil modos su libertad de conciencia. Es necesario, que todos sepamos bien, por lo menos, la buena teolog¨ªa tradicional y la doctrina can¨®nica vigente.
Por mi parte, mi intenci¨®n al hacer p¨²blicas estas reflexiones es exclusivamente servir a la causa de la fe cristiana en la Iglesia cat¨®lica, a la que pertenezco. Con todo mi respeto y pidiendo perd¨®n a los que ven las cosas de otro modo.
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