Los medios de comunicaci¨®n de masas: ?poco efectivos?
Forman parte del medio ambiente. Son el elemento (como el agua para el pez) de nuestra atenci¨®n. Los tenemos ah¨ª delante, detr¨¢s, arriba, abajo, dentro... Y qui¨¦rase o no, nos informan sin cesar. Hasta subliminalmente, por debajo del umbral de esa capacidad de procesar informaci¨®n de los seres humanos que G. A. Miller fij¨® en nueve unidades o bits. Aunque no lleguemos a apreciarlo, las informaciones de masas son el medio en el que hacen patente su tropismo nuestros sistemas receptores.Podemos intentar separarnos para aclarar c¨®mo inciden en nosotros, lo mismo que han hecho desde hace unos cuarenta a?os tantos analistas, y como hace J. A. C. Brown en el libro que comento. Las perspectivas son distintas pero, generalizando mucho, podemos resumirlas en dos: la norteamericana, investigaciones reglamentadas y financiadas por las grandes industrias, el Gobierno federal y las fuerzas armadas, sucesivamente, que se proponen estudiar la manera de dar mayor eficacia a los diversos instrumentos para los fines de quien los promueve; la europea, que nace espont¨¢neamente en universidades y ambientes culturales y art¨ªsticos, institutos de sociolog¨ªa y pedagog¨ªa, y que trata de revelar la naturaleza y posibilidades est¨¦ticas de las nuevas t¨¦cnicas de comunicaci¨®n.
T¨¦cnicas de persuasi¨®n
(De la propaganda al lavado de cerebro.)J. A. C. Brown. Alianza Editorial. Madrid, 1978. El libro de bolsillo.
La que Brown mantiene a lo largo de su trabajo es una postura ecl¨¦ctica y pretendidamente comprensiva (si bien ha de tenerse en cuenta que, debido a las caracter¨ªsticas de la colecci¨®n donde fue originalmente publicada -los Penguin Books ingleses- y a la fecha de su aparici¨®n -1963-, ha ignorado muchos de los desarrollos m¨¢s interesantes: los de los a?os sesenta y setenta, que en muchos casos han revolucionado los sistemas de estudio). En cualquier caso, Brown recoge las diversas posturas que si, dan con respecto a la influencia de cine, TV, publicidad, propaganda pol¨ªtica, etc¨¦tera, de un modo bastante completo y accesible. Es cierto que casi siempre peca de una cierta ingenuidad liberal y pragm¨¢tica anglosajona, y que frecuentemente recurre a simplificaciones excesivas (como cuando aborda el psicoan¨¢lisis, y m¨¢s concretamente los trabajos de Melanie Klein, o los de Storr, sobre la agresividad). Pero, con todo, es de agradecer su postura poco apocal¨ªptica y moderadamente optimista tan lejos de las posturas de un Packard o un Whyte, que s¨®lo ven una manipulaci¨®n soterrada, eficaz, cient¨ªfica, siniestra e inmoral (en lo que se refiere a los mecanismos de la publicidad), o la de un Aldous HuxIey, en lo que se refiere a los ?ingenios nuevos y anteriormente impensables? que pueden manipular nuestra mente (y eso que no olvido los m¨¢s recientes experimentos de Rodr¨ªguez Delgado), como tan lejos de las de Shils o Bell, basadas en consideraciones de car¨¢cter pragm¨¢tico: ya que existen tales medios, es preciso convertirlos en los m¨¢s id¨®neos para determinar tipos de comportamiento que se consideren ¨²tiles a los fines de la sociedad (o mejor, a?ado, a los fines de los grupos de poder que los determinan y dirigen).
S¨ª, Brown se mantiene en una cuerda floja, donde suele reinar un optimismo moderado, pues continuamente afirma que, a pesar de todo, en el hombre hay cosas irreductibles, posturas no influenciables directamente por los media. Quiz¨¢ sea as¨ª (y ¨¦l trata de demostrarlo sin cesar), pero la duda surge sin cesar. El car¨¢cter de normalidad se acent¨²a excesivamente, y Brown llega a afirmar que estos medios no s¨®lo imponen los ideales y creencias de una peque?a minor¨ªa, sino que hasta ahora, y a trav¨¦s de un mecanismo de retroalimentaci¨®n (feedback), lo que las masas reciben no es sino el clamor de sus propias necesidades y demandas.
Inmediatamente se plantea la cuesti¨®n: ?y esas necesidades y demandas tienen su origen en la nada? No es que afirme taxativamente (como hacen Adorno, Horkhimer, Marcuse y tantos otros) que la condici¨®n del hombre conte por¨¢neo es alienad¨¢. Pero. s¨ª pa ce (y esto no lo se?ala Brown), q gracias a los medios de comuni ci¨®n se incorporan a la sociedad aldea global) grandes cantida de seres que antes se quedaban margen, como ocurr¨ªa en las soe dades precedentes.
?Es esta integraci¨®n deseab Tal y como est¨¢n las cosas, par que la ¨²nica salida para las c ductas an¨®micas es el ghetto ocultaci¨®n, la participaci¨®n de p nos que no son tan controlados.
En definitiva, un libro infor
tivo y sugerente que nos llega t ducido perfectamente, como norma en sus trabajos, por Ra Mazarrasa.
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