Las ninfas
Vienen a verme unas cuantas ninfas -quince, diecis¨¦is a?os- de un colegio llevado por monjas, para hacer no s¨¦ qu¨¦ trabajo sobre m¨ª:-?Y qui¨¦n me ha elegido a m¨ª: vosotras o las monjas?
- Bah, nosotras.
Hay una bella y serena, con un como cierto torpor en su hermosura incipiente y tranquila:
-La monja no nos dejaba llamarle, porque dice que estar¨ªa usted durmiendo, porque usted duerme de d¨ªa y se pasa las noches pecando.
-La monja lleva raz¨®n, pero me tiene cambiado el horario. Yo peco de d¨ªa y duermo de noche. Hasta escribir¨¦ un libro que se titular¨¢ Los amores diurnos.
Hay otra que es como una Mafalda esbelta, con gafas, que es la que toma nota de todo:
-Adem¨¢s, dice la monja que usted, de escritor, nada. Que usted, nada de nada.
-Pues no s¨¦ c¨®mo os han dejado venir a verme.
-Porque venimos muchas. A una o dos solas no las habr¨ªan dejado.
Esta, por lo visto, es la idea que da el clero docente de la literatura viva, suponiendo que Yo sea literatura viva, y, sobre todo, suponiendo que ellos sean clero, o, lo que ya es suponer, que sean clero docente. Estamos en lo del imp¨ªo Baroja, aunque a m¨ª me falte la boina del talento y de la gloria.
Hay una tercera que parece corno vasca, y que es la que habla menos:
-?Sois un colegio mixto? -le pregunto.
-Uy, no, qu¨¦ va, dicen las monjas que hay unos chicos muy sinverg¨¹enzas, que eso ni hablar.
-Tienen raz¨®n las monjas. Me cog¨¦is en un d¨ªa bajo, que estaba -meditando yo, con Schopenhauer, si el mundo es voluntad y representaci¨®n o, por el contrario, son la voluntad y la representaci¨®n las que hacen el mundo. Y Schopenhauer, ?sab¨¦is?, era mis¨®gino. S¨ª, aquel de los cabellos largos y las ideas cortas. O sea que os hab¨¦is librado de una org¨ªa precoz y traumatizante.
Hay otras var¨ªas ninfas. Pero hay, sobre todo, una que es la que da m¨¢s guerra: quiere lumbre para el cigarrillo, cenicero para la ceniza, vaso de agua, libro dedicado, cosas. Traen una cinta grabadora y quieren que yo ponga el aparatito. Pero yo no tengo aparatito, O sea que toman notas. Me han llenado la casa de humo, adolescencia, improvisaci¨®n y calle.
-Quevedo.
-Pues Quevedo era un se?or que se invent¨®, pr¨¢cticamente, el castellano moderno, porque antes el castellano era m¨¢s aburrido.
Ahora andan esos l¨ªos de la ense?anza libre. Los del consenso no se han atrevido a desamortizar de una vez los colegios religiosos. Taranc¨®n est¨¢ ah¨ª para quien quiera algo de ¨¦l. Los padres de familia cat¨®licos han vuelto a reunirse. Si un pu?ado de ni?as quiere saber algo de un se?or que escribe todos los d¨ªas en los peri¨®dicos, y es le¨ªdo, tienen que hacerlo contra la voluntad del colegio, del instituto, del convento, de lo que sea, al margen, llam¨¢ndome desde las cabinas callejeras, ?que no vea usted lo que se nos va en fichas?, porque el colegio considera licencia que los alumnos o alumnas se acerquen a los escritores vivos y licenciosos. Yo no me permito otra licencia que la de vivir.
-?Y a eso es a lo que llaman ense?anza libre, t¨ªas?
No saben/no contestan. Ellas andan a su rollo.
-Larra.
-Pues era un se?or que hab¨ªa.
-?Usted es Larra?
-No, hijas, no.
Se van con la lecci¨®n aprendida, pero se ve que se hubieran quedado. Les doy libros m¨ªos y fotos de Ramonc¨ªn. Me explican que las mejores clases son las que han organizado ellas mismas. L¨¢stima de energ¨ªas represadas con una ense?anza comprimida en lo que Reich llamaba la coraza caracterol¨®gica. La coraza social. En el ascensor bajaban dici¨¦ndose: ?A ver a ti qu¨¦ te ha puesto en la dedicatoria.?
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