Una advertencia a tiempo
Ya es corriente denominar a Enrique Tierno Galv¨¢n, gran personalidad socialista contempor¨¢nea, el ?viejo profesor?. Parece que le halaga, y hasta me han dicho que no le importar¨ªa nada llamarse a s¨ª mismo de esa manera. Y es que es tan exultante -y a veces tan provocadora- la juventud oficial de nuestro socialismo de ahora mismo que necesita ponerse al lado al ?viejo profesor?, en ocasiones para moderar el ¨ªmpetu, y en otras, para avisarles de riesgos o peligros. Ahora mismo Tierno Galv¨¢n acaba de avisar contra el pragmatismo que obliga a ceder entusiasmo. Y ¨¦ste es un tema que merece la pena ser tratado. El ?viejo profesor? ha o¨ªdo hablar de cierto desencanto que est¨¢ produciendo el mismo proceso democr¨¢tico. ?Puede llegar un momento, -dice- en que se convoque para un entusiasmo que exija m¨¢s que el grito o el aplauso ef¨ªmero, y nadie concurra en nombre del falso pragmatismo, que, por desgracia, crece sin correcci¨®n alguna.?Esto me recuerda un fen¨®meno parecido a ¨¦ste del viejo r¨¦gimen, o de la dictadura, como se quiera. En esas dos Espa?as en dram¨¢tica colisi¨®n y que quedaran hist¨®ricamente inmortalizadas en la guerra civil de 1936 no exist¨ªa ni el m¨¢s ligero asomo de pragmatismo. Aquel acontecimiento estuvo poblado de ut¨®picos, de fant¨¢sticos, de fervorosos, de excluyentes, de idealistas, de ilusos, y de exterminadores. Por la parte republicana prevalecieron los comunistas, los socialistas, y los anarquistas, que eran las zonas pol¨ªticas d¨®nde no florec¨ªa el pragmatismo. En el otro lado se impusieron los falangistas, los carlistas, y cierto catolicismo de cruzada, en donde no se ve¨ªa otra cosa que idealismo y fervor, el antipragmatisino. Negar esto ser¨ªa no saber nada de lo que sucedi¨® entonces. Por detr¨¢s andaban pragm¨¢ticos para defender intereses, instalarse pol¨ªticamente o poner la esperanza en el ?buen sentido? despu¨¦s de aquel idealismo de temporada. Pero Espa?a ten¨ªa otra vez, como en otras ocasiones a lo largo de los dos ¨²ltimos siglos, una erupci¨®n antipragm¨¢tica. Y a los vencedores de aquella guerra les dur¨® el idealismo, la ilusi¨®n, y el fervor unos cuantos a?os. Pocos. Inmediatamente despu¨¦s de la segunda guerra mundial, aparecieron los pragm¨¢ticos. La consecuencia posterior fue que simult¨¢neamente a la ocupaci¨®n del Estado, de la Administraci¨®n central, de los Parlamentos, del partido pol¨ªtico ¨²nico y fantasmag¨®rico, y de los sindicatos, por parte de los pragm¨¢ticos, se quedaba vac¨ªa la calle de idealismo, de fervor, y se desplomaban las bases sociales de compromisos, de servicios o de adhesiones. En aquella Espa?a de los vencedores de una guerra, civil, dos grandes familias del catolicismo oficial -la llamada Santa Casa y el Opus Dei- representaron el pragmatismo. Inicialmente tuvieron el acompa?amiento de la Iglesia pero cuando ¨¦sta, despu¨¦s de Juan XXIII, tom¨® otro camino, dej¨® a los pragmatismos en el aire.
Este alejamiento de la Iglesia de la derecha cl¨¢sica y pragm¨¢tica no se ha valorado todav¨ªa debidamente. Cuando la izquierda deja de ser clerical, y la Iglesia se va a una zona neutra, la derecha se desploma. Ya solamente es tradici¨®n e intereses. La tradici¨®n apenas sirve. Los intereses necesitan otra imagen.- En las postrimer¨ªas de los a?os 50 el antiguo r¨¦gimen no era m¨¢s que un erial de pragm¨¢ticos, mientras que ciertos falangismos y carlismos conservatizados y sometidos al poder, todav¨ªa, aunque cada vez menos, convocaban a las manifestaciones y a las gentes, que acud¨ªan m¨¢s por instinto de conservaci¨®n que por fervores a nada. El pragmatismo acab¨® con aquella llamada revoluci¨®n nacional que enloqueci¨® las cabezas de muchas gentes j¨®venes.
A medida que el pragmatismo liquidaba el idealismo surg¨ªa el fervor de dos clases de gentes ajenas al proceso de aquel r¨¦gimen, y que eran los vencidos y las nuevas generaciones universitarias, intelectuales y obreras. El pragmatismo tecnocr¨¢tico mejoraba los niveles de vida y a veces de manera espectacular. Pero hab¨ªa desnucado los correctores ideol¨®gicos y culturales. Se trataba la esperanza. Este pa¨ªs es dif¨ªcil que est¨¦ sin fervores o idealismos militantes. Pretender que Espa?a pol¨ªticamente pueda parecerse alguna vez a Inglaterra, con sus viejos idealismos apagados en la masa de la sangre, o a Estados Unidos, que prefabrica o manufactura fervores solamente en las elecciones presidenciales, es una utop¨ªa a corto plazo, o es imposible.
Pero esta es una buena lecci¨®n para la nueva izquierda espa?ola constituida por comunistas y socialistas. El m¨¢s grave riesgo de la izquierda actual es la aparici¨®n de sus dos forinas de praamatismo que se llaman eurocomunismo y socialdemocracia. No se puede negar el eurocomunismo, porque forma parte de un proceso de evoluci¨®n, todo lo discutible que se quiera; ni lampoco se puede despachar la socialdemocracia con actitudes peyorativas o despectivas. Parece como si Europa hubiera puesto como condici¨®n al comu nismo y al socialismo para ser digeridos que se convirtieran eurocomunismo y en socialdemcracia. Pero estas dos situaciones conspiran contra el idealismo y el fervor de la izquierda hist¨®rica espa?ola. Las bases j¨®venes y populares empiezan a sospechar si les est¨¢n dando gato por liebre o si les est¨¢n timando. ?Pueden el eurocomunismo y la socialdemocracia generar fervor y no ceder entusiasmo? ?Pueden ser situaciones antipragm¨¢ticas?
Hasta este momento el indicio m¨¢s revelador de las fuerzas pol¨ªticas parlamentarias es el pragmatismo. Su espectacular demostraci¨®n es el consenso, es el pactode la Moncloa, es el m¨¦todo de elaboraci¨®n de la Constituci¨®n, es cierto y divertido partido de f¨²tbol jugado por ucedistas, socialistas y comunistas contra periodistas en la Ciudad Deportiva del Real Madrid, es la innumerable convivencia y manipulaci¨®n reservada de restaurantes, de ciertos modos de complicidad del poder y la oposici¨®n sobre pol¨ªtica exterior e interior, autonom¨ªas, la forma del Estado, la itinerante y fracasada acci¨®n sobre la OUA y en ese vicio parlamentario del cambalache y la turbiedad que han dado en nuestro pa¨ªs destrezas y habilidades ilustres para nada. Los viejos Parlamentos de las Constituciones de 1876 y de 1931 estuvieron llenos de marrulleros insignes, de ruise?ores incomparables, de confabulaciones de poder, de pragm¨¢ticos de toda medida, mientras que el pa¨ªs iba por otro lado, y era un pueblo dram¨¢tico, esquilmado, decadente, atrasado y triste. Este es un Parlamento que est¨¢ empezando a estar formado de zorros plateados y de lagartones, mientras los grandes problemas del pueblo espa?ol, en estas postrimer¨ªas del siglo XX, est¨¢n en mitad de la calle.
Pero as¨ª es el pragmatismo. Es la afici¨®n de los pol¨ªticos a instalarse en el Estado mientras se desinstalan en el pa¨ªs. Es un gusto exagerado al Parlamento como drenaje de discursos y de zorrer¨ªas. Es la emoci¨®n o la influencia social del poder, que ahora tiene una expresi¨®n pl¨¢stica atractiva en el palacio de la Moneloa, y la estructura de un Estado moderno, tentacular y comunitario que proporciona innumerables cargos y enchufes. Es la gran tentaci¨®n del sector p¨²blico y la involucraci¨®n personal en la empresa privada desde el poder. Por todo eso se pugna, se cede, se cambia, se ofrece, se da un paso hacia adelante y dos atr¨¢s, se disfraza, se oculta, se aparenta lo que no se es. Y entonces, una vez, alguien descubre que hay una Espa?a oficial y otra Espa?a real. Esta es una triste y cercana historia.
No tengo una gran referencia sobre la China moderna. Estos ¨²ltimos d¨ªas he visto con inter¨¦s y sorpresa los reportajes de Televisi¨®n transmitidos con ocasi¨®n del viaje del Rey. La literatura que ha ca¨ªdo en mis manos, principalmente de los escritores franceses que son los m¨¢s objetivos y realistas, es tambi¨¦n contradictoria. Tampoco un viaje ocasional y dirigido descubre las cosas. Pero hay un hecho que si se viera en China como aparece en las im¨¢genes, y que es el relato de un poder sin contestaci¨®n -sin libertades occidentales- y un pueblo entusiasta, culturizado, art¨ªsticamente sensible, socialmente convivencial, y metiendo en el mismo saco arte, poes¨ªa, flores, vieja y respetada arquitectura hist¨®rica y revoluci¨®n industrial, t¨¦cnica y c¨®smica, ser¨ªa un hallazgo espeluznante. Parece que esto no es as¨ª en la Uni¨®n Sovi¨¦tica ni en ning¨²n pa¨ªs del Este de Europa. Y parece que puede serlo en China. Esto hay que aprend¨¦rselo como lecci¨®n, seguramente imposible para nosotros.
Pero aqu¨ª se da el caso siguiente: el viejo r¨¦gimen fue aventado solamente porque era al final puro pragmatismo de poder y de familias pol¨ªticas flotando sin bases al amparo del poder mismo. El 15 de junio de 1977 fue como una manifestaci¨®n de fervor nuevo. A rengl¨®n seguido comenzaron los primeros indicios de pragmatismo. Sobre este peligro avisa luminosamente Tierno Galv¨¢n. Mi ¨²nico reproche a Tierno es su propia biograf¨ªa personal en los ¨²ltimos a?os. El ?viejo profesor? tambi¨¦n est¨¢ tocado de pragmatismo. ?Y qu¨¦ es ahora el pragmatismo? Pues quedarse Carrillo sin Lenin, Felipe sin Marx, y la derecha sin Franco. ?Pero qu¨¦ inventan frente a la desmitologizaci¨®n de sus ra¨ªces.? ?Donde est¨¢n los ideales y la esperanza? Un pais siempre habr¨¢ que hacerlo hacia la prosperidad. Pero la libertad, y la cr¨ªtica, y la imaginaci¨®n son las condiciones anti pragm¨¢ticas. Todo esto empieza a querer ahogarse ahora mismo. Sus instrumentos no son otros que la disciplina de partido y el consenso entre los distintos. Esa oscura monoton¨ªa de los bajos fondos de la pol¨ªtica y de la pretensi¨®n solapada de instalarse, de mandar unos pocos, a costa de lo que sea. Se ve tanto, y se oye tanto a los pol¨ªticos, que no se ve ni se oye al pueblo por ninguna parte. Esto es puro pragmatismo.
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