La final freudiana
La final de consolaci¨®n entre los semifinalistas que perdieron tiene tradici¨®n antigua, pues data de la segunda Copa del Mundo en 1934. Alemania gan¨® a Austria por 3-2, justamente al rev¨¦s que el pasado mi¨¦rcoles en C¨®rdoba. S¨®lo ha faltado el partido de esta clase en aquellos mundiales que llegaban a la jornada final mediante liguilla, como en Uruguay y Brasil. Desde 1974, las liguillas clasificaron tambi¨¦n cuatro selecciones para las dos finales.Final para el tercer y cuarto puestos ha habido ocho, pues, y la de hoy ser¨¢ la novena. He visto no pocas de ellas y siempre han resultado unos partidos aburrid¨ªsimos, caracterizados por la frustraci¨®n de sus protagonistas, que no han podido quitarse de encima la sensaci¨®n de estar ya amputados de lo que constituy¨® el gran est¨ªmulo de su viaje a la sede del Mundial. Han sido selecciones que no pod¨ªan, por lo com¨²n, superar el sentimiento de la futilidad de un esfuerzo. Y no s¨®lo en los mundiales, sino en los torneos de f¨²tbol de los Juegos Ol¨ªmpicos sucede lo mismo. No se ha inventado nada contra el morbo que corroe las finales chicas de la v¨ªspera, mientras la atenci¨®n de todes se ha desplazado a especular sobre lo que va a suceder en la final grande.
La ¨²nica salvaci¨®n de su Inter¨¦s, en parte, est¨¢ en que una de las selecciones de la consolaci¨®n sea la de casa, como sucedi¨® en Chile, porque en otro caso esta final es poca cosa para consolar a unos conjuntos inconsolables como viudas llorosas. Esto, cuando no se trata de selecciones humilladas y ofendidas, como debe estarlo la de Brasil en estos momentos, cuando lleg¨® a creer que su campa?a, tan mala en un principio, iba a terminar, tras de su victoria sobre Per¨², en el cuento de hadas de la final grande. Los italianos se vieron en ella tambi¨¦n hasta el descanso de su partido contra los holandeses. El f¨²tbol de Brasil y de Italia cuenta con cinco t¨ªtulos mundiales y cada uno por separado debieron pensar que se disputar¨ªan el sexto. Jam¨¢s hubiesen cre¨ªdo esto de Bearzot en Italia en v¨ªsperas de salir para Argentina y jam¨¢s lo hubiesen cre¨ªdo de Coutinho al terminar la primera fase por los pelos y despu¨¦s de sufrir la f¨¦rula correctiva del almirante Nunes. Pero as¨ª hab¨ªan ido las cosas. Ahora, en cambio, se sienten ellos, y las selecciones con ellos, como c¨®micos a los que relegan a un segundo plano y letras menores en los carteles. Y no se podr¨¢ evitar que entren en el partido recitando mentalmente el Tenorio en aquella parte de ??Que un hombre de mi linaje / descienda a tan ruin mansi¨®n!?
A lo mejor Italia o Brasil, o las dos selecciones, logran sacudirse estos complejos siempre presentes en la final chica y sale un buen partido, rara ave en el ramo, en el que he visto cosas tan divertidas como el encuentro Uni¨®n Sovi¨¦tica-Alemania Democr¨¢tica en Munich, en los Juegos de 1974, en que a las dos selecciones nos les dio la gana de pasar del empate por consenso evidente y as¨ª compartieron el tercer lugar, con lo que ahorro decir c¨®mo fue el partido. No es de esperar esto hoy y habr¨¢ que pensar que ganar¨¢ esta final la selecci¨®n menos cansada y menos acomplejada. Italia tiene a un par de habituales, Tardelli y Benetti, o sea las dos terceras partes de su buen centro de campo, lesionados por los feroches tarjetazos de Franco Mart¨ªnez. Si se tiene en cuenta que Antognoni, el tercer mosquetero de la l¨ªnea y m¨¢s fen¨®meno en ciernes, fue separado por poco rendimiento, veremos que la squadra azzurra saldr¨¢ m¨¢s desfigurada y con un centro de equipo de recambio. Mejor f¨²tbol el italiano a lo largo del Mundial, pero el equipo de Brasil se presenta m¨¢s entero, con una defensa s¨®lida y el portero menos batido del Mundial a este encuentro que decidir¨¢ a su favor -y ojal¨¢ que con la brillantez que falta casi siempre en este asunto consolatorio- la selecci¨®n que ahuyente mejor la serie de complejos que a estas alturas revolotean sobre ambas como una bandada de vencejos negros.
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