Campa?a en contra de la afici¨®n de Madrid
La Uni¨®n de Criadores de Toros de Lidia ha hecho p¨²blico un comunicado en el que pide que las autoridades definan su criterio sobre las diferencias de tipo zool¨®gico de cada ganader¨ªa, ya que la exigencia de trap¨ªo no puede aplicarse por igual a las distintas castas.Este comunicado es, al parecer, consecuencia de la inquietud que ha despertado en la uni¨®n la actitud, supuestamente restrictiva (a nuestro juicio, ejemplar), de los veterinarios que reconocieron las corridas de la feria de San Isidro, muchas de las cuales fueron rechazadas. Dice la referida nota que ?estos rechazos no benefician a los ganaderos, y que la apreciaci¨®n de trap¨ªo, casta y perfecto desarrollo es una valoraci¨®n subjetiva que se comprueba durante la lidia?.
En efecto, as¨ª es, y la Uni¨®n de Criadores de Toros de Lidia toca el punto ¨¢lgido de la cuesti¨®n. En el fondo del problema est¨¢ la posici¨®n de la afici¨®n de Madrid, que en esta feria de San Isidro de 1978 ha exigido como nunca el toro, sin concesi¨®n a mixtificaciones de ning¨²n tipo. Estamos viendo, al respecto, que hay ahora una campa?a contra esa afici¨®n, a la que se acusa de intransigencia irracional.
Hubo en la feria toros protestados de salida, la mayor¨ªa con toda la raz¨®n del mundo, y no recordamos m¨¢s excepciones que uno de Celestino Cuadri, si bien es necesario a?adir que en cuanto se observ¨® su serio y encastado comportamiento en el primer tercio, callaron totalmente las protestas.
He aqu¨ª la ra¨ªz verdadera de la postura de los aficionados: el comportamiento del toro, al margen de que fuera bravo o manso. Porque la inmensa mayor¨ªa de las broncas estallaban no al aparecer en el ruedo la res, sino m¨¢s adelante, cuando doblaba las manos; cuando era evidente que no pod¨ªa soportar m¨¢s all¨¢ del puyazo; cuando en pleno primer tercio pasaba a un estado de abulia, nulo temperamento, lo m¨¢s contrario a la fiereza que caractiza al toro bravo, pues daba la apariencia de ser una res derrotada, incapaz de continuar con viveza las fases de la lidia.
Entonces el grito desgarrado: ? ?Toro, toro! ?, que hac¨ªa a los taurinos rasgarse las vestiduras: ? ?Toro? ?Pero qu¨¦ querr¨¢n esos insensatos? ?No es un cuatre?o, con cerca de seiscientos kilos9? Y s¨ª, era un cuatre?o con cerca de seiscientos kilos (o m¨¢s), pero no un toro de lidia reglamentario, que debe ser verdaderamente selecto, espec¨ªficamente agresivo (que no peligroso por fuerza, pues la agresividad en el toro no tiene por qu¨¦: contradecir la nobleza), ine qu¨ªvocam. ente sano y fuerte.
El taur'nismo tiene corno ejemplos de las que se?ala como insensateces de la afici¨®n de Madrid corridas y corridas de cuatre?os con cerca de seicientos kilos, que fueron protestadas, y cree haber hallado el argumento cumbre en las corridas de Cobaleda, pues, teniendo trap¨ªo apabullante, salieron mansas y peligrosas: ??Eso es lo que quieren los desalmados, antiaficionados, de la andanada.? Como si por pedir toros quisieran ver mansos; ?qu¨¦ disparate! Pero hay una r¨¦plica inmediata con la corrida de Eugenio L¨¢zaro Soria, quiz¨¢ la de menos envergadura de cuantas se vieron en San Isidro (mucho m¨¢s peque?a que todas las protestadas), en la cual no hubo ning¨²n toro devuelto al corral, y si se protest¨® uno -el tercero- fue exactamente porque se ca¨ªa; las cinco lidias restantes se siguieron con atenci¨®n e inter¨¦s crecientes, y hubo acuerdo un¨¢nime en el m¨¦rito que tuvieron Julio Robles y Roberto Dom¨ªnguez al cortar orejas a estas reses.
Toros grandes fueron los de L?sardo, y el p¨²blico los tomaba a chufla porque no val¨ªan para la lidia, mientras torito peque?a era el segundo cobaleda de la corrida de la Prensa, e incluso se aplaudi¨®, aunque no era bravo; pero ten¨ªa casta y poder, y trap¨ªo verdadero. Toros grandes eran los murubes, con algunos de los cuales hubo esc¨¢ndalo y ya estaba encima el comentario de los taurinos: ??Qu¨¦ querr¨¢n, v¨¢lgame Dios?? Sencillamente quer¨ªan que no rodaran por la arena. como suced¨ªa, etc¨¦tera.
Tengo a la vapuleada afici¨®n de Madrid como la priMera del mundo, pues vive la fiesta hasta sus ¨²ltimas consecuencias, riada le pasa desapercibido; exige el toro y exige lidia, de principio a fin; quiz¨¢ no es respetuosa con el espada si no le parece de recibo la res que aqu¨¦l torea (estar¨ªa mejor un respeto, s¨ª), pero hace justicia y a¨²n sobrevalora al que con verdad se mide con el toro ¨ªntegro, aunque no aporte exquisiteces. A veces se equivoca, desde luego, pero no por eso hay que descalificarla, pues todos nos equivocamos. Y adem¨¢s le exculpa su gran acierto: ha conseguido que Las Ventas no sea un coladero.
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